Teologizar en este sentido refiere a un pensador, un hombre o mujer que se mantiene en una constante reflexión inspirada en una espiritualidad propiamente cultivada a partir de las realidades que se le presente el compromiso o trabajo con que se identifica como anunciador del Reino de Dios; me refiero a aquel o aquella hombre o mujer que busca entre todo cómo poner en practica los frutos de dicha reflexión inspirada en un ámbito concreto y con un naturalismo dado por el mismo contexto; un hombre o una mujer de Dios que se preocupe por testimoniar, hacer viva una reflexión elevada a un hecho encarnado en la vivencia diaria. Mejor dicho, estamos hablando de un teólogo o una teóloga que fabrica o produce, consume y se auto alimenta con su producto, y da frutos que sin necesidad de promocionar se vende de por si...
Este, creo yo que es lo que necesita el mundo marcado por tanta diversidad de contextos pastorales que cada día nos siguen interpelando. Estoy sumamente convencido que este camino es viable en términos teológico – pastorales siempre y cuando tengamos en cuenta la historia y la hacemos nuestra sea donde estemos metidos en el nombre del Señor y maestro de la misión. Ella nos dice como ha sido, nos facilita la interpretación de lo que es y proyecta a un futuro próximo - lo que será, mejor dicho, es sin lugar a duda el locus teológico. De modo que desde esta perspectiva de la historia, queda claro que el Dios que se revela en la historia fue, es y seguirá siendo autor y participe de la historia humana.
En otras palabras, se trata de dar suprema importancia a la situación existencial de cada ser humano y pueblo, la experiencia de vida de las personas y comunidades involucrados en su totalidad de las dimensiones de vida. Un análisis de esto, es lo que lleva al teólogo o la teóloga a reconocer y afirmar que Dios esta obrando como Señor y Maestro de la historia y la misión. Que Él asume nuestra historia y la libera, hace que el ser humano sea participe de todo el drama histórico como agente activo y protagonista de su destino en el amor y la libertad a la luz del evangelio.
En fin, termina recuperando la naturaleza de la salvación como una liberación integral, en donde el ser humano desde su ser cultural y existencial experimenta el poder de Dios hic et nunc en las dimensiones de su vida (el pensar, el obrar y el relacionarse con otro).
De lo contrario uno se preguntaría ¿Qué buscaríamos entonces, entregándonos totalmente en la viña del Señor, pasando noches y días de rodillas cada uno y una dado por su carisma, y otros “orando et laborando” a la vez? es para que nos libremos de los pecados y dolores sociales que tanto nos agobian como nos lo bien destaca la poderosa y memorable Conferencia Episcopal de Medellín, es para que el hombre y la mujer sean integralmente libres. Esta si, es una condición sine qua non del la llegada del Reino de Dios que es nada mas y nada menos que la experiencia de todo aquello que conforma el existir de la persona de Jesús con todos los valores que lo caracterizan.
El Reino de Dios
Ahora bien, partiendo de una experiencia de personas o un pueblo y su contexto desde la historia, muy fácilmente sonaría una impresión del mero “historicismo”. De modo que se terminaría igualando una reflexión sobre el Reino de Dios desde estas perspectivas como un trato de sociedad mejorada, especialmente cuando se trata de lenguajes como liberación de la esclavitud y cantidades de rechazos sociales que marcan la sociedad del mundo actual - llamemos lo una liberación integral dado que abarca todo lo que quisiera alistar.
Pese a toda esa posible concepción “desviada”, por decir; hay que tener siempre en cuenta que el Reino de Dios es un hecho que apunta a una esencia escatológica. Por consiguiente, estamos llamados a comprometernos con los valores del Reino que superan en todo su sentido los valores mundanos. Pues, el Reino de Dios no es ni comida ni bebida, no significa existencia sub- humano, explotación, dominación, injusticia; sino el amor y justicia salvadora, la paz y gozo traídos por el Espíritu Santo. (Rom 14,17)
Jesús mismo en el Nuevo Testamento cuando inaugura y predica el Reino de Dios como amor incondicional, se presenta como hombre que actúa con amor y compasión incondicionalmente cada vez que se encuentra en situaciones de necesidad humana, por ejemplo en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 29-37), la compasión destaca la voluntad completa de usar todos los medios posibles, el tiempo, energía y vida para salvar el momento critico.
Así que el contenido del mensaje de Jesús sobre el Reino más que simplemente una sociedad mejorada, consiste en su imagen de Dios quien ama a todos los seres humanos con un amor incondicional, hasta de poner de lado su inmensa dignidad y condición divina para poder compartir con nosotros la nuestra, haciéndose siervo y muriendo por nosotros en la cruz para que abunde la vida a todos (Filp 2,1-11). Es un Dios cuyo amor lleva a la misericordia y perdón, reparación y reconciliación. Es un amor que justifica y salva.
Entonces, podemos decir que con el mensaje sobre el Reino de Dios, Jesús nos enseña tres lecciones: Dios que siempre nos ama, Dios que siempre nos perdona y Dios que siempre es presente con nosotros. Eso si, me parece muy fundamental en cualquier rincón del mundo donde nos encontremos. Por que al hombre o la mujer de Dios se le invita hacer eficaz su vida en el amar sacrificándose, denunciando y acompañando el pueblo de Dios, eso es lo que caracteriza el profeta – teólogo/a de hoy, el que se ubica en un tiempo y espacio determinado (historia del pueblo), aquel que tiene en cuenta la fisonomía irrepetible de sus destinatarios y el contexto histórico social.
El amor que aprendimos de Jesús siempre quedara encima de todos los valores. El invita a perdonar, reconciliar, auto sacrificarnos, a un altruismo y disponibilidad de sufrir por el otro o la otra para el bien comúnmente soteriológico. Este si, es la tarea que tiene la santa madre Iglesia en todo lugar en donde la respuesta a las grandes necesidades, fácilmente opacaría los pequeños hechos que a veces parecen insignificantes, pero aún signos del heroísmo misionero, que se manifiesta en la capacidad de mostrarnos no cobardes en el cumplir con el proyecto de Jesús . Es jugar un papel vital en la educación y concientizacion del pueblo de Dios a partir de su propia historia, para que sea atento a la voz del Evangelio en todo su sentido soteriologico. Que mientras se involucren en la transformación de la sociedad, sea con supremo amor que deviene del ejemplo de Jesús mismo el liberador integral por excelencia – eso creo profundamente que es hacer teología de acción.
