Pudimos analizar nuestras debilidades y fortalezas internas, así como las amenazas y oportunidades externas respecto a la relación intercultural.
Entre todos se fueron delineando estrategias para crecer en el diálogo, especialmente a nivel de comunidad, tomando conciencia de los conflictos y antagonismos que el hecho de la interculturalidad crea.
Buscamos cómo afrontar esos conflictos, que se dan en la persona y en la comunidad de una forma abierta, sincera y respetuosa de la diversidad.
No ocultar esos conflictos bajo fórmulas hechas como “la diversidad es una riqueza”, o justificando actitudes personales bajo el nombre de “pautas culturales”.
Hubo conclusiones comunes encaminadas a potenciar el diálogo que haga de los antagonismos elementos complementarios en nuestra vida y trabajo.
Lo más importante es que nadie fue indiferente frente al tema. Cada uno vio reflejadas sus actitudes personales y cada uno sacó sus conclusiones.
Quedó el compromiso de seguir profundizando el tema, incluirlo en el PCV de cada comunidad…
Las consecuencias empezaron a verse el mismo día 10 a la tarde, cuando al tratar algunos temas concretos de la región, por ejemplo respecto a algunos aspectos de la economía, tuvimos que hacer un esfuerzo para poner en práctica lo que habíamos reflexionado sobre el diálogo intercultural.
Un tema complejo, apasionante y especialmente urgente en nuestro Instituto.