Es un compromiso que obligatoriamente exige a ambas partes la superación de prejuicios personales, una disposición y apertura que permite una búsqueda de un bien común y un fin deseado.
Esto fue lo que encontré en el confratello misionero religioso que me acompañó durante esta experiencia. Con él viví y ratifiqué valiosamente lo que puedo destacar en los siguientes cinco puntos clave.
1. La vida comunitaria: en varias formas experimenté este valor, se expresó en la planificación, la comunicación durante y cada vez que uno de nosotros tuvo que salir de la parroquia. En otras palabras, al que quedaba en la parroquia le correspondía actualizar inmediatamente al otro sobre los últimos acontecimientos, comunicaciones y solicitudes tanto pastorales como de cualquier otro tipo.
2. Una espiritualidad realista: sin necesidad de obligar a nadie, fue muy espontánea a lo largo de toda esta experiencia; valoramos los momentos de oración juntos. Interesante el punto de partida de este misionero, muy convencido de lo que siempre repetía: “celebramos la liturgia en comunión con los vivos y los muertos”. Esto era muy animador cuando nos tocaba celebrar misa solamente a los dos en la catedral del pueblo.
3. Misión desde la sencillez del pueblo: en un contexto donde la parroquia es punto de referencia para prácticamente todos y en todo, ya que no hay a quién ni adónde más acudir…, es obligatorio que el misionero se adapte a las maneras de la gente; se trata de una sencillez que permite un encuentro realista y vivo, una pastoral del acompañamiento del pueblo desde su propia realidad y vivencia, manejar en muchas ocasiones un despacho que no funciona en un horario determinado, sino de noche o de día. Además con una sencillez supremamente campesina; de hecho, los misioneros se convierten en unos campesinos más, en toda la extensión de la palabra.
4. Una creatividad misionera: aunque sea un campesino más, del misionero se espera un conocimiento que satisfaga varias necesidades y servicios en el pueblo; es decir, presidir las celebraciones, ser carpintero, técnico, jardinero, docente preescolar, cantante, reconciliador en caso de conflictos que nunca faltan en el pueblo, oyente no partidario, etc. hasta biblioteca andante para los alumnos, que no pierden oportunidad para adelantar las tareas escolares.
5. Un ministerio desde la necesidad misionera: la necesidad siempre ha sido y seguirá siendo la maestra de la vida, especialmente para nosotros misioneros. En ambientes misioneros como los nuestros aprendí que lo que espera la gente de nosotros quizás no es saber las facultades que solemos nombrar, pues una presencia significativa, que dé sentido y permita un encuentro auténtico eficazmente personal con el Trascendente, aunque facilitado por el hombre o mujer de Dios conscientemente ahí presente o celebrando. Una reflexión profunda lleva a ratificar que cada hecho sacramental que realizamos con la gente alcanza su eficacia salvadora en la fe de cada participante. Creo yo que es por eso que un entierro, bendición de una casa y de los hijos, celebración de la palabra, oración sobre un enfermo, etc. hechos por un laico o laica seguirán teniendo sentido en medio de esta gente.
Dicho en una sola frase, de esta experiencia afirmo que la misión, más que hacer, es un ser que se refleja en el acompañar, testimoniar y vivir de modo específico la totalidad de la vida (el pensar, el obrar y relacionarse con el otro) religiosamente en el mundo.
{mosimage} Estoy muy agradecido con el padre Kennedy por el espacio y la sencillez con que me acogió y me acompañó; quiero animar a todo hermano que se esté formando a que conserve la apertura y el deseo de vivir esta experiencia única, particular y personal. Es ciertamente particular por lo que se aprende y valora, porque depende mucho de cada persona, quien lo acompaña y cómo la hace. Pues ahí es donde radica la particularidad que luego no le da el criterio universalista de llegar a conclusiones generales para todos...
Esta experiencia es un espacio de introspección y recuestionamiento hacia dentro, hace una pausa en la rutina académica que a veces nos muestra una misión muy ideal y poco realista, sin ninguna intención de desvalorizar lo aprendido.
Por tanto, es un momento determinante, a mi manera de ver, por la realidad concreta que nos presenta. Facilita un encuentro realmente anticipado con la misión, una opción que a veces es muy distinta de lo que se sueña. Entonces podría ser una manera de evitar el riesgo de soñar con “una novia desconocida…”.