Quizá ha habido un tiempo en que has estado un poco al margen de tu vocación; después has visto que, aunque quizá querías olvidarte de ella, la tenías siempre presente en tu conciencia. Hasta que, quizá, has sentido la necesidad y la urgencia de decirle que sí al Señor.. y ahí estás con tu vocación que ha ido creciendo y te ha ido cambiando y se ha ido fortaleciendo sin que, como en el caso de la semilla, sepas cómo ni por qué.
A) Resumen de la parábola
El reino de los Cielos es como la semilla que se ha sembrado en el campo. va creciendo y se va desarrollando hasta producir fruto. Dios es quien la va haciendo crecer y fructificar.
B) Escuchar
“Tanto si duerme como si está despierto, así de noche como de día, la semilla germina y crece, aunque él no sepa cómo... primero brota la hierba, luego forma la espiga, y por último el grano que llena la espiga”.
C) Reflexión
El Reino de Dios tiene un proceso de crecimiento; en cada uno y en la Iglesia. En la mayoría de los casos es imperceptible. No se sabe cómo, pero uno va afinando más en el cumplimiento de la voluntad del Señor Dios va realizando su obra en nosotros. Insensiblemente nos va conduciendo.
A nivel personal, nos vamos encontrando en un nuevo mundo. Dios se nos va metiendo muy dentro a medida que le vamos dando entrada en nuestra vida
El Señor va como a la conquista de nuestro corazón. Con la particularidad de que cuanto más suyo es, es también más nuestro; porque se posesiona de nosotros al mismo tiempo que nos permite posesionarnos de El.
Dios, a través de su Espíritu, va sembrando vida; vida que, sin apenas percibirlo, va madurando hasta dar fruto abundante
A nivel eclesial, tampoco se sabe cómo, pero uno ve que una comunidad concreta va afincándose y creciendo en la fe y el amor. Van saliendo las cosas mejor de lo que uno las planifica. Uno, aunque no sepa cómo, ve que van surgiendo brotes de vida por aquí y por allá, y se lleva grandes sorpresas al descubrir, con mirada de fe, la acción del Espíritu en el mundo.
El crecimiento de la Iglesia también es una obra del Espíritu por mucho que podamos tener la impresión de que es obra de unos o de otros. Nosotros somos los receptores del Espíritu del Señor que se nos ha infundido a nosotros y la Iglesia y realiza su obra en nosotros y en ella
Es el Reino del amor, que no sabemos cómo se va intensificando tanto a nivel personal como eclesial, pero el hecho es que cada día nos sentimos más a gusto con El como amigo, y más a gusto en la Iglesia como comunidad. El Señor sigue actuando aunque no sepamos cómo. No se cansa.
D) Piensa en tu vida
Piensa en la historia de tu propia vida y trata de ver la actuación de Dios en ti. Te quiere con locura.
Sembró en tu bautismo la semilla de la fe. La depositó en ti como el gran regalo que te hizo junto con el regalo de la vida. No sabes cómo, pero se ha ido desarrollando.
Han contribuido en su desarrollo muchas personas que te han ayudado, que te han hecho mucho bien, que se han preocupado de ti, que te han dado buenos ejemplos, que te han animado, que te han querido...
En la actualidad también ha puesto junto a ti, personas que te quieren y que te aprecian. Has tenido altibajos pero se mantiene en la fe, y quieres seguir al Señor y quieres serle fiel.
No estaría de más que para ser más consciente del proceso de tu fe y de tu amor al Señor, te hicieses unas preguntas:
¿Sigues siendo como siempre, o notas que vas mejorando? ¿Notas que algunos defectos que antes tenías, y a los que quizá no les dabas mucha importancia, van desapareciendo? ¿Notas que haces ahora cosas a las que antes no te atrevías? ¿Ves que no te cuesta tanto hacer lo que antes te resultaba difícil? ¿Vas viendo con más naturalidad tu fidelidad al Señor?
E) Mirando al futuro
¿Vas siendo más consciente de que Dios confía en ti? El crecimiento y la maduración son obra de Dios. Es Dios quien te va trabajando y conduciendo. Pero hay que dejarle las manos libres para trabajar. Has de permitirle trabajarte. Esto significa dejarle hacer de ti lo que quiera.
Nuestros caminos no son los suyos. Es El quien te indica el camino y va cambiando el que tú te has trazado. Fíate y déjate conducir
Quizá tienes otros proyectos que no son los de Dios sobre ti. ¿No crees que vale la pena descubrir sus proyectos y decidirte de verdad a seguirlos?
Valdría la pena mirar la acción de Dios en tu vida Ver el camino que has recorrido bajo la mirada amorosa de Dios. Ese camino tiene una dirección y un final.
¿Por dónde te ha ido dirigiendo el Señor? A pesar de los altibajos que hayas podido tener en tu respuesta, no ha de resultarte difícil conocerlo.
Por último, y teniendo en cuenta tu propia historia, ¿hacia dónde crees que te quiere conducir?