El verdadero sabio es aquel que se arriesga a escuchar y se abre al intercambio, no sólo de ideas o conceptos, mas de su vida entera con tal de hacer el mayor bien a su hermano. En verdad nos cuesta profundamente tomar conciencia de nuestro llamado, y aún más de actuar conforme a nuestra naturaleza cristina. Pero cuando arriesgamos una parte de nuestro tiempo no sólo para nosotros sino para el encuentro con el hermano, vamos descubriendo el verdadero sentido de nuestras vidas, y nos daremos cuenta que la felicidad se puede hallar allí donde menos lo esperábamos: en la sencillez del compartir cotidiano.
El Beato José Allamano, siempre nos insiste en que seamos “extraordinarios en lo ordinario” (V.E.), y esto exige simplemente ser verdaderos humanos, hijos de Dios y hermanos de bondad, prontos a prestar un servicio abierto sin ‘peros’. Ser extraordinarios en lo ordinario es ser cada vez más nosotros con los otros, es vivir con más plenitud el altruismo, es no tener miedo al miedo de dar más.
Y todo esto lo resume Cristo cuando nos dice que “no hay más amor más grande que dar la vida por sus amigos” (Jn. 15, 13), es así como vamos donando nuestra vida por amor cada vez que nos damos cuenta que como hijos de Dios, sin importar la religión, raza, credo, género, preferencias,… otorgamos todo a Aquel que siempre nos ama sin condiciones y se hace ejemplo de vida y fuente de amor por medio del ‘otro’, pronto a hacerse el encontradizo para que podamos obrar en pro de la humanidad.
Hemos escuchado muchas veces que “quien no vive para servir no sirve para vivir”; pues bien, en nuestra vida debe siempre permanecer el deseo de servir en la misión a la cual se nos ha encomendado, que no es más que la de la apertura de nuestro ser para que otros sean, “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10, 10). Con todo esto, no debemos perder el horizonte de nuestra existencia, el sentido de nuestras vidas, que se nos hace presente cada vez que SERVIMOS SIN RESTRICCIONES, poniendo todo ante la presencia del Creador y Dador de vida.
La misión es de todos, de todo aquel que ame su vida, tanto así, que no la quiere sólo para sí mismo, sino para donarla hasta el final haciendo feliz a la humanidad.