Constatamos a diario, muchos matrimonios en valle de lagrimas, relaciones humanas rotas, instituciones de toda índole en grandes problemas, la desvalorización de los valores, la destrucción de la familia, comunidades laicas y religiosas en ascuas, y la lista no tiene fin. La causa principal de todo ese desorden es el virus del pecado.
No podemos tapar el sol con el dedo señores, el problema se llama el pecado. Con razón cada año en la misa de gallo proclamamos: Cristo ha resucitado aleluya, Cristo ha vencido el pecado aleluya. Esta afirmación es muy diciente, a saber; lo que sacó a Dios del cielo a la tierra fue el pecado. El problema de este mundo fue y sigue siendo el pecado entendido como comportamientos, actitudes, palabras u omisiones que le quitan el vino a la vida.
De modo que la resurrección para nosotros hoy solo tendrá sentido si reconocemos que hay un problema que Cristo vino a resolver y su nombre es, pecado. Pero hasta ahí no basta, hay que ir mas allá del reconocer; disponernos a luchar para frenarlo como lo hizo Jesús.
Si seguimos con el engaño de siempre de no mencionar el pecado porque asusta o porque lo que está de modo no es hablar del pecado sino más bien de la gracia, el amor y caridad, moriremos en nuestros pecados.
Cuentan que había una vez en las iglesias se hablaba mucho del pecado y la gente vivía pendiente de él, así hubo muy pocas almas que iban a parar al infierno. Preocupado, Lucifer convocó una gran asamblea de todos los demonios y les planteó la inquietud. Después de largas horas de debate y discusión, un diablito viejito pero muy sabio pidió la palabra y dijo: Si queremos volver a llenar nuestra casa el infierno debemos ir a convencer al hombre que el pecado no importa y que deje de estar hablando de él. Dicho y hecho, después de un trabajo de apenas seis meses se volvió a llenar otras vez el infierno.
No digo que no hablemos del amor, la gracias, el bien etc. Ni más faltaba. La idea aquí consiste en no caer en la creencia que si la iglesia habla del pecado esta pasada de moda. Tenemos que recibir con mucha cautela aquella doctrina que nos ha hecho creer que somos buenos. Con razón todos andamos diciendo: yo estoy bien, yo no le hago daño a nadie y el mundo cada día va de mal en peor.
Segunda frase que los cura vamos a tener que remachar en estos días es la de cristo venció la muerte. Para nosotros que vivimos en Colombia no necesitamos más discursos sobre asesinatos y muertos. Lo vivimos y lo sabemos. Quizás algo que no sabemos es que hay mucha gente que vive en medio de nosotros con el corazón dispuesto a matar que a amar. A ellos les decimos que Cristo venció la muerte, es una frase de esperanza. Es posible vencer lo que aquí se ha calificado como, cultura de la muerte. Se ha hecho muchas propuestas concretas para poner fin a esa cultura, a saber: El perdón y la reconciliación, la justicia social, el desarme del corazón, la verdad y solo la verdad, la reparación de las victimas, atención a la juventud, empleo digno etc. Solo falta poner en marcha todas estas buenas iniciativas.
Pedro resume en aquella frase celebre la vida de Jesús que es por seguro el arma con que venció la muerte: Jesús pasó en este mundo haciendo el bien. Pasemos también nosotros en este mundo haciendo el bien y de esa manera estaríamos venciendo la muerte.