La última prueba es la masacre del pasado fin de semana en la provincia de Xinjiang, al noroeste del país que, según datos “oficiales” del gobierno de Pekín, ha provocado 156 muertos en Urumqui, la capital provincial…si esa es la cifra oficial, la real debe superarla con creces.
Xinjiang es una provincia que supera el millón y medio de Km2 , es decir unas tres veces el territorio de España.
Una zona donde la población mayoritaria pertenecía a la etnia de los uigures, en gran parte de religión musulmana, con un idioma y cultura de origen turco.
Poco a poco, el gobierno chino ha ido introduciendo en la provincia colonos chinos de la etnia han, hasta convertirlos en la nueva mayoría de la población provincial.
El objetivo del gobierno chino era crear un conflicto étnico que les permitiera aplastar una reivindicación autonómica de la mayoría musulmana en Xinjiang.
Los conflictos más fuertes empezaron antes de las Olimpiadas de Pekín.
La reacción china no se ha hecho esperado mucho. Las ametralladoras chinas han sesgado la vida de cientos de manifestantes, armados sólo con piedras. Luego ha seguido una ocupación militar a gran escala.
Las acusaciones de “terroristas” vertidas por el gobierno chino hacia los manifestantes no son aceptadas por ningún organismo internacional.
La provincia de Xinjiang es una zona geográficamente estratégica y posiblemente con grandes recursos energéticos, como petróleo y gas.
En los últimos años China ha cambiado su modelo económico, ha asumido el sistema capitalista para poder tener un papel preponderante en la escena internacional.
Pero prácticamente no ha dado pasos en el respeto a los derechos humanos.
Vista la experiencia de la antigua Unión Soviética, tiene que mantener un sistema férreo de control. Si una provincia consigue un margen de autonomía, China terminaría dividiéndose en múltiples países o repúblicas, debido a su gran diversidad étnica y cultural.
La fórmula elegida por China es: economía capitalista y sistema político comunista. Una fórmula que va a seguir siendo explosiva en el futuro.
La esperanza del sistema chino es que la mayoría de los países desarrollados tienen grandes intereses económicos invertidos en China. El hecho de que el Imperio Chino se fragmentara pondría en peligro esos intereses que les producen importancias ganancias.
¿Quién estará dispuesto a enfrentarse con el sistema chino? ¿Qué va a pesar más a la hora de tomar una postura: la denuncia de la violación sistemática de los Derechos Humanos por parte del gobierno chino, o los intereses económicos invertidos por las grandes potencias en el gigante asiático?
Evidentemente, o desgraciadamente, en momentos de crisis económica mundial, los intereses comerciales pesan mucho más.
Mejor mirar hacia otro lado. Gritar y enfrentarse contra un pequeño país como Honduras es más fácil que enfrentarse con el gigante chino.
Todo un ejemplo de la falta de ética de nuestro sistema político y económico.