- Capaz de ser Hermano Universal: tejiendo relaciones de igualdad, reciprocidad, diálogo e respeto con todas las criaturas y, especialmente, con los seres humanos de todos los pueblos, culturas, sexos, razas, credos y opciones ideológicas o políticas. Gratuitamente abierto para salir e ir al encuentro del “otro”, diferente, sin prejuicios ni prepotencias.
- Capaz de ser Amigo sincero y leal de si mismo, del prójimo (cercano y lejano) y del Dios Trinidad (comunidad), con equilibrio afectivo-sexual. Humildemente dispuesto y disponible para entrar, como huésped, en el corazón de los otros y sus culturas, consciente que dando es que se recibe, consolando es que se es consolado, muriendo es que se vive plenamente.
- Capaz de hacerse Compañero de los colegas del Equipo Misionero (comiendo con ellos el mismo pan de la economía, de la eucaristía y del ministerio) y de los pobres de la tierra que imploran y trabajan para que venga el Reino de Justicia y Paz; tejiendo y celebrando alianzas en favor de la vida con todos los humanos de buena voluntad; haciendo el camino de la liberación integral, sin olvidar ni despreciar las huellas de los antepasados y con la mirada puesta en la utopía del Banquete final.
Al mismo tiempo debe sentirse parte activa y afectiva de una Institución llamada de la Consolata (nombre de María que para el Instituto se convierte en identidad y misión) que, inspirada y animada por un Carisma transmitido a través del Padre-Formador y Fundador José Allamano y su hermano, amigo y compañero Santiago Camisassa, dedica todo lo que es y tiene al servicio de la Misión ad gentes, ad vitam y ad extra, en la Iglesia de Jesús Cristo, para “Anunciar la gloria de Dios a todos los pueblos”.