La misión visitada

Pubblicato in I missionari dicono
{mosimage}Toda visita, desde la práctica antropológico-cultural, es de doble vía: unos, los visitadores, visitan o otros, los visitados. Ambos abren puertas, ventanas o rendijas para el intercambio. Ambos se comunican, revelan o esconden. Ambos se ennoblecen o se empobrecen. Ambos pueden crecer y avanzar o disminuir y retroceder. Entre ambos, desde la fe en el mismo Dios de la vida y de la misión, pueden percibir o captar lo que “el Espíritu está diciendo a las Iglesias (al Instituto)” (Ap. 2,29; DAp 366).

Lo que los visitadores canónicos vieron y oyeron, lo que escucharon y registraron, lo comunicarán, según la práctica tradicional de las visitas, en una carta de la visita que vendrá publicada como documentación oficial, enviada a la Región y comunicada a todo el Instituto.


Como reflexión, desde el punto de vista de quien fue visitado, quiero compartir el “paquetico de regalo”, un pequeño recuerdo que se acostumbra, en nuestro mundo-cultura, ofrecer a quien visita, como señal de gratitud y comunión solidaria (fiambre o avío para el camino). Lo haré apoyado en el Documento de Aparecida, inspiración y soporte para la misión en y desde este continente hermano de los otros continentes. Al mismo tiempo me guiaré por el Documento de la X Conferencia Regional, mapa de vida y misión para los Misioneros de la Consolata en esta Región.

CON JESÚS, EN EL PADRE, ANIMADOS POR EL PARÁCLITO

Este lema, complementado con el otro, más sintético aún: “Con Jesús por el camino y en la mesa”, quiere fundamentar, teológica, apostólica y espiritualmente, nuestra identidad y misión.

Nuestra naturaleza, como la de la Iglesia Católica en la cuál existimos y desde la cual actuamos al servicio del Reino de Dios o “reino de vida” (DAp 361), es misión (cf. AG 2). Somos, queremos ser, “familia religiosa consagrada para la misión ad gentes” (Cosnt. 4) que tiene sus raíces en el misterio de la Santísima Trinidad.

Con el Verbo encarnado e inculturado, en el cual el Dios creador se ha manifestado como Emmanuel, “Dios con nosotros”, queremos estar y caminar: “con Jesús por el camino y en la mesa” queremos ofertar nuestra vida para que “nuestros pueblos, en El, tengan vida”.

Nos reconocemos enviados por “el Enviado del Padre” (cf. Jn 17,21) para “anunciar el Evangelio del reino de la vida” (DAp 143-148), animados por el Otro Consolador, el Paráclito, que nos conduce, en este tiempo de renovación en la comprensión y práctica de la misión, hacia la “verdad plena” (Jn 16, 13).

“Paquetico de regalo” para la Familia Consolata

Colocamos en el “paquetico de regalo” nuestra búsqueda, en medio de la confusión, esperanzadora de una nueva manera de entender, vivir y hacer la misión ad gentes y de consolación-liberación.
Nos experimentamos a las puertas de un nuevo amanecer que viene despuntando en algunas comunidades locales o equipos misioneros integrados/as por Religiosos/as y Laicos Misioneros de la Consolata, interactuando y algunas veces hasta conviviendo con otros agentes de misión externos o del lugar.

A esas comunidades y equipos que así funcionan les agradecemos el testimonio y los animamos a continuar mejorando cada día para bien de todos. La clave no está sólo en las personas sino y especialmente en el proyecto común de vida y misión, en el presupuesto administrativo y en la comunión de bienes.

La misión, como la Iglesia y el Instituto, se renueva en los contextos locales y a través de las “pequeñas comunidades de base” (comunidades locales), o no se renovará nunca. Ellas son el espacio del sueño y la concreción, del proyecto y el programa, de la práctica y la praxis, del dolor sufrido y la consoladora liberación. Ellas son el “sacramento local” del “reino de la vida” y del carisma institucional. Allí se vive la misión y desde allí se hace la teología de la misión. Hacia ellas debe dirigir el Instituto todo lo que es y tiene y desde ellas se debe alimentar para crecer y servir.

Los visitadores encontraron las personas y reunieron las comunidades locales animado exhortando a la acogida y el cuidado de la internacionalidad, la interculturalidad y el don de vocaciones africanas, a la apertura para la conformación de comunidades integradas por miembros de la Familia Consolata (IMC – MC – LMC) y otros, a la elaboración de proyectos de vida y misión sintonizados con el Proyecto regional y las Iglesias Locales, a la elaboración de presupuestos administrativos anuales y a la búsqueda de la auto-sostenibilidad con la implementación de la participación y la “caja común”, al registro, conservación y comunicación de la memoria histórica de la misión, etc.

REGIÓN IMC ANDINA

La Visita Canónica, o mejor, las Visitas Canónicas de los dos Institutos de la Consolata se sentaron a la mesa andina tendida con ese rico y codiciado mantel verde amazónico bordado con el hilo azul del putumayo que divide territorial y políticamente a tres países y los hermana espiritual, social y culturalmente en un solo pueblo colombo-peruano-ecuatoriano.

En ese “escenario ambiental” de gran biodiversidad y rica sociodiversidad representada por sus pueblos y culturas tradicionales que hoy, como ayer, están siendo expropiados y desplazados de su territorio e igualmente excluidos de la mesa de las decisiones sobre la suerte de su hábitat, la “energía vital”, el soplo del Padre creador, conmueve y mueve a la Familia Misionera de la Consolata a navegar rio adentro, sin miedo, en las fronteras amazónicas “como profetas de la vida” (DAp 471), apoyados en las “Iglesias hermanas”, la “Pastoral de fronteras”, los grupos y movimientos comprometidos con la cuestión ecológica y otros interlocutores (ONGs, grupos religiosos, investigadores, científicos, empresarios, educadores, voluntarios de todo tipo), acompañando, solidaria y prioritariamente, a los pueblos tradicionales (indígenas, campesinos, etc.) que mantienen una relación cercana con la Tierra, considerándola sagrada y llamándola cariñosamente “madre”.

A quienes, como los Misioneros/as de la Consolata, desde sus primeros pasos en Colombia (1950) han hecho de éste su “escenario misionero”, la Iglesia de Jesucristo, convocada en Aparecida, nos agradece (DAp 472), y nos coloca en la ruta de una “ecoalfabetización” que nos permita comprender el lugar de los seres humanos y la interdependencia entre todos los miembros de una “comunidad ecológica”, de una “ecoteológica” que favorezca el diálogo entre ecología y fe cristiana, lo mismo que de una “educación (formación) ambiental” que nos haga sensibles y capacitados para el anuncio de la Buena Nueva a todas las criaturas (cf. Mc. 16, 15). Al respecto nos propone: “crear conciencia en las Américas sobre la importancia de la amazonia para toda la humanidad. Establecer entre las Iglesias locales de diversos países suramericanos, que están en la cuenca amazónica, una pastoral de conjunto con prioridades diferenciadas para crear un modelo de desarrollo que privilegie a los pueblos y sirva al bien común. Apoyar a la Iglesia que vive en la Amazonía, con los recursos humanos y financieros necesarios para que siga proclamando el Evangelio de la vida y desarrolle su trabajo pastoral en la formación de laicos y sacerdotes a través de seminarios, cursos, intercambios, visitas a las comunidades y material educativo” (DAp. 475).

“Paquetico de regalo” para la Familia Consolata

Colocamos, en el mismo “paquetico de regalo” la misión en esta nueva “comunidad de vida” llamada Amazonía, que nos incorpora al dinamismo de la Continentalidad que está construyendo el Instituto.

La Continentalidad nos exige fuertes identidades locales y aperturas universales, claras y definidas opciones misioneras ad gentes, dinámicas y concretas interacciones e intercambios.

Una Región Andina, con una opción misionera tri-fronteriza en la Amazonía, nos ofrece un “escenario misionero de consolación-liberación” que nos convida, para no decir que nos exige, a encontrarnos en la “comunidad amazónica de la Consolata” (Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, sin desconocer los otros países en los cuales no estamos presentes como Misioneros/as de la Consolata) y seguir tejiendo la continentalidad y catolicidad de la Familia Consolata desde el lugar de la misión.

MISIÓN INTERCULTURAL

Hoy, Misioneros de la Consolata ad gentes, buscamos la consolidación de un Proyecto Misionero Regional, no importado sino germinado desde nuestras raíces. Adentrándonos en el vientre de esta tierra andina-amazónica encontramos las matrices para el mismo, como nos lo recuerda Aparecida: “los indígenas constituyen la población más antigua del Continente. Están en la raíz primera de la identidad latinoamericana y caribeña. Los Afro descendientes constituyen otra raíz que fue arrancada de África y traída aquí como gente esclavizada. La tercera raíz es la población pobre que migró de Europa desde el siglo XXVI en búsqueda de mejores condiciones de vida y el gran flujo de inmigrantes de todo el. mundo desde mediados del siglo XIX. De todos estos grupos y de sus correspondientes culturas se formó ele mestizaje que es la base social de nuestros pueblos latinoamaericanos y caribeños” (DAp 88).

Pienso que sea esta la razón primordial para que unos misioneros/as, extranjeros y peregrinos como la Iglesia de Jesucristo (cf. 1Pd 2, 11), fueran buscando el “lugar del ad gentes” y se hieran próximos, paulatinamente, de los pueblos indígenas y afro descendientes presentes en la geografía regional. Los fueron percibiendo sociológicamente pobres, culturalmente diferentes y religiosamente poseedores de otras experiencias espirituales y teológicas.

Estas razones, iluminadas desde el magisterio general del Instituto y de la Iglesia en el Continente que nos recuerda que “La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto histórico” (DA 367), llevaron a la Región IMC Colombia- Ecuador a hacer de estos pueblos su “opción misionera ad gentes y de consolación- liberación”.

Hoy, después de años de práctica misionera, estamos invitados por los pastores de la Iglesia latinoamericana a “descolonizar las mentes, el conocimiento, recuperar la memoria histórica, fortalecer espacios y relaciones interculturales…” (DAp 96) con estos pueblos que “son, sobre todo, “otros” diferentes” (DAp 89) que “emergen ahora en la sociedad y en la Iglesia”. Este hoy, reconoce Aparecida, es un “kairós” para profundizar el encuentro de la Iglesia (del Instituto) con estos sectores humanos que reclaman… ser tomados en cuenta en la catolicidad con sus cosmovisión, sus valores y sus identidades particulares…” (DAp 91).

“Paquetico de regalo” para la Familia Consolata

Colocamos en el mismo “paquetico de regalo” nuestras “opciones misioneras ad gentes”, para que sigamos, apoyados en los Encuentros de Pastoral Afro – EPAs y de Teología India continentales, viviendo y realizando la misión ad gentes en el “nuevo paradigma de la interculturalidad” (cf. D.G. IMC: Carta Magna para el Bienio de la Interculturalidad), inspirados en la pedagogía evangelizadora de la Morenita del Tepeyac, Nuestra Señora de Guadalupe.

Claro está que para vivir y realizar una misión comprometida con la descolonización no es suficiente renovar los contenidos, las formas, nuestro ardor, los métodos y las expresiones, como afirma el Documento de Santo Domingo (1992). Será necesaria una renovación en la comprensión misma de la misión, que ya no será más “un llevar la buena noticia” a quienes no la tienen, sino un ir para “recoger la buena noticia” encarnada en la historia y las culturas de los pueblos “otros”, diferentes de nosotros, en sincero diálogo intercultural, sin dejar de anunciar y testimoniar nuestra fe en el Encarnado-Crucificado-Resucitado.
Ultima modifica il Sabato, 07 Febbraio 2015 21:35

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