El Concilio Vaticano II empuja a los laicos a asumir un rol activo en la Iglesia, a formar una Iglesia de comunión inspirada en la Trinidad, que no se estructure de manera piramidal, sino horizontal, de pueblo. Aparecida (Nº 174) insta a las parroquias a que inviertan “los mejores esfuerzos, en este inicio del tercer milenio, en la convocatoria y en la formación de laicos misioneros… para poder llegar a responder a las exigencias misioneras del momento actual”.
“La Iglesia somos nosotros”
La Pastoral Afrocolombiana de la Arquidiócesis de Cali les presenta el camino recorrido en una de las comunidades parroquiales que cumple un año de formación y empieza a dar signos de una evangelización encarnada en la realidad de la gente.
El trabajo en la parroquia de Nuestra Señora de Aguablanca es uno de los apostolados que realiza la Pastoral Afro; nace del proceso más antiguo que empezó de forma oficial en el año 2001 y que ha ido cogiendo fuerza en otras comunidades parroquiales.
En estos procesos participan también una comunidad de base en el barrio Unión de Vivienda Popular y otra en Villa Paz (Jamundí).
El Proyecto pastoral 2009-2010 de la Parroquia de Ntra. Sra. de Aguablanca en su presentación dice:
“Somos una comunidad de hombres y mujeres, jóvenes adultos y niños procedentes de distintas partes de la costa pacifica, Cauca y el Valle del Cauca. Hoy, por varios motivos vivimos en el Distrito de Aguablanca, en el oriente de la ciudad de Cali, entre los barrios Manuela Beltrán, Villa San Marcos. Puerta del Sol, el 9 de Enero e Invicali, que son los cinco barrios que cubre la parroquia Nuestra Señora de Aguablanca.
“Nos hemos propuesto, en el ámbito de nuestra parroquia, realizar desde nuestra cultura, la evangelización integral y la promoción humana del pueblo afro. Por eso queremos despertar la conciencia de los afrocaleños para redescubrir su realidad, su historia, la riqueza cultural, espiritual, política y económica, desde su identidad como pueblo.
En este sentido asumimos y tratamos de llevar en la vida de cada día lo que los obispos en Aparecida dicen a toda la Iglesia latinoamericana y que acatamos como si lo dijeran a nosotros personalmente: ‘…Animar a cada pueblo para construir en su patria una casa de hermanos, donde todos tengan una morada para vivir y convivir con dignidad…sintiendo la alegría de querer ser y hacer una nación, un proyecto histórico sugerente de vida en común…educar y conducir cada vez más a la reconciliación con Dios y los hermanos. QUEREMOS SUMAR Y NO DIVIDIR, cicatrizar heridas, evitar contraposiciones y peligrosas exasperaciones y polarizaciones, creando mecanismo de integración digna, justa e equitativa en el seno de cada uno de los grupos’ (Aparecida Nº 34)”.
“…y la Iglesia crece con nosotros”
Aparecida menciona y empuja a las “Comunidades eclesiales de base”. Lo que surgió y está creciendo en Ntra. Sra. de Aguablanca es una “pequeña comunidad cristiana ministerial”. Ella cultiva y desarrolla en común el valor de la igual dignidad, de las funciones de los bautizados y de la responsabilidad individual y colectiva que se traducen en servicio a la comunidad. Se afirma el don del Espíritu que se le da a cada uno; así el pueblo puede acceder a la Palabra desde la base, sin tenerla y recibirla siempre y sólo del presbítero.
Un estilo de vida que tiene en si todos los gérmenes para un contagio masivo
Desde el Concilio Vaticano II a nuestros días se ha venido cuestionando en el ámbito de la pastoral de la Iglesia Católica en América Latina, y no solo en ella, un estilo de hacer misión que inducía a tratar la gente como niños y pretendía “vaciar la mente del sujeto evangelizado” para introducir en ella ideas cristianas, sin ningún ajuste del cristianismo a las culturas locales.
En la experiencia en cuestión hay un avance y superación de este estilo anticuado y paternalista, están puestas las bases para una evangelización inculturada.
Nada nuevo, en realidad: los principios son los de las primeras comunidades cristianas, como se pueden ver en los Hechos de los Apóstoles y las cartas de san Pablo - comunión, coparticipación y corresponsabilidad - (Hch 4, 32-35).
En una comunidad así, cada bautizado tiene un rol activo, de servicio gratuito a la comunidad a la que pertenece. El modelo se contrapone y sustituye el del misionero que tiene a su servicio un catequista principal, escogido por él y retribuido para varios encargos.
El paso prevé un cambio de mentalidad, no sólo en la gente, sino también en la jerarquía eclesiástica; por eso su proceso se prospecta lento y no exento de problemas.
Con toda humildad y sencillez esto es lo que la comunidad afro de Aguablanca, desde su pobreza, ofrece a la Iglesia Arquidiocesana de Cali en su centenario.