El Acompañamiento Como Metodología Misionera

Pubblicato in Missione Oggi

Se nos propone una reflexión sobre el ejercicio de la caridad a partir de la actitud de compartir la vida, abiertos no sólo a los más cercanos de nuestro entorno geográfico sino ampliando nuestro horizonte más allá de las fronteras a la gran familia de toda la humanidad. El primer anuncio del Evangelio propio de la labor misionera ha estado siempre ligado a la promoción humana de las personas destinarias de esta Buena Noticia y de hecho supone una constante labor transformadora no sólo de las personas concretas sino también de su entorno social y cultural.

 

Apuntes antropológicos sobre el acompañamiento

 

Al inicio de esta reflexión conviene recordar algunos presupuestos, ya conocidos, pero que por su gran riqueza de matices y diversidad pueden llevarnos a conclusiones o a prácticas muy distintas:

 

  1. Humanismo Integral (1), basado en la dignidad de la persona humana.

 

Con frecuencia se habla de desarrollo integral, nos podemos preguntar: ¿Por qué humanismo en vez de desarrollo? La idea de humanismo es más amplía y nos orienta hacia la búsqueda del bien y no sólo hacia la satisfacción más inmediata de las necesidades. Al ser integral se refiere a todos los ámbitos de la persona y a todo ser humano sin exclusión.

 

Si bien algunos pensadores actuales sobre la lucha contra la pobreza como Jeffrey D. Sachs (2), Amartya Sen (3) presentan una especie de “humanismo ilustrado”, en donde se coloca el acento en la razón y en la capacidad del hombre, a través de la ciencia y del análisis social, para ir descubriendo nuevas metas y horizontes futuros de progreso; en cambio, el humanismo integral se sirve de la razón y de la ciencia pero no les concede el privilegio de la infalibilidad. Nos dice el salmo 35 sobre el malvado: “Maquina maldades en su lecho, se obstina en el camino equivocado, incapaz de rechazar el mal” (4). De hecho en nuestros días asistimos a actos de terrorismo, corrupción, especulación financiera…, que suponen una preparación minuciosa y un uso especializado de medios tecnológicos y científicos.

 

La sabiduría de los pueblos, las tradiciones fruto de los diversos procesos históricos, las experiencias religiosas de la humanidad se ponen al servicio de la búsqueda del bien emprendida por el humanismo integral. La profecía escruta la realidad de la persona, su fragilidad e inconstancia, y denuncia el mal abriendo un horizonte de esperanza. La sabiduría nace de la profecía, descubre formas nuevas de gobierno y aconseja a los poderosos. La sabiduría contempla la obra de la creación y aprende del mismo dinamismo del Creador fuente de la Verdad y la Belleza. La sabiduría descubre en la armonía de la celebración, de la liturgia, el gozo, la alegría de la fiesta como inspiración de nuevas relaciones humanas.

 

En el centro de la fe cristiana encontramos a Dios Trinidad, uno y diverso en sí mismo. Un Dios fuente de bondad, que crea al hombre y a la mujer a su propia imagen (Gn 1,26), y les da la capacidad de ordenar su vida hacia unos fines para que puedan desarrollarse de acuerdo con la bondad de la imagen según la cual han sido creados. La persona humana creada a imagen de Dios está llamada a participar en la misma vida divina por medio de la salvación que nos trae Jesucristo, y a crecer en dignidad a partir de la aceptación y desarrollo de los dones del Espíritu. Al mismo tiempo la persona se descubre como un ser limitado. La falta de realismo en la aceptación de su finitud conduce al hombre al aislamiento, o a la pretensión de poseer o anular al otro (Gn 3,1ss.). La persona se realiza en su apertura hacia la transcendencia y hacia la relación y el encuentro con las demás personas.

 

  1. “Identidad-identidades” de la persona en una cultura abierta a otras culturas.

 

Amartya Sen en su libro Identidad y Violencia (5) analiza las causas de la situación actual que puede derivar hacia un antagonismo entre civilizaciones y la hostilidad y violencia que va en aumento por la falta de comprensión de las pluralidades de la identidad humana, entendiendo, de forma errónea, que dichas identidades se superponen y actúan una en contra de otra, incapaces de superar la línea rígida de división que las hace impenetrables (6). A. Sen expresa la necesidad de dar forma a la concepción de un mundo global en el que nuestras lealtades nacionales y locales sean totalmente reemplazadas por un sentido global de pertenencia (7).

 

El concepto del relativismo cultural tiene una larga trayectoria dentro de la antropología. Nos podemos preguntar: ¿Es cada cultura una estructura cerrada que no se corresponde con nada diverso de sí misma? Esta idea choca con la complejidad de las sociedades, conduce a un determinismo que perpetúa las desigualdades sociales, y lleva incluso a confundir la diferencia cultural con la violencia estructural (8).

 

Joseph Ratzinger en su libro Fe, Verdad y Tolerancia (9) propone un concepto histórico más abierto de cultura: “la cultura es la forma de expresión comunitaria, nacida históricamente, de los conocimientos y valores que marcan su sello sobre la vida de la comunidad”. “La elevación de una cultura se muestra en su apertura, en su capacidad para dar y recibir, y para llegar a ser de este modo más conforme a la verdad, más conforme al ser del hombre”. “El encuentro de las culturas es posible porque el hombre, en medio de todas la diferencias de su historia y de sus formaciones comunitarias, es uno solo, es una misma y única esencia”.

                 

 Diversas imágenes han intentado expresar la dinámica entre una diversidad de expresiones culturales y la necesidad de valorar la riqueza que cada rasgo cultural aporta y al mismo tiempo no perder de vista el horizonte común de unidad hacia el cual se aspira. La cultura abarca la totalidad de la vida de un pueblo, un pueblo que aparece con muchos rostros. Los “rostros” diversos personifican las expresiones culturales, pero no podemos perder de vista el complejo mundo cultural que existe detrás de cada “rostro”. Un mural con multitud de rostros puede expresar originalidad e incluso belleza frente a lo variopinto de una multitud de razas y pueblos. La idea de un mosaico en el que cada pieza representa una expresión cultural diversa y encaja perfectamente en un conjunto que puede dar una imagen armónica y bella. Sin embargo, tanto la imagen del mural con rostros diversos como la del mosaico no dejan suficientemente constancia de la profundidad humana de los ámbitos culturales y tampoco de la unidad a la que se pretende llegar, podría quedarse en una mera yuxtaposición de elementos diversos. Se nos pide un salto de calidad, pasar de identidades, o culturas, como estructuras, castillos cerrados o armaduras que nos aíslan y protegen, pero que al mismo tiempo pueden crear violencia, a la apertura de los ecosistemas, a la interacción y al encuentro.

 

La yuxtaposición de las notas musicales de una sinfonía conduce a una armonía pero para que se produzca un encuentro entre las personas que la escuchan se necesita entrar en la experiencia estética que las aúna. La acumulación de ingredientes en una comida puede producir un plato sabroso, pero se trata de apreciar y gustar juntos. Nos podemos imaginar a dos enamorados de culturas diferentes. Entre estas dos personas de procedencias diversas surge un acontecimiento nuevo. Este acontecimiento es el amor que nace entre ellos y que va más allá, trasciende, sus propias diferencias pero no las elimina. La fe cristiana nos anuncia “un acontecimiento” que transforma la historia de la humanidad “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5).   Necesitamos esta capacidad de “ir más allá” de “trascender” la mera acumulación de expresiones culturales para llegar a descubrir los auténticos valores humanos que crean unidad.

 

  1. Inculturación: dinámica que realiza la llamada universal del Evangelio.

 

Después de crear todas las cosas y al ser humano, Dios confía la tierra y la naturaleza al hombre y a la mujer para “cultivarla y guardarla” (Gn 2,15). El ser humano está invitado a ser cooperador de la creación, pero con dependencia del Creador. El hombre y la mujer son conscientes de su grandeza, pero también de sus limitaciones. La naturaleza es simultáneamente un don y una vocación para la persona. La naturaleza como don creado, se presenta como una realidad buena que es fuente de recursos (bienes) y fuente de orientaciones (verdades).

 

“El hombre interpreta y modela el ambiente natural mediante la cultura, la cual es orientada a su vez por la libertad responsable, atenta a los dictámenes de la ley moral” (10). La fe en Cristo no se identifica con ninguna cultura, pero en cuanto es vivida por hombres toma elementos de las culturas, aunque la fe se sitúe en un plano diverso. “La síntesis entre la fe y la cultura no es sólo una exigencia de la cultura sino de la fe. Una fe que no llega a convertirse en cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada y no fielmente vivida” (11). La Iglesia quiere animar desde el interior de las culturas los recursos de verdad y de amor que Dios ha puesto en su creación como “Semina Verbi” (12). La llamada del Evangelio no puede renunciar a su misión transformadora universal y tampoco identificarse con realizaciones temporales imperfectas, el Reinado de Dios que anuncia Jesús, no es presente y futuro a la vez, sino que es inminente, envuelve toda la realidad humana, la empuja y le da forma en cada momento presente en un dinamismo que nos conduce hasta el final de los tiempos (13).

 

Juan Pablo II en la Redemptoris Missio, 52-54, nos describe el proceso de inculturación. La inculturación “significa una íntima transformación de los auténticos valores culturales mediante su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en las diversas culturas”.

 

Andrés Tornos en su libro Inculturación, Teología y Método (14) propone tres aspectos que caracterizan el proceso de inculturación de la fe cristiana:

 

  1. La fe crece hacia adentro de la cultura en la que se implanta, no al margen de ella o contra ella.
  2. Este proceso de crecer hacia dentro no se da por acabado nunca: por eso la inculturación es un proceso continuado, como continuado es el devenir de la cultura.
  3. La comunidad cristiana incultura el Evangelio en su nuevo ámbito.

 

Nos dice Michael Amaladoss (15) que “este proceso ha de contemplarse no desde el punto de vista del ‘misionero’ que lleva la Buena Nueva, sino desde las personas que responden a ella de forma creativa”. La inculturación de la fe en Cristo en una comunidad pasaría por las siguientes fases:

 

  • Una primera de aculturación, en la cual se produce un intercambio entre la cultura de los portadores de la fe y la de la comunidad a la cual estos quieren evangelizar, pero hablan cada uno desde su propia mentalidad, mediando a lo sumo entre ambas una adaptación o acomodación externa.
  • Una segunda en la cual los receptores de la fe bajo la guía del Espíritu formulan, viven, celebran su fe con arreglo a su propio pensar y sentir.
  • La comunidad comienza a transformar desde dentro con la fuerza del Evangelio su propia cultura. Evangelizar significaría, en buena parte, discernir, criticar, denunciar, y comprometerse en la transformación de aquello que, en una cultura, contradice el Evangelio y pone en peligro la dignidad del ser humano.

 

Todos los ámbitos de la persona y de una determinada sociedad están llamados a una renovación constante a la luz de los valores evangélicos, y cada miembro de esta comunidad humana participa de esta tarea en el ambiente propio en el que se desenvuelve. 

 

  1. La solidaridad global.

 

En el mes de julio de 2014 se hizo público el Informe sobre Desarrollo Humano 2014 “Sostener el Progreso Humano: reducir vulnerabilidades y construir resiliencia” del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (16). Este informe advierte de la necesidad de proteger el desarrollo humano hasta ahora conseguido y de estar alerta frente a las “vulnerabilidades” actuales. En el informe se define el término “vulnerabilidad” no solo como el estar expuesto a un riesgo y la capacidad de superarlo, sino también como “vulnerabilidad humana” que significa la prospectiva de eliminación de las capacidades y opciones de la gente. Añade además el término “resiliencia” y “resiliencia humana” para expresar la posibilidad de asegurar a la gente que sus opciones son factibles ahora y en el futuro y que podrán hacer frente y superar acontecimientos adversos, o sea capacitar a la gente para que puedan superar los desafíos que les acechan, quitando las barreras que les impiden actuar libremente y promover sus cualidades. 

 

El Informe sobre Desarrollo Humano 2014 menciona las amenazas que actualmente causan mayor vulnerabilidad. En primer lugar encontramos el “Hambre y la Pobreza”: el 12% de la población mundial sufre de hambre crónica, lo que supone una población de 842 millones de personas, 1,200 millones viven con menos de 1.25 dólares USA al día, y 2,700 viven con menos de 2.50 dólares USA al día. En segundo lugar menciona la “Cohesión y la Desigualdad Social”: Las 85 personas más ricas del mundo poseen la misma riqueza que 3,500 millones de personas pobres en el mundo. Después menciona las siguientes amenazas: la inseguridad en los mercados financieros, el cambio climático y los desastres naturales, la falta de coordinación internacional, de cooperación y liderazgo global, la debilidad de las políticas sociales, la dificultad para asegurar un empleo digno, los conflictos armados, y  la emigración.

 

Ningún grupo humano, ningún estado o grupo de estados, independientemente de lo rico que sea o de lo bien armado que esté, puede aislarse de las influencias externas de los ataques militares o terroristas, de la inmigración ilegal, de las epidemias y el comercio de fármacos, de la contaminación y el cambio climático, de las fluctuaciones de los precios, o de las innovaciones científicas, tecnológicas y culturales. Los factores que desempeñan un papel primordial en la explicación de la miseria humana actual son factores globales y por lo tanto una actuación que pretenda ser eficaz a la hora de contrarrestar sus consecuencias negativas o de impulsar su superación debería también verse desde esta perspectiva.

 

En vista de las privaciones masivas y de las actuales desigualdades sin precedentes, sólo podemos comportarnos decentemente si no evitamos reflexionar sobre una reforma institucional global, no elaborada en laboratorios de intelectuales o precursores de un futuro mejor sino fruto de la exigencia de un creciente tejido social que manifiesta y expresa sus propias necesidades y exige la capacidad de poder encontrar creativamente las vías de solución a los problemas que afrontan. “Todo acto económico de envergadura realizado en una parte del planeta repercute en el todo; por ello ningún gobierno puede actuar al margen de una responsabilidad común. De hecho, cada vez se vuelve más difícil encontrar soluciones locales para las enormes contradicciones globales, por lo cual la política local se satura de problemas por resolver. Si realmente queremos alcanzar una sana economía mundial, hace falta en estos momentos de la historia un modo más eficiente de interacción que, dejando a salvo la soberanía de las naciones, asegure el bienestar económico de todos los países y no sólo de unos pocos” (17).

 

Diversas actitudes en el ejercicio de la caridad

 

            Para llegar a consolidar la solidaridad a nivel global necesitamos ir descubriendo los medios más adecuados. Entrar en una dinámica que nos lleve a profundizar en un humanismo integral al servicio de la dignidad de la persona en la búsqueda de comunión y fraternidad dentro de la gran familia humana. La amplitud de miras de este nuevo enfoque nos conduce a una reflexión sobre nuestras actitudes en el ejercicio de la caridad.

 

  1. La justicia Social.

 

Los obispos de la COMECE en su declaración del 27 de octubre de 2011 nos dicen: “Ya en filosofía de la antigüedad la justicia se consideraba como una virtud cardinal. La idea dominante es que a cada persona se le debe conceder aquello que legalmente se le deba. La teología cristiana se apropió esta concepción de la justicia, a la vez que la modificaba de forma decisiva basándose en la igualdad fundamental de todos los hombres y el mandamiento de amar al prójimo. El concepto de justicia social resultante no solo se orienta a las actuaciones y los derechos legales que uno adquiere a raíz de ello, sino que sobre todo se dirige a la igualdad de la dignidad de todos los seres humanos. El mandamiento cristiano de amar al prójimo ha influenciado, a este respecto, nuestra concepción de la justicia en la medida en que cada persona se beneficia no sólo de lo que legalmente se le debe, sino que además ejerce el derecho moral de tener una vida digna en la sociedad” (18).

 

                  Se hacía necesario crear un espacio de generosidad, de solidaridad espontánea y de ayuda voluntaria que apelara a la asunción de una responsabilidad individual, a la caridad activa y la solidaridad, rol que en nuestras sociedades desarrolladas tiende a desempeñar el Estado pero que corresponde a cada individuo y a toda la sociedad. “El Estado es una condición previa para una comunidad ordenada, sin la cual no puede lograrse el desarrollo integral humano. Como las iniciativas privadas por sí mismas no eran suficientes, se pusieron en marcha planes con los que se pretendía institucionalizar la solidaridad mediante el cobro de impuestos y las contribuciones a la seguridad social. La forma de solidaridad organizada por el Estado es fiable, duradera, y, por tanto, necesaria” (19).

 

                  Existe un bien común a nivel nacional y también un bien común a nivel mundial como lo demuestra el hecho de que esté codificado en la mayoría de las cartas constitucionales de los diferentes Estados (20). “La Doctrina Social de la Iglesia defiende la organización de una comunidad de los pueblos, que haga referencia a una autoridad supranacional participada y democrática, una autoridad que no anule los diferentes niveles de organización y poder nacional y regional” (21). Todas las personas con necesidades a nivel mundial deben recibir una protección social que garantice su dignidad, lo cual conlleva una ampliación sin precedentes de los actuales servicios sociales, de la solidaridad global y de la reforma de las instituciones internacionales.

 

                  Una auténtica justicia social basada en el mandamiento del amor al prójimo (Lc 10,25-37) no se reduce a la mera protección de derechos sino que nos mueve a unas relaciones cada vez más fraternas.

 

  1. Nuevas Relaciones que favorezcan la solidaridad y el encuentro.

 

Cuando repetidamente escuchamos la necesidad de inclusión de muchas personas en nuestra sociedad actual, en realidad estamos reflejando que existe una perversión oculta de la alteridad a través de nuestros mecanismos sociales, una especie de violencia institucionalizada que excluye al otro. Hemos pasado de la explotación, de la dominación, y alienación de otros tiempos, a la exclusión, a la desaparición, a la ausencia del otro. La movilidad del mundo actual tiene unas consecuencias no sólo geográficas, de desarraigo al pasar de un lugar al otro, sino también psicológicas, de adaptación a nuevas situaciones y de aceptación de lo diverso en nuestro ambiente social. Vivimos situaciones nuevas frente a constantes intercambios culturales para los cuales no estamos preparados y que además la mayoría de las veces nos cogen desprevenidos.

 

El encuentro con el otro pasa por la reconciliación de cada uno como persona con los demás y de los diversos grupos sociales en lo colectivo. Es cierto que a través de nuestra solidaridad y de nuestra relación con los que carecen de lo más necesario para vivir, nos convertimos en cooperantes potenciales desde nuestros propios hogares, pero no podemos ignorar que también nos relacionamos con ellos, y de una manera aún más significativa, en calidad de beneficiarios de un orden institucional global que contribuye substancialmente a la pobreza que padecen. Es saludable reconocernos parte del problema y de ser conscientes de que personalmente “también yo tengo una deuda pendiente con la otra persona”.

 

Kim Marie Lamberty (22) se pregunta: ¿Es cierto que lo mejor que podemos ofrecer a los demás de nosotros mismos es dinero? Y responde que frente al fracaso en el reconocer la dignidad de otras personas, también nosotros demostramos nuestras carencias en nuestra propia dignidad. Si nos presentamos como un árbol del que cae dinero, esa dinámica va a destruir la dignidad de todos, de ahí la necesidad de aprender a caminar juntos en una relación que refuerce la dignidad de ambos. 

 

  1. El desarrollo y la labor de las Organizaciones no Gubernamentales (ONG).

 

Sin duda, las ONGs han representado un papel prominente en el sector del desarrollo y ha significado una mejora de las condiciones de vida de muchas personas repartidas por todo el planeta. Existe, sin embargo, una crítica creciente hacia la labor de las ONGs e incluso con respecto a una cierta concepción del desarrollo.

 

                  Paul Farmer (23) analiza el concepto de desarrollo usado por los tecnócratas, que dicen a los pobres, si se dirigen a ellos de alguna manera, “vosotros, también, vais a compartir nuestro estándar de vida”. La idea liberal sobre la pobreza sitúa el problema en los mismos pobres: “esta gente está tan retrasada porque rechaza la tecnología fruto de la modernidad, con la ayuda de otros, a su debido tiempo, ellos también lograrán un buen nivel de desarrollo”. El desarrollismo no sólo cancela automáticamente la creación histórica de la pobreza sino que además implica que el desarrollo sigue inevitablemente un proceso lineal, que ocurrirá sin ninguna duda siempre que se sigan los métodos justos, idea errónea si consideramos los presupuestos culturales ya expuestos.

 

                  Algunas sugerencias necesarias para un compromiso más efectivo de la labor de desarrollo que realizamos en las ONGs (24):

 

  • La cercanía a la gente sigue siendo el aspecto más importante que deben mantener y cuidar las ONGs, manteniendo su autonomía y criterios frente a las exigencias de las agencias donantes. Promover a los grupos más marginados para que sean capaces de formular sus necesidades, diseñar sus programas de desarrollo, y de implementar estos programas.
  • Mejorar los lazos entre las ONGs de los países desarrollados y las ONGs y asociaciones de los países en vías de desarrollo. Crear una relación basada en el respeto, en la confianza, en la transparencia y comprensión mutua, con el convencimiento de que se pretende realizar una tarea común.
  • No se trata de competir o suplantar a los gobiernos en sus esfuerzos de promoción social, sino de buscar las causas reales de las situaciones de pobreza y promover una actuación con amplias metas en las cuales los mismos gobiernos estén comprometidos.
  • La lucha contra la pobreza no se puede reducir a paliar los síntomas con intervenciones puntuales a corto plazo, sino que se requieren estrategias para largos procesos de cambio con una implicación política, incluso a nivel global, y un apoyo creciente hacia las organizaciones civiles locales.
  • Exigir transparencia administrativa a los gobiernos requiere ejemplaridad por parte de las ONGs.
  • Habrá que apostar más por la habilidad de las ONGs para ser creativas y darles la posibilidad de experimentar junto con la gente. Lo cual conlleva una evaluación constante y la reflexión continuada de los resultados obtenidos.
  • Se requiere un aumento consistente de los agentes sociales, no sólo profesionales en preparar proyectos e informes para satisfacer las peticiones de los donantes, sino capaces de relacionarse con los beneficiarios, conectando con su estilo de vida, sus valores y sus iniciativas.

 

  1. Límites del asistencialismo.

 

El compromiso hacia la solidaridad global nace de la responsabilidad individual y de una llamada activa y eficaz hacia la caridad y al mismo tiempo forma parte del compromiso de toda la sociedad y sus instituciones. Nos encontramos frente a situaciones de personas enfermas, incapacitadas que requieren una atención particular y un cuidado minucioso para cubrir todas sus necesidades. Surgen situaciones de emergencias en donde una respuesta inmediata y urgente es imprescindible, por parte de toda la sociedad. Este tipo de acciones se refieren a unas personas con unas características determinadas y a unas situaciones localizadas en un lugar y en un tiempo concreto, y conviene evitar la espontanea tendencia de generalizar y mantener por un tiempo ilimitado estas actividades.

 

Pueden ser sugerentes las ideas que propone Paul Farmer (25) cuando comenta que el hecho de que proliferen comportamientos “caritativos” es un síntoma de que la sociedad ha fracasado a la hora de actuar contra la erosión de la desigualdad y que, por lo menos en parte, ha abandonado las esperanzas de la eliminación de la pobreza.  

 

 

 

Claves o pautas del acompañamiento

 

 

La raíz de la palabra acompañamiento significa “compartir el pan juntos” (ad cum Panis en latín). Este estilo de acompañar que proponemos tiene su origen en la experiencia mística: Dios toma la iniciativa de acompañarnos y compartir su vida con nosotros. En Jesús, toma rostro humano y entra en nuestra historia haciéndose compañero de camino. Como con los discípulos de Emaús (Lucas 24, 13-35), Jesús camina con nosotros, crea relaciones de amistad, nos transmite confianza, enciende el fuego de su Amor en nuestro corazón, nos explica, nos interpela, comparte con nosotros el pan y nos invita a colaborar con El. Esto tiene mucho que ver con estar atentos al Espíritu del Señor, discernir su presencia, dejarnos guiar por El en nuestras acciones y relaciones. Hablamos del acompañamiento como una metodología misionera que nos configura y nos da un estilo de ser, estar, pensar, sentir, amar, compartir y actuar en el mundo. El modo y la calidad del acompañamiento dicen mucho de nuestra identidad, del modo como nos relacionamos con nosotros mismos, con otros y con Dios. A mayor profundidad en las relaciones, aumenta la capacidad para percibir la hondura de la realidad.

 

En el acompañamiento es necesario tener en cuenta diferentes aspectos: la familia biológica, la cultura, las tradiciones y costumbres, las creencias religiosas, el contexto con sus valores y contravalores que van configurando a la persona. Se trata de acompañar para crear, apoyar, confrontar, fomentar los hábitos del corazón: el respeto de la dignidad, la responsabilidad, la justicia, la paz, la libertad, la solidaridad. Asumir e integrar los límites propios de la condición humana y aprender a gestionarlos, acompañando los procesos hacia una resolución pacífica de los conflictos, y aporta habilidades para curar heridas, estrategias positivas y herramientas para construir puentes que favorezcan la Vida “para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10).

 

Necesitamos una pedagogía contemplativa para percibir con todos nuestros sentidos, a Dios presente en el fondo de la realidad, acompañando, sosteniendo e impulsando el crecimiento y desarrollo integral de las personas y los pueblos. Estamos hablando de la mística de ojos abiertos de Benjamín González Buelta SJ (26) “El místico de ojos abiertos, abre bien los ojos para percibir toda la realidad, porque sabe que la última dimensión de todo lo real está habitada por Dios. Se relaciona con el mundo, dándose cuenta de las señales de Dios que llena todo lo creado con su acción incesante, con su fascinante creatividad sin fin. La pasión de su vida es mirar y no se cansa de contemplar la vida porque busca en ella el rostro de Dios.

 

 

Nuestras convicciones orientan nuestra acción. Afectan a la memoria, entendimiento, libertad y voluntad (Ejercicios Espirituales nº 45). Creemos en el dinamismo interior de cada persona que la orienta y le hace superar crisis y dificultades. Creemos que Dios obra en cada persona, recreándola cada día, como un ser único e irrepetible. Creemos en la libertad humana, capaz de crear, construir, amar, y optar. Creemos que el plan de Amor de Dios, promueve la libertad, nos invitan a tomar en serio los medios humanos para ser instrumentos de la acción de Dios en otros. Somos mediación los unos para los otros. Dios se ha encarnado en nuestra humanidad y nos introduce a la Divinidad desde nuestra misma historia.  Él ha venido a acompañarnos y a enseñarnos su misma manera de proceder. Creemos que Cristo es el modelo de la persona. Contemplando a Cristo nos encontramos a nosotros mismos, escuchándole nos descubrimos, siguiéndole nos hacemos libres para amar y servir en todo (Ejercicios Espirituales nº 233).

 

Se trata de quitarnos del centro y poner a Cristo. Con El, en El y por El ir a los hermanos/as. Pasar del Yo al nosotros. Pasar de la obligación, al deseo de amar sirviendo. Pasar de buscar éxitos en los proyectos personales, a estar unidos al PROYECTO de JESUS.

 

Para ejercer la Caridad bien entendida, necesitamos conectar a niveles profundos con esta fuente del Amor, sentir que todos estamos en este Proyecto de Dios, que todos estamos en su corazón y que a todos nos ama incondicionalmente y sin exclusión, donde los empobrecidos y más vulnerables, son sus predilectos.  Este Amor de Dios, desde dentro nos libera del egoísmo, individualismo, racismo, complejo de superioridad, y es el cauce para entrar en el doble movimiento del corazón: dar y recibir con gratuidad y generosidad. Todos tenemos algo que dar y todos tenemos algo que recibir. Este doble movimiento es vital para vivir la caridad con “relaciones justas”, donde la dignidad es tenida en cuenta, sin paternalismos, ni dependencias malsanas.

 

Es necesario salir del dualismo “pobres-ricos”, “arriba-abajo”, “norte –sur”, “blancos-negros”, para entrar en un nuevo espacio donde lo importante es la dignidad de cada persona. Salir del paradigma de la misión unidireccional de Europa hacia otros continentes. Una nueva concepción de la misión que no está atada a la geografía. La MISION CUM GENTIBUS en un mundo global, trabajando en red, en interacción y con otras personas de diferentes maneras de pensar y de creer…pero todos uniendo fuerzas por los derechos humanos y el desarrollo integral.

 

 

Las actitudes son disposiciones hondas que condicionan la percepción, el sentir y el actuar en el acompañamiento. Una actitud se aprende, se desarrolla, se contagia. Consideramos importantes las siguientes actitudes:

 

  • Escuchar: una escucha atenta, con un a priori positivo hacia el otro. Una escucha activa hacia la experiencia del otro que le hace sentirse estimado y apoyado. Escuchar la realidad exterior con una mirada amplia más allá de fronteras y percibir lo que pasa por dentro de la idiosincrasia de cada pueblo, cada persona, y cultura. Desarrollar un sexto sentido para darse cuenta del paso de Dios por la vida propia y ajena. Escuchar siempre será indispensable para vivir el acompañamiento como misión.
  • Confiar: la confianza en Dios, en uno mismo y en el otro, es fundamental para vivir el acompañamiento a todos los niveles. Permitir que el otro sea. Confiar en la acción de Dios que está presente en los demás. El Espíritu nos precede en cada misión, Él ya está en los países donde somos enviados. Confiar en las búsquedas de la gente, en sus propios descubrimientos y en sus procesos. Construir confianza en nuestras comunidades, familias, ambientes, en nuestros equipos... Un acompañamiento sin este confiar se vuelve manipulación.
  • El arte de la compasión: es una manera de amar al otro, en su situación concreta, como Cristo le ama. Tratar de percibir desde el interior del otro, sin juicios externos, sin discriminación. Empatizar, intentar entrar en la onda del otro. Se trata de abrazar con ternura y con pasión a la otra persona. Y actuar con gestos concretos como el Buen Samaritano (Lucas 10, 29-37).
  • Bendecir: significa desear y querer incondicionalmente el bien para los demás y para los acontecimientos de la vida. Significa invocar la protección divina sobre alguien o sobre algo, pensar en él con profundo reconocimiento y evocarle con gratitud, cultivar la actitud de bendecir y de ser bendición para los demás.
  • Tener visión: es percibir hacia donde sopla el Espíritu, y requiere sensibilidad, ánimo para comprometerse con la gente a sacar adelante los proyectos, paciencia para caminar al ritmo de la gente, y con esperanza activa. Tener visión para discernir en equipo los proyectos apropiados contando con la gente, sus iniciativas y creatividad, según los contextos y los signos de los tiempos.

 

  1. Modos de proceder.

 

Al hablar de modos de proceder nos referimos a las acciones concretas para que las convicciones y actitudes se hagan opciones, proyectos y relaciones, proponemos los siguientes:

 

  • Formar a las personas a todos los niveles. Es fundamental capacitarlas para la gestión de los proyectos con transparencia y honradez. Preparar a los que van a formar a otros para que sean protagonistas de sus propios procesos de transformación. Tenemos la asignatura pendiente de la promoción integral de las mujeres, tanto en la Iglesia como a todos los niveles de la sociedad. Hoy en día se habla de “empoderar”, de capacitar a las personas para que sean las verdaderas protagonistas de su desarrollo. También cuidar la formación de las personas responsables del ejercicio de la caridad en las Caritas locales, parroquiales y diocesanas.
  • Promover el trabajo en equipo y el diálogo: Hoy en nuestro mundo plural estamos llamados a crear espacios de encuentro y diálogo entre diferentes culturas, pueblos, lenguas, religiones. Acompañar es dialogar en verdad, descubriendo juntos las huellas de la presencia de Dios. Dialogar es un modo de compartir la vida: dar y recibir de forma apropiada, según los ambientes. También es necesario cuidar los espacios y tiempos para la oración personal y comunitaria: diálogo con el Señor.
  • Suscitar grandes deseos: hoy en medio de tanta superficialidad, mediocridad, frivolidad, indiferencia estamos llamados a ser profetas que despiertan sueños profundos y que suscitan sed de infinito.
  • Discernir: para desenmascarar los engaños, tomar las decisiones apropiadas para que fluya la vida por el bien común y optar por lo que mejor nos lleva hacia el Proyecto de Dios.
  • Confrontar: suscitar interrogantes para aclarar y dar nueva luz en los procesos concretos.
  • Ayudar a crecer con realismo: teniendo en cuenta los procesos de crecimiento, las situaciones concretas, ir al ritmo de las personas, sin quemar etapas, y con sabiduría. Realismo al acompañarnos mutuamente, dando los pasos posibles, y todo ello sin perder de vista la meta que queremos alcanzar.
  • Disponerse a llevar la cruz, integrando en la vida el misterio pascual: este estilo de acompañamiento nos capacita para integrar el dolor, el fracaso, fortalecer el compromiso y ser capaces de transformar las dificultades en fuerza que nos impulsa a construir un mundo más justo y fraterno, según el estilo de Jesús de Nazaret.
  • Crear vínculos para ir construyendo la Familia de la Humanidad: Se trata de promover las relaciones que favorezcan la comunión, la interacción, el apoyo mutuo, los vínculos significativos, el trabajo en redes para el ejercicio de la Caridad en la lucha por la Justicia, y para compartir la buena noticia del Evangelio. Los nuevos medios tecnológicos nos ayudan a crear puentes y a unir los pueblos más allá de las fronteras.

 

 

Constatamos algunos retos en el acompañamiento:

 

  • Las relaciones paternalistas: ciertas actitudes en el ejercicio de la caridad favorecen la mendicidad y crean dependencia. Se trata más bien de empatizar realmente con las personas y colaborar para que ellas sean las verdaderas protagonistas de su desarrollo.
  • Fomentar la resiliencia, la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida: superar las adversidades e incluso ser transformado por ellas de forma positiva. Construir resiliencia y crecer en esta capacidad pide mucha determinación personal y el apoyo de grupos, instituciones y de la sociedad. Nuestro compromiso va en la línea de ser mediadores y de apoyo. El enfoque de la resiliencia desplaza la manera tradicional de acentuar las carencias y los factores de riesgo para potenciar las fortalezas y la capacidad creativa de cada persona y de su entorno. La crisis económica actual puede ser una oportunidad para aprender, comprometerse y crecer en resiliencia, en la búsqueda de alternativas que reivindiquen otro modelo de conciencia humana según los criterios de la solidaridad integral, “algo nuevo está brotando”.
  • Favorecer la capacidad de establecer vínculos y generar liderazgos auténticos y participativos: El ejercicio de la Caridad no se limita a los proyectos de construcción de casas, escuelas, capillas, centros de salud… Es mucho más, se trata de promover a las personas en su totalidad: física, emocional, intelectual y espiritual.

 

El estilo del acompañamiento como metodología misionera nos abre a un nuevo horizonte en la misión, con una mirada contemplativa con la que vamos percibiendo las Semillas del Reino por todas partes. Ver el mundo desde los ojos de Dios nos lleva a ponernos al servicio de la humanidad, como lo hace Jesús, y a dejar crecer en nosotros mismos una sensibilidad nueva, que transforma nuestras relaciones con los demás y posibilita el ir juntos en la construcción de una humanidad nueva. 

 

 

 

Notas:  

 

  • J. Maritain, Humanismo Integral. Madrid 2001, 2 ed.
  • J. D. Sachs. The end of poverty. Economic possibilities for our time. New York 2005, 347-350, “globalización ilustrada”  358.
  • A. Sen. La Idea de Justicia. Madrid 2010, 225-248.
  • Sal 36 (35) ,5 Nueva Biblia de Jerusalén, Revisada y Aumentada. Bilbao 1998.
  • A. Sen. Identidad y Violencia. La ilusión del destino. Madrid 2007, 73.
  • A. Sen. Identidad y Violencia…, 12.
  • A. Sen. Identidad y Violencia…, 244.
  • P. Farmer. Pathologies of Power, Health, Human Rights, and the new war on the poor, London 2005, 47.
  • Ratzinger. Fe, Verdad y Tolerancia. El Cristianismo y las religiones del mundo. Salamanca 2006, 55-59.
  • Benedicto XVI. Carta Encíclica Caritas in Veritate. Madrid 2009, 100, n. 48.
  • Juan Pablo II. Alocución al “Consejo Pontificio de la Cultura”. 20-V-1982. L’Osservatore Romano 6-VI-1982.
  • Documentos del Vaticano II. Decreto “Ad Gentes divinitus”. Madrid 1978, 32 ed., p. 496 n. 11 y p. 500 n. 15.
  • J. A. Meier. A Marginal Jew. Rethinking the Historical Jesus. Volume 2: Mentor, Message, and Miracles. New York 1994, 451-452.
  • A. Tornos Cubillo. Inculturación, Teología y Método. 2001, 183.
  • Amaladoss. Al encuentro de las culturas. Cómo conjugar unidad y pluralidad en las Iglesias. Madrid 2008, 9.

 

  • Human Development Report 2014. Sustaining Human Progress: Reducing Vulnerabilities and Building Resilence. Published for the United Nations Development Programme (UNDP), Internet.
  • Evangelii Gaudium. La alegría del Evangelio. Madrid 2013, 190 n. 206.
  • Una Comunidad Europea de Solidaridad y Responsabilidad. Declaración de los Obispos de la COMECE Sobre el objetivo de una economía social de mercado competitiva del tratado de la UE. COMECE – 27 de octubre de 2011, 3. Internet.
  • Una Comunidad Europea de Solidaridad y Responsabilidad…, 4.
  • M. Toso. Las finanzas al servicio del bien común y de la paz. Secretario Pontificio Consejo Justicia y Paz, en Corintios XIII – Revista de Teología y Pastoral de la Caridad, abril-junio 2013 / n. 146, 139.
  • Las finanzas al servicio del bien común y de la paz…, 143.
  • K.M. Lamberty, DMin. Toward a Spirituality of Accompaniment in Solidarity Partnership. Missiology: An International Review, Vol. XL 2, April 2012, 186-187.
  • Pathologies of Power. 155.
  • J. Martín Ruiz. Pobreza Extrema. El gemido de una humanidad enferma. Internet. Madrid 2014, 42-44.
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  • González Buelta. “Ver o perecer” Mística de ojos abiertos. Santander 2006, 63-64.

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