"Del pozo... a la posada..."

Pubblicato in Missione Oggi

Premisa

No es nuestra intención hacer un resumen del Documento de Trabajo (IL), ni tampoco dar muchas informaciones y detalles acerca de las respuestas y reacciones. Unas cien contribuciones se han enviado a la secretaría del Congreso y algunas decenas han sido publicadas en revistas, páginas web, etc. Agradecemos a todos los que han reaccionado: esta síntesis interpretativa es una respuesta a la colaboración recibida. Sugerencias, ampliaciones y críticas están aquí presentadas en tres grandes grupos: texto, contexto y pretexto. Una relectura transversal y dinámica - que podríamos llamar metatextual - ayudará a abrir nuestras historias hacia nuevos horizontes y nuevas aventuras evangélicas y carismáticas.

- I-

RESPUESTAS Y PROPUESTAS SOBRE
EL “DOCUMENTO DE TRABAJO”


1. EL TEXTO

El tono positivo, pluralista, animador del texto ha sido apreciado por muchos. La presentación de los grandes temas socio-culturales con estilo realista, sincero, y provocador ha tenido amplia aceptación. La ósmosis entre visión fenomenológica e interpretación teológica y eclesial, abierta a acoger los desafíos y a intuir nuevos caminos de fidelidad creativa, ha merecido reconocimiento. La densidad de la síntesis en algunos argumentos complejos ha hecho que, en ciertos casos, algunos párrafos sean demasiado genéricos o densos, obstaculizando la comprensión inmediata del contenido. Todos han comprendido que el texto “morirá” en el Congreso y que no habrá una “segunda edición mejorada”. De todas maneras han llegado también observaciones para aclarar, añadir, mejorar, rechazar, completar.

a. Los iconos bíblicos. Una sorpresa positiva por parte de muchos han suscitado los dos iconos evangélicos y sobre todo el método usado en la presentación e interpretación de los mismos. El método, en realidad, es más simbólico y alusivo que técnico o exegético. Ha sido bien acogida la relación con los procesos de transformación interior vividos por la samaritana y el samaritano. Se han constatado las diversas posibilidades de aplicaciones originales a la vida consagrada, subrayando los aspectos no tradicionales o inéditos.
El método de la lectio divina se ha revelado como una fuente rica de inspiración no solamente espiritual sino también en la praxis. Se han hecho algunas alusiones para enriquecer la interpretación subrayando los detalles que no habían sido comentados (por ejemplo, la noche del samaritano, la inversión de la tipología: la samaritana hace discursos de teología mientras el samaritano muestra ternura y cuidado, la sacramentalidad del cuerpo, el escriba que interroga, los elementos ecológicos, etc).

b. Algunas críticas. También se han hecho críticas. Citamos algunas: hay quien dice que no se ha puesto en evidencia la sequela Christi, que constituye el verdadero fundamento de la vida consagrada; otros consideran las dos figuras (femenina/masculina) una pareja artificial; algunos advierten que fácilmente nos sentimos “samaritanos”, mientras en realidad somos “heridos” y a veces hasta “causantes de heridas”. Hay quien ha lamentado la falta del contexto comunitario en estos iconos. A otros no les gusta el exceso de protagonismo humano, que pone de lado el tema de la elección y la primacía de la experiencia de lo alto (es Dios quien llama).
Las historias permanecen abiertas a conclusiones inciertas y esto genera perplejidad en los que quieren las cosas bien definidas. La palabra refundación parece aceptada, pero no está justificada con razones sólidas. La tipología preferencial tiende hacia la vida apostólica, dejando casi al margen la vida contemplativa y monástica que, a su vez quiere vivir plenamente en la iglesia bajo la acción dinámica del Espíritu. Entre las nuevas experiencias falta una referencia a los modelos surgidos dentro de la misma vida consagrada o dentro los nuevos movimientos eclesiales. Etc., etc.
No han faltado quienes consideren algunas expresiones impropias o equívocas, reclamen elementos que faltan, vean perspectivas demasiado occidentales (europeas y del primer post-concilio) o demasiado masculinas, o sorprendentes como la “consagración ad tempus”, etc. En pocos casos la crítica iba seguida de una sugerencia concreta sobre el tema. Han llegado algunas propuestas amplias sobre la formación permanente, sobre algunos aspectos culturales de la modernidad, sobre los “nuevos modelos” de vida religiosa, sobre la identidad femenina de la vida consagrada, sobre la reformulación de los votos en clave post-moderna o de inter-relacionalidad, etc.
La tercera parte del IL planteaba algunas preguntas sobre varios aspectos a profundizar y aclarar, y sobre las perspectivas operativas para el futuro. A esa parte no se le ha prestado mucha atención, y de hecho han sido muy pocas las respuestas sobre los puntos específicos. No tenemos, por tanto, contribuciones significativas referentes a los puntos donde explícitamente se habían pedido con preguntas apropiadas.



2. EL CONTEXTO

El aspecto más importante, sobre el que ha habido más intervenciones, ha sido el de la situación actual de la vida consagrada. Muchos comparten la interpretación en clave de “crisis” y de confusión de las orientaciones y de las opciones; otros prefieren usar la expresión “caos” para señalar un contexto que tiene chances y no solamente peligros. Otros, en fin, quieren hablar de complejidad y de situaciones “multiversales”. Se trata de un análisis sobre aspectos prácticos (Ej. obras, estructuras, organización, fragmentación, envejecimiento, tradiciones culturales), aspectos religiosos-culturales (modelos viejos de espiritualidad, de lenguaje y de vida, nuevas exigencias pedagógicas y psicológicas, nuevas situaciones socio-culturales, cambio de paradigma) y del contexto eclesial y social actual en rápida transformación. Vamos a hacer una presentación global por temas.

a. La dimensión eclesiológica. Sobre el tema eclesiológico hay anotaciones muy interesantes. La vida consagrada se desarrolla en el seno de la Iglesia y para la Iglesia, han reafirmado, formando parte desde siempre de su santidad y de su misma vida y misión. Asumimos la eclesiología de comunión, fuertemente promovida desde el Concilio Vaticano II en adelante y hasta los últimos documentos. Pero, ahora, asistimos a una progresiva involución eclesial. Vemos que la Iglesia se aleja cada vez más de la realidad y de los problemas de nuestro mundo, viéndolos como desde arriba, sin conmoción profunda, casi “pasando de lado”. Legalismo e indiferencia hacen estéril la palabra profética en el pueblo cristiano. La “espiritualidad de comunión” se proclama en palabras, pero en los hechos asistimos a una reducción de los espacios de autonomía y de profecía. La profecía esta forzada a esconderse, y eso genera desconfianza. La vida consagrada resiente esta problemática situación eclesial, sintiéndose frenada de un modo significativo en su camino hacia una autentica renovación. Así, el proceso de refundación, iniciado prácticamente hace cuarenta años a la luz de las orientaciones conciliares, se va desvirtuando.
Ente las muchas reacciones llegadas como comentarios al IL, aparece una frase que refleja en particular este momento: "¿Quién puede afirmar que en estos tiempos la vida religiosa no parece medio muerta?" (Como el hombre caído en manos de los ladrones). La vida consagrada nos muestra a través de los hechos que atraviesa en este momento un tiempo caracterizado por señales contrastantes. Por un lado existen manifestaciones de gran cansancio, de inercia y de incertidumbre sobre la identidad, que se evidencian en el miedo al futuro y en la crisis de una “figura pública clara”. Una señal de ello son las discutibles apariciones televisivas... Al mismo tiempo existen también numerosos testimonios personales y comunitarios que se concretizan en el deseo radical y creciente de discernir los signos de novedad que está suscitando el Espíritu y en todo lo que se hace para integrarlos fecundamente en el propio carisma.
Esos signos de novedad y de fidelidad creativa, en tantas respuestas, sostienen la convicción que hoy la vida religiosa todavía puede realizar su labor profética: la de vivir la propia vocación y misión en la Iglesia y por la Iglesia, creando, al mismo tiempo, novedad y llamado a todos a una fidelidad rica de amor y de audacia apostólica.

b. El contexto secularizado y postmoderno. Respecto al contexto socio-cultural, algunos han querido dar explicaciones más amplias: por ejemplo, sobre la crisis de la modernidad y la cultura postmoderna, las falsas lecturas del “renacimiento de lo sagrado”, el diálogo interreligioso e intercultural, la comunicación pervasiva y simbólica, la centralidad del cuerpo y de la afectividad en la cultura actual, la crisis de credibilidad en las instituciones, la globalización como recurso y reto, la búsqueda de relaciones nuevas y afectivamente gratificantes, etc. Quizás hay algo de verdad cuando anota que, en el IL, a la descripción de la variedad de fenómenos socio-culturales no se ha añadido un verdadero y amplio discernimiento espiritual. La lectura espiritual de la crisis de época podría haber señalado y estimulado una sabiduría orientadora más eficaz, que fuese más allá de la lectura algo rápida de los fenómenos, que, en realidad, son muy complejos.
Según algunos es necesario estar en guardia ante la adaptación a la mentalidad secularizada, el consumismo, las diferentes formas de mentalidad individualista y burguesa. Es necesario proponerse como un proyecto contracultural, fundado en una profunda y sólida experiencia de Dios y en una radicalidad en el seguimiento de Cristo. En el plan general del documento - y por lo tanto en el enfoque del Congreso - algunos han visto una deficiencia preocupante, porque hay una perspectiva demasiado horizontal, y se repiten las misma evaluaciones sobre los males actuales, sin llegar a propuestas concretas y viables. Para ellos el discurso es “generalizador” vago (light) e impreciso: por ej., sobre la nueva religiosidad, la diferencia de género, el concepto de Iglesia y sus formas institucionales, los “bloqueos” que obstaculizan la realización de los ideales, los nuevos modelos de vida consagrada y su posibilidad de futuro, sobre la misma espiritualidad renovada.
Otros, en cambio, han visto descrito, con seriedad y precisión, en el IL, el verdadero contexto actual en el que todos vivimos, con sus sombras preocupantes, pero también con las oportunidades y los retos estimulantes que plantea. Se han encontrado de acuerdo, por ej., sobre la amplia gama de situaciones problemáticas evidenciadas en la primera parte, pero también sobre los cuestionamientos decisivos a la vida consagrada, descritos en las dos secciones de la tercera parte. Del mismo modo, los dos ámbitos sobre los cuales el documento, al final, pide atención y propuestas - la formación y el gobierno - han sido considerados estratégicos y decisivos. Se necesitan ulteriores orientaciones, definidas y concretas, que se esperan del Congreso. En la pedagogía de la formación y en las soluciones realistas para el nudo complejo de la formación permanente, sectores considerados importantes, parece que falten modelos compartidos y soluciones ya verificadas.

c. Vigilar y encarnarse. Algunos reconocen que todo el sistema cultural que caracteriza la vida consagrada y con el que ésta se expresa hoy, es débil en su fuerza comunicativa, atrasado respecto a las sensibilidades culturales, calcado sobre otros mundos culturales hoy superados (ya PC 3 había afirmado la necesidad de una actualización en este aspecto). Se sugiere, entonces, una decidida "actualización" de paradigmas y de presentación de los grandes valores, tales como los votos, la comunidad, el testimonio, la antropología, la visión de la vida, la afectividad, la corporeidad, la dignidad de la persona, la exigencia de corresponsabilidad, etc. Según algunos, la vida consagrada no será jamás comprendida, porque pertenece a un mundo diferente y se basa en una experiencia trascendente que pocos saben apreciar e interpretar. Estos últimos privilegian la insistencia sobre la nota de "misterio" de esta vocación eclesial.
Y están convencidos, por lo tanto, de que no es "adaptándose" - o sea asumiendo los valores actuales secularizados - como la vida consagrada será capaz de hacerse entender y de dialogar en los nuevos areópagos. La vida consagrada ha de conservar su identidad e irreductibilidad, hasta la paradoja. Retornando a la raíz monástica, es decir, a la radical e intensa pasión contemplativa por Dios, ésta llegará a ser realmente capaz de transparencia y de testimonio profético.
Tal retorno al paradigma monástico de la vida consagrada no ha sido propuesto por muchos, pero quizás está implícito también en la insistencia - ésta sí repetidamente declarada - sobre una concentración espiritual significativa. Es una nostalgia que aparece también entre las características de varias experiencias nuevas de vida consagrada. La gestión de las obras, en este contexto, pasa a segundo plano, para privilegiar la calidad de la oración litúrgica, la vida de fraternidad, la hospitalidad, el compromiso en el discernimiento sapiencial de la historia, el diálogo espiritual, el trabajo manual y la apertura a la cultura y a las religiones.
Para muchos, el reto más serio y el giro más urgente podría ser el de elaborar y vivir una espiritualidad intensa y connotada por la sequela radical, por una experiencia profunda de Dios, por una nueva pasión por la humanidad. Y liberándose, por consiguiente, de la pesada gestión de las obras, pasar a compartir en estructuras e iniciativas más flexibles, el sufrimiento de los pobres, de los excluidos. También algunos elementos de los dos iconos han sido tomados para reafirmar esto: la sed de agua viva, la conmoción y ternura, la ruptura con los tabú, la premura por el cuerpo, las nuevas mediaciones, la participación emotiva y compasiva, etc. Mientras los prejuicios de los discípulos y las hostilidades étnicas, como también la rigidez legalista del sacerdote y del levita, son recordados como advertencia contra ciertas hipocresías nuestras.



3. EL PRETEXTO

La amplia fenomenología y las varias propuestas para responder al don recibido, descritas en el IL, han ofrecido a muchas personas el pretexto para ampliar con valentía los horizontes y los temas evidenciados. Resumimos algunos argumentos más frecuentes.

a. Compasión y formalismos. Hay quien osa decir que la Iglesia ha perdido el sentido de la "compasión", tan ocupada como está en custodiar su sistema organizativo y tan preocupada por la ortodoxia formal, causa por cual llega a veces a excesos de rigidez y quizá de represión. La Iglesia misma - como institución y como pueblo de Dios - debería tomar más en serio su horizonte de comunidad semper reformanda, porque en muchos aspectos lleva ciertamente los signos de la caducidad cultural y religiosa. En tiempos de anemia de recursos y de marginación social del factor religioso, el riesgo de la sacralización del patrimonio tradicional puede transformarse en fanatismo y fundamentalismo. Pero también la flexibilidad y la actualización sin discernimiento pueden provocar desastres y pérdidas en la identidad carismática. Las dos polaridades se constatan en las respuestas, con determinada frecuencia.
Existen también signos que revelarían una esquizofrenia difundida en el mundo de los consagrados, como también en la Iglesia, por lo que se cree que las proclamaciones teóricas sean suficientes, aunque no se traduzcan en praxis. Como si esparcir una capa de barniz de buenas intenciones bastase para dar lugar a una transformación radical (cf. EN 20). Ésta tiene necesidad de procesos lentos y fatigosos y, por lo tanto, llenos de riesgo y de audacia evangélica, marcados por una mística que alimenta la profecía (cf. VC 80). Hemos de vigilar para mantenernos alejados de la gnosis iluminada de los teóricos y de las proclamaciones verbales sin praxis.

b. Explorando significados nuevos. La ruptura de los tabúes, que aparece evidente en los dos iconos - a través del diálogo danzante entre la samaritana y Jesús, y la compasión innovadora del "herético" samaritano - tendría que transformarse en inspiración para romper tantos tabúes actuales, eclesiásticos y culturales y para hablar narrando historias y no sólo exponiendo teorías y valoraciones universales. El mismo Congreso tendría que llegar a ser un acontecimiento capaz de mostrar una elaboración más carismática y libre, participada y no sólo de papel, y una integración entre carismas, que derribe miedos y separaciones seculares.
Vivir una vida según el Espíritu no puede realizarse sólo "soñando" una nueva vida según el Espíritu, sino que requiere un proceso de transformación radical, que ya se entrevé en los dos personajes de los iconos. Es necesario ponerse en búsqueda de nuevos pozos de agua viva, volver a aprender el arte del diálogo revelador y curativo, cerca de pozos semejantes a aquél "dejado como herencia por nuestro padre Jacob", en compañía de todos los sedientos de afectos sinceros y de una religiosidad que no sea ni rígida ni demasiado vaga. Es necesario encaminarse entonces por los senderos que descienden de la "santa" Jerusalén hacia la "depresión" de Jericó, es decir, de la vida cómoda y privilegiada de los "templos sagrados" a los infiernos de las opresiones y de la violencia. Es necesario adentrarse en estos lugares precarios, para recoger a las personas "heridas" y a enteras naciones "medio muertas", levantarla, curarlas y llevarlas al seguro, dándose totalmente a sí mismos y no solamente dos denarios.

c. Riqueza de los iconos. Muchos detalles de los iconos han ofrecido "inspiración" para iniciar reflexiones a menudo originales: así ha sucedido respecto a los ladrones que utilizan la violencia, a los maridos y su significado simbólico, al escriba que pide una respuesta teórica, a la cabalgadura y las vendas; pero también con relación al infeliz samaritano "medio muerto", a los discípulos que tienen prejuicios hacia la mujer, al cántaro abandonado, a la hora del mediodía, etc. La presencia de un proceso interior de transformación de los personajes - resaltada en el IL - ha sido extendida a muchos otros aspectos de la experiencia de fe y de espiritualidad.
Desde el punto de vista del impacto comunicativo, los iconos y su valencia simbólica y metafórica, han tenido éxito, porque han lanzado nuevamente hacia sentidos más amplios y originales, presentes sólo vagamente en el texto bíblico. Su uso ha encontrado mucha aceptación y ha estimulado la reacción creativa.


- II -

“YO SOY, El QUE HABLA CONTIGO... TEN CUIDADO DE ÉL”


Intentemos realizar una síntesis de las múltiples reacciones ante el IL, hasta descritas. Podemos hablar de los iconos como de dos "pequeñas puertas" que han abierto horizontes muy amplios y fascinantes. Podríamos llamar a esta lectura metatextual (o también hipertextual), porque se trata de unir teoría y praxis, existencia y proyecto, realismo y utopía. Para usar una imagen que viene de Asia, es el ejercicio del "tercer ojo", el de la intuición y de las emociones, que penetra la realidad, invisible a la mirada común. Identifiquemos ahora algunos núcleos alrededor de los cuales se pueda condensar cuanto ha sido descrito explícita e implícitamente.

a. Entre la paradoja y el misterio. La vida consagrada ha sido colocada a través de varias respuestas en el ámbito de lo paradójico. Todo lo que ésta propone vivir y comunicar, sugiere un contraste desconcertante con los valores aceptados por la cultura actual, donde se percibe que el contacto auténtico con la vida es muy reducido y corre el riesgo de viajar en una onda virtual, ignorando relaciones profundas. Se ha difundido, en efecto, una mentalidad que parece narcotizar en la persona la necesidad

• de unificación interior, a causa de la fragmentariedad,
• de esencialidad, a causa del consumo exasperado de lo superfluo,
• de la estructuración del tiempo en forma espontánea, consciente e íntima, a causa de la aceleración neurótica del tiempo.

La vida consagrada, por lo tanto, se coloca en alternativa respecto a la modalidad corriente, dada la radicalidad con la que quiere asumir ciertas propuestas evangélicas y hasta la misma vida de Jesús de Nazaret (cf. VC 22). Por eso ésta prefiere hablar de sequela Christi de modo casi literal, tratando de hacer contemporáneo hoy aquél modo de vivir y las opciones que lo caracterizaban. Muchas personas consideran que se necesita retornar a esta forma, siguiendo las huellas de Jesús y transformando la sequela en norma seria de vida, sin descuentos ni aburguesamientos hipócritas (cf. PC 2a). Solo la referencia a una vida "transfigurada" y "cristiforme" (cf. VC 19) hará visible al Padre, fermentando la historia con el Espíritu creador y ampliando los horizontes que limitan la existencia.
A este aspecto decidido y públicamente evidenciado, se tiene que agregar el aspecto de la gratuidad, del desperdicio de recursos y proyectos - del todo irracional a la mirada común -, por pasión y compasión, por el servicio y la adoración (cf. VC 104-105). El frecuente énfasis en una espiritualidad a la altura de los retos actuales y provocadora para las afasias actuales, señala precisamente que hace falta descomponer el gran aparato de obras y estructuras también gloriosas, en una vida más simplificada y sobria, donde resalte mejor la presencia gratuita, inmediata y apasionada. Las obras todavía son numerosas y poderosas, fuente de prestigio, pero también de problemas. La mayor parte de la gente ve en ellas casi "las señales" de la identidad y la misión de la vida consagrada. Muchas voces han pedido que se tenga la valentía de evaluar un aparato mastodóntico, dentro del que a menudo las vidas están paralizadas y "medio muertas". Las estructuras mentales y materiales actuales con frecuencia impiden o frenan el paso del agua viva del Evangelio en la historia, amordazan la libertad evangélica, por compromisos que no hacen creíble la presencia del Espíritu.
Se advierte, por lo tanto, la necesidad de reconocer las señales de las "enfermedades del alma", a causa de las grandes obras y estilos de vida que curvan a las personas. Los pobres nos observan, nos interpelan y esperan que estructuremos el tiempo como tiempo de Dios y para los hermanos y las hermanas, para realizar aquí y ahora el designio de Dios en la historia, construyendo un mundo de justicia, de paz y de alegría. Hay necesidad de "samaritanos" que, bajen de las cabalgaduras, y no sean impedidos o absorbidos por las estructuras, para recoger a los "medio vivos" y llevarlos con atención, concreticidad, gratuidad y ternura a nuevas posadas de curación y liberación.
Finalmente, está el aspecto profético, que se asocia a los dos ya enunciados, y dona a ambos una tensión iluminadora y exploratoria, no puramente funcional y orgánica. La profecía tiene un aspecto de continuidad con el pasado y con el presente, pero no a nivel superficial y fenomenológico, sino de profundidad y de proyección. El profeta, con fidelidad creativa, (VC 37, 85), señala que el presente a nadie le basta, y escudriña en el presente el florecer de los gérmenes de futuro sembrados por el pasado en las galerías de la historia. Él comunica con su ministerio que Dios siempre se cuida de la humanidad, también cuando la oscuridad de la historia puede hacer pensar que no existe o que se ha olvidado de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo. El profeta no corta con el pasado, ni se aferra al presente consagrándolo, pero los pone a ambos, con fidelidad creativa, en tensión fecunda y orientada hacia el futuro. Esto desconcierta a quien quiere la manutención pasiva y miedosa o adora la memoria, mitificándola y conservándola como si fuera un fetiche.

b. Provocación apocalíptica. Desde siempre la vida consagrada ha sido considerada como un "incentivo" que anuncia un futuro, el del Reino. Esta ya se asoma hacia lo que todos esperamos, más aún, da al futuro una presentación de "anticipación" (o prolepsis), (VC 26). Esto ocurre con la separación de las muchas formas de "posesión" y autorrealización, creyéndolas transitorias o no vitales para la entrada al Reino (poseer bienes, casarse y tener a hijos, vivir en la independencia, perseguir carrera y poder…). Los consagrados y las consagradas enfatizan los grandes valores orientadores del mensaje evangélico en vista del encuentro final: amor, oración, esperanza, fe, libertad, comunión, desprendimiento, vigilancia, imploración, contemplación, etc. Narrando el Evangelio con la vida, más bien convirtiéndose en "memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús" (VC 22), los hombres y las mujeres del tiempo actual ayudan a reconocer las huellas de Dios en la belleza de su existencia.
Toda la estructura cualitativa de la vida consagrada - es decir, los votos, la vida fraterna, la gratuidad, el servicio, la oración, la lucha espiritual, etc. - debería tener esta tensión escatológica, este sentido del "más allá de" y de la preeminencia del Otro. El mundo espera presencias que vivan la existencia con estupor, con gratuidad y gratitud, personas que oran y que estructuran el tiempo y el espacio bajo el signo del amor. La soledad misma, soportada por muchos como el mal de vivir, puede ser resignificada por las mujeres y los hombres consagrados como elemento constitutivo de la existencia humana, lugar donde Dios está presente, y amando singularmente a la persona, le revela su unicidad. La vida consagrada es auténtica cuando es vivida no como fuga del mundo y de la historia, sino como fermento y empuje dentro de la historia: para que emerjan nuevos cielos y nueva tierra, para que Dios, que es novedad absoluta (cf. Ap 21,1-7), habite nuestros límites, los supere y realice así los cielos nuevos y la tierra nueva.
Hoy se requiere saber conjugar conocimientos profesionales y formación permanente, cultivar una profunda cultura que capacite para mirar la historia con la mente y el corazón abiertos, listos a indicarles a los contemporáneos senderos de esperanza. La humanidad necesita encontrar a hombres y mujeres que se mueven con pasión en la dimensión mística de la vida, que saben escuchar la voz del silencio, que están en contacto con el correr de la existencia común a todos y su palabra sea la resonancia de su vida en Dios. El mundo necesita ver a personas llenas de entusiasmo, que asumen en el cotidiano los sentimientos de Jesucristo (Fil 2,5), y son sus testigos a través de la justicia, la paz, el perdón, la misericordia, la ternura, la libertad, la belleza, la gratitud, la solidaridad, la mansedumbre, el amor… (cf. VC 27).
Desde este punto de vista parece que las alusiones sobre el aspecto apocalíptico, presentes en el IL, no hayan sido reelaboradas y reforzadas en las respuestas y en las reacciones. Falta el "incentivo apocalíptico" fuerte y decisivo en la vida consagrada hoy. Ésta parece bastante absorta en una "reforma" de actualización poco significativa, en una débil "refundación", en la que la escandalosa provocación apocalíptica, que todo relativiza y somete a profanación en nombre de la plenitud esperada, no reviste significado ni función. Se podría hipotizar que esta debilidad del pensamiento apocalíptico y el bajo perfil de las respuestas a sus desafíos sea una de las causas de la fragilidad del mensaje que la vida consagrada está dando hoy. En esta cultura turbada precisamente por miedos apocalípticos que paralizan todo, se requiere una proyección escatológica diferente, y la vida consagrada debería entrenarse con respuestas alternativas.

c. Función empática y curativa. Hacia este ámbito se dirigen también claramente los iconos. Se ha resaltado la afectividad herida y confusa en la samaritana, pero también la atención y la ternura del samaritano hacia aquel viandante "medio muerto". Podemos traducir estos aspectos con cierta inmediatez en los múltiples tipos de diaconía de la caridad de la vida consagrada. Todo eso va muy bien, pero no acaba aquí. Muchas personas han pedido un serio esfuerzo para explorar cómo construir una nueva sociedad a partir de las entrañas de misericordia, haciendo danzar el cuerpo y dando a la carne su espesor de sacramento de la gracia y la esperanza. Se ha pedido, sobre todo, que se sepan reconocer nuevos ministerios de misericordia y solidaridad.
Sin insistir en esto, pero también con una frecuencia que en su conjunto aparece interesante, han sido muchos los que han dado importancia a la vida consagrada como a una "experiencia terapéutica". Esto concierne ante todo a los consagrados y a su misma existencia: sed de vida y heridas sociales, relaciones extraviadas y afectos heridos, marginación y necesidad de ternura, pueden hacerse grito e imploración, y tienen que ser reconducidos hacia un itinerario liberador siempre abierto a nuevos ministerios. Se insiste, por lo tanto, en que todo el sistema de vida y organización de los consagrados sea capaz de ofrecer curación y apoyo, premura y no violencia, liberación danzante y no represión neurótica y sospechosa de todo.
En VC 87 se lee: "... aquellos que siguen los consejos evangélicos, al mismo tiempo que buscan la propia santificación, proponen, por así decirlo, una «terapia espiritual» para la humanidad, puesto que rechazan la idolatría de las criaturas y hacen visible de algún modo al Dios viviente". Desarrollando esta intuición de una función terapéutica de la vida consagrada para la humanidad, y conjugándola con la participación empática, se ven abrirse nuevas perspectivas. ¿Vale a decir, yendo más allá del perfeccionismo personal y de una visión de renuncia ascética represiva, cómo puede llevar la vida consagrada alivio y esperanza al imaginario colectivo traumatizado por muchas tragedias y absurdidades sociales y políticas? Esto comportaría que los votos hayan sido vividos e interpretados como modalidades nuevas de relación interpersonal y fermento cultural, que la vida fraterna sea modelo cultural de referencia realista para muchas situaciones de injusticia y conflicto (VC 51). Son preciosos los testimonios de hermandades reconciliadas que viven relaciones a la par, incluso en el respeto de la diversidad de los roles, y en lo que se refiere al servicio de autoridad. El mismo uso de los bienes y recursos materiales y el modo de decidir y de madurar en la identidad psico-afectiva, deberían tener una verdadera autenticidad evangélica y al mismo tiempo una fuerza comunicativa y de liberación, que desmoronen los mecanismos opresivos o mentirosos. Es urgente, por lo tanto, la formación humana en todas sus exigencias. Ella se vuelve soporte importante para liberar y purificar las raíces de la existencia, secas a menudo por incrustaciones de infantilismos y falsas necesidades sedimentadas en el tiempo. ¡Para lograr esto se requiere la refundación a diversos niveles!

d. … a partir de la encarnación. Del análisis de los dos iconos emerge la urgencia de tener un contacto diferente con el cuerpo y la corporeidad. Por largo tiempo un fuerte acento sobre el espiritualismo, en detrimento del desarrollo integral de la persona, ha desencarnado la vida consagrada, confirmando enteras generaciones en la convicción de que gozar es un mal y que el cuerpo es una especie de "enfermedad" del alma y un lugar de pecado. En el libro del Génesis (1,31), está escrito que el hombre, apenas creado, era muy hermoso y que su cuerpo fue plasmado a imagen y semejanza de Dios. De ahí que por el misterio de la encarnación - en que el Hijo de Dios toma un cuerpo completamente semejante al nuestro, excepto el pecado - la consagración no puede prescindir de la positividad del cuerpo y la corporeidad. En este tiempo, en que la corporeidad es desacralizada en muchas formas, los hombres y las mujeres consagradas pueden hacer visible la belleza de la obra maestra de Dios, por la asunción plena de la propia corporeidad, experimentada como «templo de Dios» (1Cor 3,16).
Integrando armónicamente los niveles biológico, psíquico, social, existencial, las mujeres y los hombres consagrados narran, mediante la unificación interior y la unidad fraterna, cómo vivir la corporeidad en plenitud. En este tiempo en que se exalta o sólo el materialismo o sólo el espiritualismo, mujeres y hombres intensamente humanos, evangélicos, sexualmente integrados, en continua donación de sí, pueden certificar la alegría del habitar la misma corporeidad y el estupor frente al otro. Redefinir la vida a partir de la perspectiva teológica y antropológica de la encarnación de Jesucristo, rostro humano de Dios, quiere decir darle al propio Dios la posibilidad, también a través de la corporeidad de cada consagrado/a, de hacerse visible y salvador en la historia.

e. Sembrando una esperanza nueva. La vida consagrada abraza con Cristo la cruz, en cuanto símbolo de cada obstáculo y resistencia a la "Buena noticia", y asume la misma causa frente a cada sistema injusto y manipulador de la religión. Con esto testimonia a los hombres y a las mujeres de hoy el amor infinito del Padre por la humanidad y su fidelidad en orientar cada cosa hacia la vida nueva donada en la Resurrección de Jesucristo. Hay en el mundo muchos golpeados y desnudos, dejados al borde de la civilización medio muertos, y para los que Dios tiene entrañas de compasión y lágrimas de piedad. Son sus hijos pisoteados en su dignidad, que esperan presencias intensamente humanas, que hagan experimentar toda la cercanía de Dios. El amor sin fin (cf. Jn 13,1), que no entumece en la protección de la misma pureza legal, ni se consume en un espiritualismo intimista y estéril, interpela a las mujeres y a los hombres consagrados para establecer constantemente relaciones profundas, íntimas y significativas en esta sociedad del ethos roto.
En este tiempo se multiplican las personas que viven cada vez más de relaciones puramente virtuales, y aparecen como náufragos del espíritu a la deriva, sobre balsas online. Desde algunos aspectos es como si se dieran una nueva identidad, fluida, intercambiable, a puzzle. De hecho están como en un laberinto, sin metas ni salidas, donde perderse es lo mismo que encontrarse. Al mismo tiempo que al metanetwork conecta a todos y a todo, la vida ya no tiene secretos, es la muerte de la intimidad y la ternura, de los secretos y de la libertad. En este contexto los hombres y las mujeres de Dios son llamadas a difundir identidad y esperanza, metas y razones de vida, permaneciendo en relación auténtica, también cuando el otro/a se desconecta. Es este el nuevo modo de ser "pescadores de almas", con redes diferentes de las del lago de Galilea.
Si la interrupción de la línea del futuro por la fragilidad de los proyectos y las expectativas recuerda el miedo y la muerte por bulimia sobre el presente, las mujeres y los hombres consagrados pueden salvar el mundo de la desesperación y del "no pensarnos", construyendo y reconstruyendo los puentes de la relación, a cualquier nivel, haciendo visible lo invisible con la pasión por la humanidad (VC 27). Ésta parece ser la verdadera frontera nueva de la misión, para todos los consagrados y para todos los carismas.


- III -

PARA CONTINUAR EL VIAJE…



De las respuestas al IL también se puede constatar una cierta desilusión por una vida consagrada que parte mal y tiene el aliento corto, especialmente en el hemisferio Norte, donde está pasando por una fase de anemia de grandes ideales y proyectos evangélicos. O bien la confianza positiva hacia el hemisferio sur, dónde ésta crece con vivacidad y también en modo tumultuoso, pero no ha logrado todavía dar forma estable a modelos inculturados, nuevos y satisfactorios, para culturas diferentes de la occidental.
Emerge, en todo caso, con fuerte evidencia, que se abre paso la convicción de que este cambio eclesial y cultural, de vastas e inéditas proporciones, es una llamada de Dios y una oportunidad inédita en nuestra historia. La elección de un discernimiento coral y atrevido, en la fe y en la imaginación profética (cf. VC 74), es lo único posible. Porque este tiempo de anemia y descomposición de nuestro patrimonio y nuestros proyectos en el hemisferio Norte, pero también de crecimiento y profecía en el hemisferio Sur, puede convertirse en un tiempo de gracia (un verdadero kairòs), en el sentido más intenso y fecundo. Los desplazamientos geográficos y culturales, pueden transformarse en una nueva estación de refundación y radicalidad evangélica reexaminada con ojos nuevos.
Se trata de estar en esta historia ensuciándose las manos, sin fingir de no ver, "pasando de la otra parte", asustados o confusos, preocupados sólo de nuestra "pureza legal". Se trata de volver siempre a buscar de nuevo el agua viva en los manantiales "puros y perennes de la vida espiritual" (cf. DV 21). Hace falta saber suplicar a Dios, con humildad, que nos dé ojos para ver las necesidades y los sufrimientos de los hermanos. Se trata de estar a la escucha de su Palabra con los oídos del corazón, para reconocer la hora en que "el Padre busca adoradores en espíritu y en verdad" (Jn 4,23), para ser servidores de la Palabra en los nuevos areópagos históricos, más allá de nuestras fragilidades. En el tejido humano cotidiano, como en los grandes horizontes de la globalización, se nos pide hoy que seamos proféticamente testigos de verdad y libertad, de justicia y de paz, de ternura y de solidaridad.
Las personas consagradas, mujeres y hombres frágiles y enamorados, compasivos y realistas, tienen que alimentar - narrando y viviendo - nada más que parábolas de existencias heridas curadas por la gracia, testimonios de inquietudes dolorosas que el diálogo reconduce a la autenticidad, reacciones provocadoras que vuelven a llamar a la curiosidad teórica a transformarse en praxis compasiva, gestos tejedores de encuentros ocasionales que la compasión envuelve

Bruno Secondin - Diana Papa

Ultima modifica il Giovedì, 05 Febbraio 2015 16:53
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