La abundancia de los nuevos misioneros que provienen del hemisferio sur, es algo que desde luego hay que agradecer. Es un claro signo de que las Iglesias en estos países son participantes plenos en la comunión de las Iglesias que conforman la Iglesia católica romana. Pero junto con este signo teológico muy apreciado viene una serie de desafíos prácticos para los institutos misioneros. Los recursos humanos puede que provengan del Sur, pero los recursos financieros para sostener el trabajo misionero siguen en el hemisferio norte. La base del poder, igualmente, se mantiene en el Norte, o en los países de origen del instituto misionero en el Norte. La población del instituto misionero en el norte es de edad avanzada, con un promedio entre sesenta y setenta años.
La división entre las fuentes de poder y finanzas por un lado y del personal por otro, ya ha causado conflictos en algunos capítulos generales y encuentros internacionales de los institutos. La formación de nuevos miembros, la adjudicación de personal joven y la orientación de misión en general reciben una fuerte influencia de las diferentes perspectivas de las respectivas áreas. Ciertamente, el pensamiento no es monolítico ni en el Norte ni en el Sur, pero en muchos institutos ha surgido un patrón de diferencias coherente. De muchas maneras, esta situación refleja la división Norte–Sur de la sociedad global, con la excepción de que en los institutos misioneros la diferencia de edad es mucho más eclatante. ¿Qué consecuencias tendrá esto para la vida dentro de los institutos misioneros en las próximas décadas, y cómo se podrá enfrentar este desafío?
Los problemas son muy complejos. Pero no se puede seguir adelante sin reflexionar y actuar sobre las consecuencias. Este artículo propone enfocar algunos de los aspectos de este desafío y sugerir algunos primeros pasos para asumir las implicaciones de este desafío. Comienza con una reflexión sobre algunos de los asuntos que definen el escenario del problema y en seguida avanza a mirar cómo tres dimensiones de la vida contemporánea afectan la comprensión del carisma de un instituto. Al hacer esto esperamos iluminar en algo la dirección en la que podríamos salir en el futuro inmediato.
1. La situación actual
Cuando trabajo con institutos misioneros en encuentros internacionales, muchas veces planteo esta pregunta: "¿Cuál es el desafío individual más grande para su instituto en los próximos años?". Casi siempre la respuesta viene en los siguientes términos. Entre los europeos, la respuesta es: transmitir el carisma del fundador o fundadora a los nuevos miembros que entran en el instituto. Para los participantes de África, Asia y el Pacífico Sur la respuesta es: Mejor comunicación intercultural o una inculturación más profunda del carisma en nuevas circunstancias. Esta evidencia anecdótica se ha corroborado en algunos estudios más bien científicos que se han realizado (por ejemplo el informe de Walter 1999). ¿Qué indican estas respuestas? Como he oído esto más y más, algo de un esquema se ha presentado. Por el lado de los participantes europeos, parece que bajo la superficie de sus comentarios se esconde la preocupación de que la identidad del instituto está cambiando, ya que tan pocos de los miembros más nuevos parecen conocer o comprender el carisma en su contexto original de Europa. En consecuencia, ellos temen por la identidad de su instituto. Por el lado de los participantes jóvenes del Sur, también hay una preocupación por la identidad, y es la que sus hermanos y hermanas europeos no comprenden lo que ellos intentan hacer para inculturar el carisma en sus propios contextos. Ellos sospechan que los europeos intentan hacerlos réplicas de sí mismos y no les permitirán ninguna latitud para nuevas comprensiones del carisma.
Aquí se trata de algo más que de una falla en la comunicación. Hay un claro cuestionamiento de la identidad y de las fuentes de la identidad. ¿Cómo podríamos entender mejor lo que está en juego aquí? Propondría que analizáramos este tópico bajo tres títulos: etnicidad, modernidad y ciudadanía.
Etnicidad
La altercación entre el Norte y el Sur está en su punto más álgido en institutos misioneros que han tenido hasta recientemente una clara identidad étnica. Este es el caso especialmente de institutos que fueron fundados como sociedades misioneras en el siglo xix y a principios del siglo xx. La identidad se enraizaba no solo en el carisma, sino en la etnicidad del origen de la mayoría de sus miembros, sea esta irlandesa, francesa, belga, italiana o de cualquier otro grupo. Cómo el respectivo grupo étnico se vio en casa, y cómo se vio frente a otros países, conformó su identidad más de lo que se quiera pensar. Cómo se llevan encuentros, cómo se configuran políticas de formación, cómo se maneja dinero, la propia visión de la misión – todo esto es afectado por cómo las cosas se hacían "a casa" en los institutos misioneros. Aunque el instituto haya sido fundado para trabajar en un área específica (por ejemplo, África o China), los orígenes del instituto se mantienen muy visibles. La "herencia" o el "patrimonio" del instituto constituyen más que la visión teológica o misionológica presente en el comienzo. Es entretejida también con una identidad étnica.
Esto se manifiesta en una serie de maneras. Como muchos institutos se fundaron en los períodos coloniales del siglo xix y principios del siglo xx, ¿hasta qué grado su acercamiento hacia el sur reflejó (o inclusive refleja) actitudes coloniales? Esta es una cuestión que se plantea especialmente en países que eran también poderes coloniales (Bélgica, los Países Bajos, Francia, Italia), pero también en los países que fueron colonizados (como Irlanda). ¿Los patrones de interacción todavía reflejan pasados coloniales? Por ejemplo, los británicos colonizaron a través de la educación de la elite colonial en las universidades de elite del Reino Unido, y de esta manera la socializó en el ambiente que deberían replicar en la colonia una vez que volvieron a casa. Los franceses estaban más preocupados con la creación de una cierta mentalidad en la elite colonial al hacerlos franceses. Los belgas e italianos hacían poco para formar las elites coloniales, pero tendían a ejercer más un control directo. ¿Estos patrones se repiten hoy en la manera cómo preparamos la dirigencia en las fundaciones más nuevas de nuestros institutos? Para aquellos países que fueron colonizados o se les negaba la autonomía en Europa (como Irlanda y Polonia), ¿ellos repetían sus propias historias colonizadas al tratar a los del Sur como ellos habían sido tratados en el Norte? Los patrones coloniales pueden sobrevivir, inclusive un largo tiempo después de que el tiempo formal de la colonización ha pasado.
En segundo lugar, uno se tiene que preguntar hasta qué punto la noción de la cultura ha sido capaz de penetrar las conciencias de los institutos religiosos. El concepto de la cultura ha adquirido prominencia en la Iglesia solo a partir del Concilio Vaticano II, e inclusive desde entonces, el reconocimiento de su importancia ha sido muchas veces formal o aplicado solo a quién queda fuera. Dentro de los institutos misioneros (aunque no exclusivamente con ellos), la cultura parece referirse a la diferencia que es evidente "allá", o sea, en el Sur. Rara vez se aplica al instituto misionero en su país de origen. Tampoco se reflexiona sobre ella como factor dentro del cual se formulan orientaciones y se organiza el trabajo dentro del instituto.
En tercer lugar, debería estar entendido a partir de esto que la pérdida de un claro carácter étnico de un instituto se traduce como una pérdida potencial del carisma y de la identidad del instituto. Si la historia de un instituto es tan interrelacionada con un país específico y no se ha reflexionado dentro del instituto sobre la cultura de este país, la pérdida de esta identidad étnica se lee como pérdida de la identidad del instituto. Se pueden perpetuar o acentuar patrones inconscientes del colonialismo para mantener la identidad del instituto.