La Pascua es, sin duda, la fiesta más significativa para los católicos, ya que representa la culminación del viaje de Jesús, el cumplimiento de su misión y la invitación a todos, sin distinción ni preferencia, a participar en su llamada a contribuir en la construcción del reino. Es el recuerdo distintivo del camino entre la Encarnación y la Resurrección de Cristo.
Este año estamos llamados a reconocer de nuevo el camino de Jesús entre nosotros en nuestra hermosa y herida realidad amazónica. Es a través de los ojos de los pueblos indígenas y las comunidades amazónicas que nos enfrentamos a la presencia de un Jesús que sufre y se encuentra con su destino, como tantos otros en esta región, por ponerse en pie y defender su cultura, su territorio, el lugar en el que florece su espiritualidad y sus derechos. No hay ningún retrato romántico sobre la Amazonia en estos días, su belleza está amenazada y sus hijos e hijas están siendo criminalizados, expulsados de sus tierras e incluso asesinados porque se interponen en el camino del llamado progreso.