Oración inicial:
Madrecita del cielo: Madre de Dios y Madre mía.
¡Cómo me gusta llamarte así!
Como llamo a mi mamá todos los días.
Con la misma sencillez,
Con la misma seguridad,
Con el mismo cariño.
¡Qué lindas las palabras de Jesús cuando te dijo:
“Aquí tienes a tu hijo”!
Ese hijo era Juan, el amigo predilecto, y era también yo.
Y todos los hombres del mundo.
¡Qué lástima que muchos no lo saben!
Y qué pena que a veces olvidamos lo que Jesús nos dijo:
¡”Aquí tienes a tu Madre”!
Hoy te rezo con más confianza que nunca.
Quiero agradecerte que seas mi madre,
Que me acompañes y cuides, que me sostengas y formes.
¡Ya sabes cómo te necesito!
Me siento a veces tan pobre que sólo la seguridad de tu cariño me tranquiliza.
¡No me dejes Madre mía!
En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».(Lc. 1,26-28)
María es Consolata porque acogió la Palabra creadora y salvadora, que en ella se hizo carne y vino a habitar en medio de nosotros. Creyendo, fue madre de Jesús, que es la Consolación esperada por Israel y la máxima Consolación del género humano.
Por la adhesión de María a la Palabra, la Consolación anunciada y prometida se convierte en realidad. En esto está su singularidad. Otros anunciaron o, como Juan el Bautista, indicaron que estaba presente; y la consolación, María la da al mundo. Jesús es la consolación del mundo, que María acogió con alegría y dio a luz en su parto virginal. Por esto María es la llena de alegría y es proclamada “bienaventurada”, es decir, Consolata.
La Consolata se vuelve consoladora, ante todo cumpliendo con relación a los hombres la función que tuvo al generar al primogénito de la humanidad nueva y al colaborar de modo muy especial en la obra de la Salvación. Es misionera y consoladora porque marca el comienzo de la Iglesia, es su madre y colabora en la regeneración de los hombres.
Propósito: Pidamos a Dios la gracia de descubrir cada día su voluntad y decirle un “Sí” generoso.
A cada invocación se responde:
- Virgen María, Madre de Dios.
- Virgen María, llena de gracia y amor de Dios.
- Virgen María, mujer de la escucha.
- Virgen María, llena de la vida de Dios.
- Virgen María, llena de amor y ternura por los hombres.
- Virgen María, llena de fe, de esperanza y caridad.
- Virgen María, comunicadora de la alegría de Dios.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Nuestra Sra. de la Consolata Ruega por nosotros
Beato José Allamano Ruega por nosotros