Es interesante hacer una comparación entre lo que esta pastoral pretende, al menos dentro de la comunidad religiosa de los Misioneros de la Consolata y lo que plantea una teología ministerial.
En un primer momento, quisiéramos plantear lo que ha sido nuestra experiencia dentro de esta pastoral y desde ahí hacer una reflexión crítica de lo que debe ser el propósito de una pastoral vocacional de nuestra época porque entendemos que los primeros pasos dentro de la formación hacía la vida ministerial son sumamente importantes para la comprensión de lo que significa ser ministro ordenado dentro de la Iglesia. Según el proyecto pastoral que elaboramos con los otros integrantes del equipo de promoción y acompañamiento vocacional (PAV) al principio de este año, propusimos los siguientes objetivos para nuestra pastoral.
- Acompañar a los jóvenes aspirantes para que, movidos por el mayor amor, hagan oblación de su vida a Dios en el servicio de la Iglesia.
- Ayudar a los jóvenes aspirantes a descubrir, valorar y discernir la vocación a la vida consagrada-misionera como el camino propio del seguimiento de Jesús.
- Orientar a los jóvenes aspirantes a realizar un discernimiento cristiano maduro a la luz del evangelio y la espiritualidad del Instituto de los Misioneros de la Consolata. [1]
La pretensión de esta pastoral es que desde las visitas vocacionales que hacemos a las parroquias, a los colegios, a los grupos juveniles y la participación en los expo-carismas etc., que lleguemos a conseguir jóvenes que tengan la inquietud de descubrir su vocación a la vida consagrada sea, como sacerdotes o hermanos consagrados. Eso implica en un primer momento, una propuesta de parte de nosotros partiendo de nuestro carisma y compartiendo lo que es nuestro estilo de vida.
Uno de los grandes peligros que vamos descubriendo dentro de esta pastoral es que muchas veces nuestra propuesta va más orientada al seguimiento de un dado carisma y no a lo principal que debería ser el seguimiento de Jesús. Por consiguiente, hay grandes posibilidades de que los jóvenes ingresen a la vida religiosa/misionera y sacerdotal bajo influencia de individuos fundadores, superiores, animadores o acompañantes; por las amistades, por un estilo de vida, etc., y no por el verdadero llamado de seguir a Jesús el maestro y misionero.
Es claro que cualquier aspiración a la vida consagrada y sacerdotal debe tener a Jesús como su punto de referencia. Por eso, creemos que se debe fortalecer más por encima de cualquier carisma; la vida, el ministerio y la propuesta del Jesús encarnado en nuestra historia para la salvación del hombre y de la mujer. Él vivió entre nosotros como el enviado del Padre y desde este envío se entiende su sacerdocio. Como sacerdote, la misión que se le encomienda no es otra cosa que el servicio, no una función. De ahí, el servicio se convierte en el referente constitutivo del sacerdocio de Cristo y por ende de todos los que se sienten llamados a esta vocación.
Como animadores y promotores vocacionales es fundamental proponerles a los jóvenes desde el principio que un discernimiento vocacional al sacerdocio debe buscar su plenitud en la acción profética de Jesús, el Cristo. Como enviado del Padre, Cristo se entrega plenamente a la voluntad del Padre en el servicio de los demás. De la misma manera, el joven debe entender desde el principio que por el bautismo, ya ha recibido el envío y por eso su búsqueda a seguir a Jesús como ministro es una opción más radical que debe identificarse plenamente con Jesucristo.
No podemos separar la misión del sacerdocio porque son dos realidades que son iguales y complementarias. Si la misión y el sacerdocio debería ser una realidad, nos parece que es fundamental trabajar mucho sobre el contenido de la misión de Jesucristo. Es decir, hacer un acercamiento a su realidad desde la encarnación, su vida pública, la pasión, la muerte y la resurrección. Esta es en sí una propuesta un poco radical pero que le ayudaría al joven a entender el sentido de la vida ministerial como sacerdote.
Es común que haya mucha gente que le guste aspirar a la vida sacerdotal y religiosa sin tener en cuenta las consecuencias y exigencias de la misión. Son muchas las motivaciones y puede ser que algunas de ellas obstaculicen la figura del sacerdote/misionero. Es cierto que es muy difícil captar las motivaciones del Joven que quiera aspirar al sacerdocio pero lo consideramos algo positivo presentar la realidad del sacerdocio como es. Es decir desde el mismo seguimiento de Jesús que implica muchas satisfacciones pero que al mismo tiempo va acompañado con unos desafíos grandes. De todos modos, desde la fe en el resucitado, el Dios que lo llama, el joven debe ir superando los miedos para asumir hasta lo más difícil para el servicio del Reino.
{mosimage}Siguiendo el mismo testimonio de Jesús, es claro que la vida sacerdotal debe entenderse principalmente como un sacrificio en función de la comunidad. Muchas veces, nosotros como animadores y promotores vocacionales nos olvidamos de proponerles a los jóvenes a servir a sus comunidades. Hay siempre una gran tentación de ponerles al servicio de las comunidades religiosas. Desde esta perspectiva, ellos van independizándose de sus comunidades locales y de ahí empiezan a captar la vocación como patrimonio propio que no tiene tanto que ver con la comunidad local o con la familia. Eso se refleja en un futuro cuando esta gente llega a la ordenación y a veces tienden a pensar que el sacerdocio es un mérito del esfuerzo de uno mismo y de ahí se pierde todo el sentido comunitario de esta vocación.
Para evitar todas estas problemáticas, procuramos que la solución queda en nuestra fidelidad a la propuesta de Jesús y la consideración de los otros carismas como una participación en la misión principal iniciada por el mismo Jesús. También esta pastoral debe realizarse desde una profunda espiritualidad y dedicación a la oración. Por aquellos días, se fue al monte a orar y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles (Lc 6, 12-13). Es fundamental reconocer la acción de Dios en todo este proceso para que sea él mismo quien ilumine a todos.
A modo de concluir, plantearíamos las siguientes preguntas a los agentes de la pastoral vocacional. ¿A qué ministeriaridad les invitamos a los jóvenes vocacionados? También cabe preguntarnos ¿a qué necesidad responde la búsqueda de más sacerdotes dentro de la Iglesia? Es claro que la figura del sacerdote va cayendo cada vez más en nuestra sociedad y por eso debemos preguntarnos ¿qué sentido tiene invitar más jóvenes a este estilo de vida que ya no les interesa a muchos?
Finalmente, se debe evaluar la fidelidad de los mismos animadores y promotores vocacionales a la voluntad de Dios y al seguimiento de Jesucristo porque sólo así se puede recuperar el verdadero sacerdocio ministerial según el discipulado y la misión que nos confirió Jesús. &n bsp; &nbs p;