El cuerpo fue trasladado a Pozo del Tigre, siendo velado en la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús desde alrededor de las 12 horas, donde el Padre estaba atendiendo y coordinando la misión que íbamos a realizar los novicios allí.
La gente del pueblo vino a despedirse de su querido P. José (como le llamaban). Con la presencia de diversas personas religiosas y civiles, fue celebrada la misa solemne de cuerpo presente a las 18 hs., presidida por P. Daniel Bertea (maestro de novicios y consejero de los Misioneros de la Consolata en Argentina) y P. Mario Guglielmín (párroco), acompañados por el P. Francisco de la localidad de Las Lomitas.
Durante toda la noche la gente se reunió para agradecer y despedirse de su querido “Padre morochito”.
A las 0 hs hugo una misa presidida por dos sacerdotes diocesanos.
{mosimage}El día martes 21 de agosto por la mañana, se rindieron los últimos homenajes en Pozo del Tigre y el cuerpo de P. Joseph fue trasladado para la parroquia vecina de San Roque en Estanislao del Campo (donde era vicario parroquial). Allí fue recibido calurosamente por los estudiantes de las escuelas, reparticiones públicas y población en general, que querían saludar a su querido amigo P. Joseph.
A las 12 hs se celebró una misa presidida por el P. Raúl Mendez y concelebrada por 9 sacerdotes del clero diocesano de Formosa.
A las 17 hs se celebró la Misa Solemne presidida por Mons. José Vicente Conejero (Obispo de la Diócesis de Formosa) y concelebrada por varios sacerdotes, entre ellos el P. Rubén López (Superior de los Misioneros de la Consolata en Argentina), P. Daniel Bertea, P. Mario Guglielmín y P. Juan Domingo Varela y otros sacerdotes; estando presentes también algunas Hermanas de la Consolata y de otras congregaciones.
Después de muchos homenajes, el cuerpo fue trasladado hacia Buenos Aires.
Era, tal vez un silbido
haciendo reír al viento,
caminando en la vida,
jugando en el tiempo.
Era la voz fresca,
que inquietaba mis momentos
y el oído atento
que absorbía mis silencios.
Entre los dos hicimos
de una tristeza un sueño
y nos reímos juntos
de una pena sin dueño.
Entre los dos cambiamos
el color de la vida,
tras un día de charlar,
la noche llegó a ser día.
Y... así pasaron los días
haciendo reír al viento
descubriendo la vida,
caminando en el tiempo.
Hasta que llegó a nosotros
como llega el momento
de buscar otros rumbos
de cambiar nuestros sueños.
Y ahora... entre las sombras
de aquellos recuerdos
duerme su sueño eterno,
mi amigo Padre José
entre luz de ciudad
y recuerdos de un pueblo.