María no solo ha visitado a su prima Isabel sino también ha hecho lo mismo con nosotros. La Madre de la Misericordia, se encuentra con Antonio Botta en 1536 y le pide: “vaya a tu confesor y dile que anuncie al pueblo, en la Iglesia, que ayune por tres sábados y que haga por tres días la procesión en honor de Dios y de su Madre; tú luego te confesarás y comulgarás, y el cuarto sábado volverás a este lugar”. Antonio se apresuró a presentarse a su Párroco, en la Iglesia de San Bernardo–Savona-Italia. La noticia conmovió la ciudad entera, todos repetían: ¡Misericordia y no Justicia! era una sociedad que vivía en la confusión y el desconcierto.
{mosimage}Hoy nuestra gente en medio de situaciones de pobreza y de inequidad creciente, que provocan violencia y corrupción, y bajo el influjo de la globalización, necesitamos acudir y recurrir a ella para que nos enseñe a amar para ser discípulos misioneros de Jesús. Con María, seamos una Iglesia que presurosa vaya al encuentro tanto, de quienes como Isabel, reconocen las maravillas que obra el Señor como de quienes, atraviesan por la aflicción, falta de trabajo, el desconcierto, la incertidumbre, o la desesperanza. Seamos una comunidad en estado permanente de misión.
Los invito a confiar como María, mujer eucarística para que seamos una comunidad que redescubra y valore la Eucaristía dominical. Dichosa tú por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor. Que en esta fiesta, con ayuda de María repetimos esta oración: Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. Amén. María Madre de la Misericordia, enséñanos a amar para ser Discípulos Misioneros de Jesús.
¡FELIZ FIESTA PATRONAL!