Tan fuerte es la presencia de piamonteses en esta Región que de 45 Asociaciones de Familias Piamontesas en todo el país, 35 se encuentran aquí
¿Qué trajeron los piamonteses a nuestro país además de la pasión por el trabajo?. Trajeron su espiritualidad, su fe cristiana. Una fe simple, sencilla, pero fuerte.
{mosimage}Muchos traían en sus baúles la “Madonna de La Consolata” o “la Madonna de la Guardia”. La Virgen los guió a estas tierras solitarias, la inmensa pampa, que ellos con sus manos hicieron fructificar. La prueba de esa religiosidad quedó para siempre perpetuada en la gran cantidad de Capillas Rurales que existen en nuestra Región, cada una con su emotiva historia.
Y en la Ciudad de San Francisco, Capital del Piemonte Argentino, es donde más se nota esa impronta de la cultura y las costumbres piamontesas. Aquí vinieron en el año 1952 los Misioneros de la Consolata, y levantaron con gran esfuerzo y la colaboración de todos, una hermosa iglesia dedicada a la Virgen de la Consolata, un pequeño seminario y un colegio secundario que se llama “Pablo VI”. Pero la Virgen de la Consolata, patrona del Piemonte, tiene también su templete en el Monumento al Inmigrante Piemontes, único en el mundo, que se encuentra en esta Ciudad a la vera de la ruta 19. Por muchos años fue San Francisco sede nacional de los Misioneros de la Consolata hasta que se decidió trasladarla a la Capital Federal y más tarde entregar la Parroquia, que hoy la dirige otra comunidad italiana, los padres barnabitas. Para mí, como para muchos sanfrancisqueños, fue un dolor muy grande vernos privados de la asistencia espiritual de sacerdotes ejemplares como lo fueron el P. Juan Bosco, P.Mario Viola, P. Ricci, P. Guido Guerra, P.Nelso Borgogno, solo para mencionar algunos, pues son muchos los que dejaron su espíritu misionero y su ejemplo de austeridad y santidad. Por eso todos los Misioneros de la Consolata fueron y son muy queridos en esta Ciudad y la Región.
Para nosotros hubiese sido un privilegio tener aquí a estos misioneros en los años de vejez para acompañarlos como se merecían y al mismo tiempo enriquecernos con su sabiduría. Lo ideal hubiera sido convertir a San Francisco en un pequeño Alpignano (Alpignano es un pueblo cerca de Turín donde residen los Misioneros de la Consolata ancianos y enfermos). Allí ellos pasan sus últimos días asistidos gratuitamente por los mejores profesores médicos de Turín. A uno de ellos oí decir:” Queremos devolverle algo de lo mucho que ellos dieron en tierras lejanas como África y América Latina”.
La Iglesia Católica tiene una bendición, que no tienen otras religiones: la presencia de la Virgen Maria. San Bernardo explica bellamente que la Virgen es el “acueducto” que, recibiendo la gracia de la fuente que brota del corazón del Padre, nos la distribuye a nosotros. Este hilo de agua celestial desciende sobre los hombres, no todo de una vez, sino que hace caer la gracia gota a gota sobre nuestros corazones resecos para sanar, dar paz, consuelo o remedio en las aflicciones físicas y psíquicas. Como dijo Juan Pablo II: “Todo santuario se convierte en una antena permanente de la buena Nueva de la Salvación”