Cambio cultural
Nos damos cuenta de que no estamos experimentando unos cambios en nuestra época sino que es la misma época la que está cambiando. No estamos enfrentando cambios dentro de la casa cultural en que vivimos, sino constatamos que estamos cambiando de casa.
Este nuevo paradigma nos interpela, nos pide otro tipo de respuestas pastorales, otro estilo de ser discípulos misioneros de Jesucristo.
Para muchos, nuestros deseos desde el Pentecostés de Aparecida, ha sido diseñar un nuevo estilo de vida, de actitudes pastorales y de itinerarios espirituales necesarios hoy. Actitudes de una Iglesia madura y por lo tal misionera.
Cambio Social
El continente latinoamericano va creciendo económicamente. Pero este crecimiento no se traduce en desarrollo incluyente, integral y equitativo. Por tanto, es indispensable que reafirmemos nuestra opción por los pobres. Pero esta opción no basta. Debemos optar también por la evangelización del mundo político, empresarial y el de los capitales, para que en ellos penetre el sentido ético como solidaridad con el otro en necesidad.
Aún en y desde nuestras fronteras de misión vemos un tejido social lastimado y es nuestro deber ayudar a re-componer los lazos y vínculos de fraternidad y de amistad entre todos. Favorecer caminos de reconciliación y perdón, de acercamiento y de miradas nuevas, es el desafío enorme de estos días. El rostro de la misión des-de lo cultural debe ser el DIÁLOGO: entre nosotros, y desde «el nosotros» con la sociedad, la cultura. El mundo nos espera o espera también algo nuevo: Cristo nos continua a decir: «ID». No desde la política (sino desde el Evangelio, por el logro de la paz en los corazones, en las familias, en la nación toda) pero si para participar políticamente (el precio de la carne,el arroz, etc. es política).
Conversión del Discípulo
Reconocemos cuán acertado e inspirado es el tema de discípulos misioneros de Jesucristo para fortalecer nuestra identidad cristiana. A tiempos difíciles, discípulos nuevos. Hacemos alusión a un nuevo sacerdote, un nuevo diácono, un nuevo religioso consagrado y un nuevo laico. Desde Aparecida se toma en especial consideración los procesos formativos de todos estos discípulos frente a los nuevos desafíos religiosos y socioculturales del continente. Soñemos una formación para llegar a crecer como una Iglesia más abierta e inculturada. Una Iglesia de post-Pentecostés no encerrada en nuestros templos. Sea-mos testigos y misioneros en la costrucción de su Reino.
Cambio misionero
El Reino de Dios nos apasiona y nos convoca en América Latina. Cada discípulo desde su ángulo y perspectiva está llamado a servir al Reino comprometiéndose en esos elementos propios de la misión como son el testimonio, el anuncio y el ayudar al nacimiento de otras comunidades; la liturgia, la oración y contemplación; el trabajo por la paz, la justicia y la integridad de la creación; el diálogo interreligioso, la inculturación, el ministerio de la reconciliación, la animación misionera y la acogida de los que re-gresan a la fe católica. Es tanto indispensable identificar bien los destinatarios de la misión como comprometernos con ellos, con opciones claras.
Conversión pastoral
Nuestro anhelo es que podamos diseñar, creativa y comunitariamente, esa nueva pastoral que dé la debida prioridad al anuncio de Jesucristo y a los procesos de iniciación cristiana. Vislumbramos una pastoral de procesos y no simplemente de acciones momentáneas. Tomamos en cuenta la dificultad de los procesos largos, cuando la mentalidad light de corte postmoderno sólo quiere asumir compromisos blandos, sin mucho pasado y sin mucho futuro. Insistimos en que se dé forma a una visión pastoral donde el laico en la Iglesia y con la luz del Espíritu, sea de verdad protagonista en la pastoral y no solo fiel e-jecutor de la misma. Queremos soñar con una pastoral realizada por todos y para todos sin exclusiones para construir la unidad en la diversidad.
Conversión espiritual
Con genuina humildad y con actitud de escucha debemos enfrentar las nuevas realidades. Es la hora del corazón. Es la hora del primado del amor. Es la hora de la imaginación que acompaña las migraciones étnicas e intelectuales y el mundo del diálogo de corazón a corazón, de cara a cara o hasta el virtual -mediante los avances tecnológicos-. Es la hora de la belleza y de la simpatía como caminos para llegar con la verdad de Jesús.
Esperamos que se haga énfasis en cuatro realidades: vida, familia, educación y bien común que, según Benedicto XVI, no son negociables. Tengamos también en cuenta que no diseñamos una respuesta sólo para los adultos sino ante todo para los niños y jóvenes constructores del futuro. La opción por estos últimos debe ser menos intelectual y más afectiva y efectiva. Ellos, con su sed de ideales y de razones para vivir, esperan mucho de nosotros.
La misión es sustancial en el discípulo desde su bautismo, no es un parche o un accidente. El que se busca a sí mismo se pierde. En cambio la fe se fortalece dándola.
Por eso, invocamos más que nunca al Espíritu Santo para que transforme este tiempo "post-Aparecida" en otro maravilloso y continuo Pentecostés.