Los jóvenes tuvieron la oportunidad de orar con ellos y por ellos, testimoniando este bonito y exigente compromiso por parte de sus hermanos mayores en la fé.
Concluida la Eucaristia, y al son de los tambores, tuvimos la bendición de la fogata, em medio de hermosos cantos al Espíritu Consolador.
Seguidamente, en el Salón parroquial, los Coros debidamente preparados, continuaron consolidando el clima característico del envio del Espírito Santo narrado por San Lucas en los Hechos de los Apóstoles: alegria contagiante, fraternidad, confianza, paz. Se trataba, de hecho, de realizar una serenata juvenil al Consolador.
Cada Canto estaba cargado de “Evangelio”, de pasajes bíblicos, de valores dignos de atrair el corazón de quien quiera ser felíz: de éste modo, los jovenes iluminaron las primeras horas de la noche con una evangelización recíproca, de joven para joven.
Cuáles los frutos de este Cantar Juvenil al Consolador? Es una pregunta que nos podemos hacer los adultos. El Espíritu, “Señor y dador de Vida”, no dejará de fecundar las semillas que abundantemente sembró en los corazones de estos sencillos y entusiastas jovenes mozambiquenõs. De hecho, la Misión nació y se alimenta año tras año de lo que sucedió en aquella Sala de Jerusalén donde la primitiva comunidad cristiana, con Maria, la Madre de Jesús, fué “confirmada en el seguimiento de Cristo” por el fuego de Amor del Consolador prometido.