Tiene un encanto particular, pues a sus 80 años de vida, 55 de entrega fiel al sacerdocio el misionero de la Consolata Salvador Custódero, es todo un personaje para los fieles de esta parroquia. Oriundo de Italia, de la que solo le queda el acento, más cuando reconoce que le agrada más el castellano por su precisión.Parte de su tiempo lo ocupa a sus enfermos. A ellos los visita con fraternal dedicación y esmero, les entrega el cuerpo de Cristo y los bendice con palabras alentadoras siempre iluminadas en la Palabra de Dios.
En Colombia
Su memoria es como un libro que se abre a los recuerdos con una precisión que sorprende. Por eso, si se le pregunta por el momento cuando llegó a Colombia, una sonrisa se dibuja en su rostro y responde de inmediato “como en Italia había tanto sacerdote, desde que me ordené en 1953 estoy en este país” y como si hablara solo para sí expresa en tono bajo “esto fue solamente un frío cálculo matemático” y se ríe.
La ribera derecha del río Magdalena, como él la llama, fue para el misionero Salvador el mejor campo de acción para su labor apostólica, pero con la sinceridad propia de quien no traiciona sus pensamientos afirma: “no he sido amante a la aventura y al contrario soy fastidioso para los cambios de las cosas, pero sí puedo afirmar que esto ha sido pura pasión misionera”.
Hace 16 años que llegó a Manizales y los justifica con esa manera única de reírse de sus propias cosas: “por mi edad no puedo estar más en misiones, precisamente la última fue en Puerto Leguízamo, en el Putumayo, donde me enfermé”.
El primer sitio que visitó fue Puerto Salgar donde se vacunó contra el calor y también donde aprendió a entender el lenguaje de los campesinos de estas tierras, gracias a la traducción que le hacía un joven que trabajaba en la parroquia, pues para él las personas hablaban con mucha rapidez.
Luego pasó por San Vicente del Caguán “cuando estaba normal”, allí le tocó recorrer grandes distancias, pero eso no fue impedimento para su labor misionera.
Fortalecer la fe
Para el misionero Salvador la sencillez de la gente colombiana lo atrapó; sin embargo, afirma que la herida de la violencia siempre está abierta, por eso rescata el anhelo de quienes quieren superar todas esas dificultades que llevan con tanta amargura.
Se siente como en su tierra, por eso afirma que ahora vive más lo que sucede en Colombia y está muy al margen de la política italiana.
También habla de la fe de los colombianos cuando dice que se ha aceptado la fe sin una conciencia personal de adhesión, “como una costumbre, como una tradición más que como una convicción personal, por eso es necesaria la instrucción religiosa, por eso viene cualquier secta y con una palabrita se desmoronan”.
Para el padre Salvador en todas sus homilías siempre hay catequesis, porque lo que falta es sustento de la fe. "A mi parecer el primero fortalecimiento es el conocimiento de nuestra fe, porque lo que no se conoce no se puede amar" y pronuncia estas palabras mientra se pasea por el atrio que lleva a la capilla del Santísimo, donde se entrega como un hijo fiel a la oración.
Devoción a la Virgen
Para el misionero Salvador Custódero la devoción como sentimiento a la Santísima virgen es loable, lo que no le agrada son esas actitudes de fe de gente piadosa y buena que se deja atrapar por cualquier visión o revelación.
“Eso no está bien, porque desvían lo que es la recta fe que se funda sobre la revelación pública, es decir lo que la Iglesia enseña y el Señor ha revelado, eso es lo necesario para nuestra salvación”.
Agrega que las revelaciones podrían servir como ayuda, pero no como complemento.