La marcha también es un símbolo de dignidad desde donde
resistimos y nos
afirmamos cada día en nuestra identidad. Pero esta marcha que ellos
protagonizan y en la que
pretenden hablar con la máxima representante de
este Estado, la Presidenta de la República, ha sido impulsada por
sectores que hoy detentan el poder, ese mismo poder que nos niega a
nosotros, las naciones originarias, nuestro
derecho al territorio, a
nuestra autodeterminación, permitiendo el despojo, saqueo y la
contaminación que tanto
las transnacionales extractivas como las
corporaciones extractivas nacionales llevan adelante en nuestras
comunidades, generando muerte y pobreza. No sólo son dos grandes
columnas venidas desde puntos opuestos
geográficamente, por el norte
Milagro Sala; por el sur la Confederación Mapuche de Neuquén junto a
otras
organizaciones; son dos demandas distintas pero no dejan de ser
coyunturales, la del norte cuya vocera se define así
misma como indígena
no logra articular un discurso identitario en el que se expresen los
conceptos que hoy dan
sustento a la lucha del movimiento indígena
continental tales como territorio, autodeterminación, derechos
culturales, la búsqueda del buen vivir, etc. Su discurso se reduce sólo a
demandas sociales, reformas de políticas
públicas, sin plantear una
interpelación profunda al modelo de Estado ni al sistema. Mientras que
la del sur
enarbola la hoy muy de moda demanda de Estado plurinacional.
Añadiendo a su discurso la lectura de un escenario
favorable para
realizar este pedido. Presiento que nuestros hermanos regresaran con los
pies ampollados, y las
manos vacías. Quienes los condujeron a caminar
este sendero de decepción sabían que el interlocutor no es válido, no
tiene autoridad moral, es un Estado genocida; desde su conformación hace
ya 200 años hasta el día de hoy no ha
cambiado, los sucesivos gobiernos
de turno, sin excepción, han sido cómplices de las matanzas sufridas
por
nuestros pueblos, genocidios sobre los que no se habla ni se pide
perdón, basta mirar el arrogante monumento a Roca
para recordar la falta
de ética y moral de este Estado, como así también la masacre de Napalpí
nos lo vuelve a
recordar, los despojos territoriales que hicieran
conservadores, militares, radicales y peronistas, y la actual
desnutrición y hambruna que está en este momento diezmando la vida de
los pueblos wichi, qom, guaraníes, etc.,
actualmente las alianzas entre
los gobiernos con las mineras, o el modelo sojero bebiéndose de a poco
la vida de
la tierra, el desmonte, y la desigual distribución de la
tierra generándose latifundios que indigna y ofende.
Entonces, ustedes me dirán ¡¿con quién deberíamos dialogar los pueblos
originarios sino es con el Estado?! Creo
firmemente que debemos dialogar
con el pueblo argentino y con los pueblos del mundo, creo además que es
cierto que
este es un momento histórico pero no porque tengamos un
gobierno abierto y revolucionario, es un momento histórico
porque la
crisis civilizatoria que vive el mundo está llevando a despertar a la
humanidad en busca de una
revolución profunda que desande la huella
ecológica, sacándose los zapatos occidentales hechos de textura
antropocéntrica, individualista, capitalista, economicista, racista y
patriarcal. Es con los piqueteros, las
asambleas barriales, fábricas
recuperadas, organizaciones sociales y culturales, ambientalistas, etc.,
con quienes
debemos dialogar, articular y caminar juntos todos los
malones de la paz que sean necesarios para construir una
revolución
política, cultural, económica, que garantice el mundo mejor y posible
que nos legaron nuestros
ancestros y que en 200 años de invasión de los
Estados-nación ha quedado desvastado.
El 20 de mayo, la larga
caminata terminará en un petitorio que se
entregará en mano a la Presidenta y en él irán las esperanzas,
impregnadas de cansancio, sudor, y frío de nuestros hermanos y hermanas,
que adormecerá en algún cajón de algún
lujoso despacho hasta empezar su
peregrinaje burocrático. Muchos de nosotros también miembros de pueblos
originarios que decidimos no marchar, acamparemos en la Plaza de los
Congresos desde el 24 de mayo; allí encenderemos
las fogatas para
celebrar el encuentro entre la gente de la tierra y el pueblo argentino.
El círculo de saberes,
resistencias y luchas se irá constituyendo en un
diálogo nuevo, empuñaremos juntos nuestra sabiduría, filosofía y
espiritualidad, como armas certeras para combatir este sistema opresor
que deberá ser destruido para que por fin,
junto a los luchadores y
luchadoras del pueblo argentino, veamos finalmente un amanecer tras una
larga noche de
200 años de oscuridad.