Desde su creación en 1999 el Premio Nacional de Paz se ha instituido como un instrumento para promover la paz, la humanización, la solidaridad y el entendimiento civilizado entre los colombianos. Cada año se otorga a una o varias personas o entidades que contribuyan de manera destacada a concretar y desarrollar procesos de paz locales, regionales o nacionales, que aporten a la solución del conflicto armado.
Este Premio, otorgado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, El Tiempo, Caracol Radio, Caracol Televisión, la Revista Semana y la Friedrich Ebert Stiftung en Colombia, fue entregado el 24 de noviembre en Bogotá, en el Auditorio del Museo Nacional de Colombia.
Entre las 114 postulaciones recibidas, el Jurado tomó la decisión entregar un premio compartido, una mención especial y un premio honorífico compartido (fuera de concurso). El Premio Nacional se le otorgó a la Fundación Social Macoripaz (Riosucio – Chocó), compuesta por un grupo de mujeres desplazadas y viudas a causa del conflicto armado que se unió en 2003 para cambiar el destino de sus hijos y de su municipio. Desde entonces se han convertido en agentes activas del desarrollo económico y social de esta población del Chocó, promoviendo la creación de pequeños negocios, la educación de niños y jóvenes, y espacios de practica deportiva y cultural.
También a la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (Antioquia, Sur de Bolívar). Una población rural de 25 mil personas constituye la base de esta asociación, que promueve desde los años noventa el desarrollo sostenible de las comunidades asentadas en la Zona de Reserva Campesina en el Magdalena Medio. Su trabajo se basa en la defensa de la vida y del territorio, su vocación agrícola, la protección del medio ambiente, la vivienda digna y el acceso a la salud, la educación y la justicia.
Recibió una mención especial la Corporación VallenPaz, una alianza entre el sector privado, pequeños agricultores, comunidades afectadas por el conflicto armado en el sur occidente del país, iglesias, gobiernos locales y departamentales y ONG, que durante los últimos 10 años ha consolidado una propuesta de desarrollo sostenible y generación de ingresos, como una manera de promover y construir paz.
El premio honorífico y fuera de concurso fue para el Arzobispo de Tunja y los Obispos de Sincelejo y de Magangué, como reconocimiento a sus gestiones y a su trabajo durante años en defensa de la vida, la promoción de los derechos humanos y de una salida pacífica al conflicto social y armado en Colombia.
"Trabajamos en silencio, pero un evento como este debe ayudar a despertar el deseo de trabajar por la paz", aseguró Mons. Castro Quiroga al diario El Tiempo.