Si tenemos en cuenta que la identidad de la persona define su ser. Y el hombre ha estudiado mucho a la persona en el ámbito antropológico, psicológico y espiritual. Una cosa que podemos encontrar en todos los ámbitos es la historia como gran definición de la vida de cada ser viviente. Sabemos que identidad también está unida a una cultura, tierra y nombre. Pero en el mundo desarrollado estamos perdiéndole el valor de estas cosas. La historia es una riqueza invaluable para un pueblo, comunidad o persona. Este valor da un gran sentido de lo que somos. Es importante saber que sin la historia no existimos. Hoy es la historia para mañana y el ayer es la historia para el hoy. Pero, si bien, la historia nos muestra y enseña unos valores también debemos aprender de los errores, que podemos corregir hoy, para el bien del mañana. Esto nos lleva al bien vivir y a transmitir muchas iniciativas y valores verdaderos a las generaciones que vienen después de nosotros.
Los misioneros tienen una gran ventaja al aprender culturas como su modo de vida. Ellos, cuando son destinados más allá de sus fronteras llevan su bagaje cultural que es distinto al que encuentran en una nueva comunidad multicultural donde viven, conviven y comparten todo. Ellos están llamado a vivir una nueva cultura. En todas estas relaciones cada uno está llamado a conocer y aprender los valores del otro y esto a su vez lo comparte con el mundo con el cual se relaciona. Y esta interacción forma parte de la propia historia de los misioneros de una familia multicultural que viven como hermanos. Esta historia mucha a veces queda en los libros y documentaciones, pero no siempre son transmitidos. Los tiempos cambian, pero la identidad misionera solo tiene una evolución en un mundo muy dinámico. Sabemos que la identidad son los rasgos de un sujeto o comunidad que le son propios y le confieren ciertas diferencias y particularidades con respecto al resto de individuos. Se identifica también con el concepto de alma como principio vital. Esta definición y la historia nos enseñan y nos da mucha esperanza para el futuro.
Si bien, los desgarros del siglo XX y XXI han causado una gran crisis en todo el mundo y ahora en el siglo XXI con el gran desarrollo de la ciencia y la tecnología junto con el secularismo, lo político y el materialismo han causado un gran lio en la sociedad e incluso en la iglesia. Los misioneros que son parte del mundo, y también sufren estos desvalores, tienen la obligación de regresar a su fuente, que es su propia historia, para buscar y revitalizar los valores cristianos con gran celo para la misión. El gran tesoro de la vida misionera con su intercambio de culturas en sus comunidades es una gran riqueza para mostrar a todo el mundo: su historia, su modo de vida y lo que pueden aportar al mundo de hoy. Tienen que renovar el compromiso y reavivar la identidad en nuestra historia para bien del mundo de hoy y llegar a la gran meta que están llamados a ser: ¡luz del mundo!