Una comunidad de amor y humanidad, puente entre el cariño de Dios y la reinserción de personas en la sociedad. Esta es la misión de la Casa de Acogida y Rehabilitación que recupera tóxico-dependientes en situación de calle en el Barrio San Andrés, en el sector El Valle, periferia de Caracas, Venezuela.
Trabajan en el proyecto religiosas de tres congregaciones: Las Compacionistas, Misioneras de Cristo Jesús y Hermanitas de los Pobres de Maiquetía. Los que buscan asistencias son atendidos por un equipo interdisciplinar con psicólogo, psiquiatra, psicoterapeuta, médico y trabajadora social. El misionero de la Consolata, padre Rodrick Tumaini, recién formado en psicoterapia, hace parte del equipo. Otra amiga de la Consolata, la doctora Marietta Rea Lares, también atiende en la Casa que hoy acoge solamente nueve internos, pero asiste cerca de 80 personas en la calle. Todos los días, las hermanas sirven unos 70 almuerzos a la gente del Barrio y por la mañana reparten desayunos. Cuando realizan las jornadas de asistencia semanales, alcanzan más de 400 personas.
La manutención del proyecto depende de donaciones y apoyo de amigos y instituciones. Ante la situación de crisis en Venezuela toda a ayuda es una bendición que hace la diferencia.
Todo empezó con la acogida al señor Larry, un indigente enfermo de cáncer en estado terminal y que vivía bajo un puente. Quien cuenta esa historia de amor es la Hna. María de los Ángeles Perdomo, una de las coordinadoras de la Casa fundada en 2013. Larry cambió la vida de los religiosos a quien antes de morir agradeció mucho porque, después de vivir por 30 años en el “infierno” dela calle, la Casa de Acogida le había dado la oportunidad de probar tres meses de “cielo”.
El trabajo realizado con mucha dedicación y profesionalismo ha salvado muchas vidas, a ejemplo de David Rodríguez quien, plenamente recuperado, ahora trabaja en la cocina de la Casa.
No importa la ciudad o la metrópoli del mundo. En Bogotá, São Paulo, New York, Nairobi o Caracas, las personas que viven en situación de calle como tóxico-dependientes son sometidos a sufrimientos físicos, psíquicos y humanos que les dejan marcas profundas. Esa realidad de exclusión desafía a las instituciones, al Estado, a la Vida Religiosa y a la Iglesia. La Casa de Acogida en el Barrio San Andrés, periferia de Caracas, nació de un discernimiento del Espíritu, gracias a una de entre millones de personas necesitadas de rehabilitación y inserción. Los excluidos tienen la capacidad de convertirnos. Son las periferias humanas y existenciales las que nos piden una respuesta concreta de amor y humanidad, especialmente en Venezuela, país que vive una profunda crisis económica, social y política obligando cada vez a más gente a vivir en completo abandono. El proyecto de Caracas muestra que inspirados en los valores del Evangelio y con un poco de amor es posible sumar fuerzas para salvar vidas.