3 Tema - La consolación y el consolador

Published in Missione Oggi
LA CONSOLACIÓN Y EL CONSOLADOR

EL NOMBRE QUE LLEVAMOS

El XCG, celebrado en Kenya, primer horizonte del camino ad gentes del Instituto a los 100 años de su fundación, invita a “una profunda reflexión sobre la espiritualidad de la consolación” (Actas, p. 56).

Hagamos un recorrido general a través de la Escritura, la historia y los retos del tiempo.

1. La Escritura

a. El tiempo del Mesías: las dos venidas. En el Antiguo Testamento el profeta Isaías anuncia el tempo del mesías como el de la consolación. El Nuevo Testamento anuncia a Jesús como el mesías que inaugura y da plenitud al tiempo de la consolación: «Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso, que esperaba la liberación de Israel: el Espíritu Santo estaba en él, y le había anunciado que no moriría sin ver al mesías del Señor» (Lc 2,25). Aparece en el horizonte el sol de justicia, luz de las naciones y gloria de Israel.

Con la imagen de la espada, María se implica totalmente en el proyecto mesiánico. Un día Pedro, transformado por el Espíritu de Pentecostés, después de curar al paralítico entra en el templo donde había profetizado Simeón y completa el anuncio: «Arrepentíos y convertíos… y el Señor os enviará al mesías destinado para vosotros, es decir a Jesucristo, al que el cielo debe retener hasta los tiempos de la restauración universal…» (He 3,19-21).

b. La vida pública de Jesús: el evangelista Lucas lee también el texto de la misión del profeta Isaías, c. 61, en una luminosa perspectiva y con densidad cristológica. Es un pasaje con elementos tan significativamente entrelazados que resulta un compendio de teología de la misión-consolación, bajo el signo de una delicada y evidente referencia mariana. La proclamación de la Buena Nueva tiene lugar en Nazaret, el pueblecito de María, y dice: «Jesús llegó a Nazaret, donde se había criado... » (4,16). Los pasajes paralelos de Mateo (13,55) y Marcos (6,3) hablan expresamente de María. El texto relaciona al Espíritu Santo con la liberación de los oprimidos, el año del jubileo y la consolación de todos los que lloran: «El espíritu del Señor Dios está en mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres, a curar los corazones oprimidos, a anunciar la libertad a los cautivos, la liberación a los presos; a proclamar un año de gracia del Señor... para consolar a los afligidos» (Is 61,1-2).
La dimensión misionera del texto de san Lucas se pone en evidencia también por la referencia de Jesús a los profetas Elías y Eliseo, que se dirigen a los paganos: la viuda de Sarepta y Naamán el sirio. Este mosaico de Lucas es una especie de “micro-epifanía” del carisma de los Misioneros de la Consolata: el anuncio mesiánico de Jesús, el Espíritu Santo consolador, la buena nueva a los pobres y oprimidos como “distintivo” de la consolación, la misión ad gentes más allá de la frontera de Israel, Siria, y la “discreta” presencia de María.

El tiempo de la consolación alcanza su momento culminante en la hora de la cruz y de la Pascua con el soplo del Espíritu y el don de la Madre.

c. Tiempo del Espíritu Santo: Jesús vuelve a la derecha del Padre y, como signo de la “victoria pascual”, envía a su Espíritu. Es el tiempo de la Iglesia. El Espíritu Santo es el nuevo Consolador. Jesús lo había anunciado: «… pediré al Padre que os mande otro defensor que esté siempre con vosotros» (Jn 14,16). El Espíritu Santo inaugura la misión el día de Pentecostés (He 2,1-16); da fuerza a la palabra de Pedro delante de Sanedrín (4,8-22); sostiene el testimonio y el martirio de Esteban (6-7); anticipa el bautismo de Cornelio y de su familia (10). Elige a Barnebé, el hijo de la consolación, y a Saulo para la misión (13,1-3). El Espíritu Santo anima e ilumina las decisiones del concilio de Jerusalén (He 15); abre el camino y elige el campo de misión de Pablo y sus compañeros (16,6-15); completa el bautismo de los discípulos de Juan el Bautista en Éfeso (19,1-7); profetiza las tribulaciones y las cadenas de Pablo (20,23); acompaña al apóstol en la cárcel y en el camino hacia Roma (27,23) y en Roma ilumina la elección definitiva de Pablo para el ad gentes (28,25-29). De este modo, el tiempo mesiánico en el cual y con el cual caminamos, se caracteriza por la presencia de dos misioneros-consoladores enviados por el «Padre de las misericordias y de toda consolación» (2 Cor 1,3).

2. El Consolador y la Consolata
El Consolador ha llenado de gracia a María, la Consolata, como un sacramento de la maternidad de Dios: «¿Puede acaso una mujer olvidarse del niño que cría, no tener compasión del hijo de sus entrañas? …Como a un hijo a quien consuela su madre, así yo os consolaré a vosotros; por Jerusalén seréis consolados» (Is 66,13).

a. La Dolorosa-Consolata: El padre Luiz Balzan, en un precioso estudio sobre el carisma del Beato Allamano y del Instituto, ha investigado documentos antiguos de la devoción a la Consolata en Turín, a lo largo de los pasados siglos, en los que aparece María como la Virgen desolada, desconsolada, que busca consolación. Existen textos e himnos litúrgicos del 1300 y 1400 con expresiones como éstas: «La Madre dice al Hijo: Di a tu madre una palabra, no la dejes tan sola y desconsolada». Nicodemo consuela a María cuando arranca los clavos del cuerpo de Jesús en la cruz. Jesús la consuela cuando viene a llevarla al cielo.

José Allamano celebró su prima misa en Castelnuono el domingo 21 de septiembre de 1873: era la fiesta de la Dolorosa, cuya devoción conservaría toda su vida, de la que 46 años fue rector de la Consolata. Y dirá: «La devoción a la Dolorosa es un deber de todos los cristianos, pero es especialmente un compromiso nuestro porque, como hijos de la Consolata, tenemos la obligación especial de consolar a nuestra Madre, la de dejarla realmente “Consolata”. No en balde llevamos este hermoso título» (VS 720).

b. La gloria herida por la historia: la Pasión continua.

El concilio Vaticano II presenta a María en actitud itinerante y gloriosa: «La Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia…, así en la tierra precede con su luz al pueblo peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y consuelo hasta que llegue el día del Señor» (LG 68). Una madre que camina en la tierra con su pueblo, entre la guerra de Irak, en la globalización del mercado y la exclusión de los pobres, en el duelo de Jerusalén y Oriente Medio, en el sueño y el silencio de muchos... ¿no se sentirá también desolada y desconsolada con sus hijos e hijas?

Tepeyac, México, 1531: María de Guadalupe se dirige al indio Juan Diego: «Escúchame tú, el más abandonado de mis hijos, ¿adónde vas?». Y el indio, que vuelve tras ser rechazado por Juan de Zumárraga y y ser alejado de su puerta, le responde: «Señora, la más abandonada de mis hijas, mi hija...». Si el enviado de María no es escuchado ni recibido, tampoco María es escuchada y se la aleja de la puerta. ¡Abandonado el pobre, abandonada la Madre!

Dietrich Bonhoeffer escribía desde la cárcel, poco antes de ser ajusticiado por Hitler en 1945, que la “nueva teología” nacerá de la página del Getsemaní, donde Jesús -una “nueva” presencia de Dios entre nosotros-, en la hora de la suprema desolación busca la consolación de sus tres discípulos y amigos.

¿Cómo prosigue en la historia la pasión de Cristo y el dolor de la Dolorosa-Consolata?

3. Desafíos del tiempo
Isaías, arzobispo de Cali.

El arzobispo de Cali, Colombia, monseñor Isaías Duarte Cancino, había invitado insistentemente a los Misioneros de la Consolata a asumir la coordinación de la pastoral “afro” en su diócesis. Fueron tres misioneros. A las pocas semanas de su llegada el arzobispo fue asesinado a causa de sus valientes denuncias contra los traficantes de la violencia, especialmente los del narcotráfico.

Una semana antes de su muerte había invitado al P. Carlo y otro invitado, un sacerdote diocesano, a tomar una taza de chocolate en el km. 18 de la calle que conduce al mar, un lugar muy conocido y frecuentado, donde había un pequeño restaurante totalmente abandonado desde cuando se habían cometido en él actos de violencia y el secuestro de numerosas personas.

Durante el recorrido en automóvil explicaba a los padres por qué invitaba a la gente a tomar un chocolate precisamente allí: «Donde la vida desaparece hay que despertarla, sembrarla de nuevo, ayudarla a crecer. No puede haber zonas prohibidas, y por eso estamos aquí: para dar vida o restituirla, para devolver la dignidad a nuestra gente, a la tierra donde vive. Defender la vida afligida, consolarla: para eso he invitado a los Misioneros de la Consolata y para eso estáis aquí».

Recibir la consolación e insertarla en el corazón de la vida amenazada, herida, expuesta al peligro e incluso eliminada, y sentirse invitados por un obispo la víspera de su martirio, ¿no significa haber descubierto la fuente y la meta de la consolación? ¿Y la gracia como responsabilidad?

Para la reflexión
- El nombre, “Misioneros de la Consolata”, es una síntesis de tres dimensiones de nuestra vocación: misión ad gentes, María, consolación.

Para la reflexión
- El nombre, “Misioneros de la Consolata”, es una síntesis de tres dimensiones de nuestra vocación: misión ad gentes, María, consolación.

Concretamente, ¿cómo la unificamos en una identidad que alimente la espiritualidad, el celo y el método misionero?
- «La Sagrada Escritura es nuestro libro y en el Instituto debe ser el primer estudio», nos dice el Fundador. ¿Sabemos encontrar tiempo para la “lectio divina”?

¿Compartimos periódicamente la reflexión unidos en comunidad?

¿Tenemos momentos de revisión de vida a la luz del Evangelio, también con las hermanas Misioneras de la Consolata cuando trabajan en el mismo ambiente?
- ¿Compartimos con los laicos el carisma y la espiritualidad de la consolación?
- ¿Dedicamos un tempo a hacer una lectura de la realidad, acompañados en alguna ocasión por expertos, para ver concretamente las necesidades de la gente, las causas y las prioridades de los compromisos?

P. Ezio Guadalupe Roattino
Last modified on Thursday, 05 February 2015 16:55

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