El caso 2338

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P. Rutilio Grande (jesuita), Manuel Solórzano y
Nelson Lemus (campesinos), mártires

{mosimage}Sábado 12 de marzo de 1977. Han pasado unos minutos de las 5 de la tarde.

Una camioneta Volkswagen blanca circula por una tranquila carretera de El Salvador. El P. Rutilio Grande de 49 años de edad, acompañado de los laicos Manuel Solórzano de 72 años y de Nelson Lemus de 16 se dirigen a la localidad de El Paisnal para celebrar la Misa.



Al pasar por unas plantaciones de caña son sorpresivamente atacados por fuego de metralla. Mueren los tres. Son las primeras víctimas de un largo conflicto. En estos días se cumplen treinta años.
El domingo 13 los periódicos de El Salvador se hacen eco de la noticia. Presentan las muertes como consecuencia de un acto de “delincuencia común”, posiblemente un “intento de robo”. Otras fuentes hablan de que “el coche habría volcado”.

Las autoridades eclesiásticas contratan a un médico forense. El informe no deja lugar a dudas de que el suceso ocurrido ha sido un asesinato realizado por disparos efectuados desde tres lugares: desde la parte delantera del coche, desde la parte trasera y uno de los costados.

El caso 2338
Un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, dependiente de la Organización de Estados Americanos (OEA), da más detalles, a partir de los testimonios recogidos, en lo que denomina el “Caso 2338”.

El documento investiga las causas de lo que evidentemente es un asesinato. Entre otras cosas afirma: “El 13 de febrero el Padre Grande había pronunciado un sermón en una celebración al aire libre para protestar la expulsión del Padre Mario Bernal".

Algunos espectadores infieren que ese sermón provocó la muerte de Rutilio Grande: ‘No tenemos más que un Padre, y todos somos hijos... aunque tengamos distintas madres, todos somos hermanos, todos somos iguales. Pero Caín es el engendro de los planes de Dios; y hay grupos de Caínes en este país’.

{mosimage} Hablando de Mario Bernal y del riesgo de ser cristiano, expresó: ‘Queridos hermanos y amigos, me doy perfecta cuenta que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán cruzar las fronteras. Sólo nos llegarán las cubiertas, ya que todas las páginas son subversivas —contra el pecado, se entiende—. De manera que si Jesús cruza la frontera cerca de Chalatenango, no lo dejarán entrar. Le acusarían al Hombre-Dios, al prototipo del hombre, de agitador, de forastero judío, de confundir al pueblo con ideas exóticas y foráneas, ideas contra la democracia, esto es, contra las minorías. Ideas contra Dios, porque es un clan de Caínes. Hermanos, no hay duda que lo volverían a crucificar. Y lo han proclamado’.

Un mes más tarde, el sábado 12 de marzo, el Padre Grande pasaba en auto por las plantaciones de caña a celebrar Misa en el Paisnal, donde había vivido en su niñez. Los asesinos lo acribillaron con más de 10 balas en el cuerpo; salvo una, todas eran mortales. De acuerdo con una versión, había volcado el automóvil. El anciano y el joven presumiblemente fueron matados para que no hubiese testigos. Se dice que soltaron a dos o tres niños pequeños que iban con ellos. Las autoridades no querían involucrarse ordenando una autopsia, así que los jesuitas contrataron a un médico con experiencia forense. Éste opinó que los disparos se habían originado desde por lo menos cinco lugares distintos y que el arma empleada era una metralleta usada por la policía.

Varios indicios señalan la complicidad del Gobierno. Al cabo de una hora, se cortó el servicio telefónico con Aguilares, aunque no se interrumpió en los pueblos vecinos. Cuando muy poca gente tenía conocimiento del asesinato, el Presidente Molina llamó al Arzobispo Óscar Romero para expresarle sus condolencias (aunque los periódicos informaron que fue el Arzobispo quien hizo la llamada) ”.

Comunicado del arzobispado
El 13 de marzo, el arzobispado de San Salvador hacía público un comunicado en donde se afirmaba: “Al leer la información bastante detallada que nos ofrecen este mismo lunes los periódicos El Diario de Hoy y la Prensa Gráfica, sobre el asesinato del Reverendo Padre Tulio Grande y sus acompañantes Nelson Rutilio Chávez de 16 años y Manuel Solórzano de 72, la Secretaría de Prensa del Arzobispado se permite hacer la presente aclaración ante el pueblo salvadoreño, para borrar una imagen distorsionada y falsa del horrendo sacrilegio:

Que los móviles del vil asesinato del Párroco de Aguilares, no son los mismos que provocan un crimen vulgar. La verdadera causa que motivó su muerte es la intensa labor pastoral de tipo concientizador y profético que el referido párroco desarrollaba en todos los ámbitos de su Parroquia. El Padre Grande, sin lastimar y violentar a sus fieles en la práctica de su religión popular, fue formando lentamente una verdadera comunidad de fe, de esperanza y de amor entre ellos; haciendo conciencia de su dignidad de personas, de sus derechos fundamentales propios de todo hombre y también de su promoción humana. Es decir, que llevaba una labor de promoción humana integral. Esta labor eclesial posconciliar, ciertamente no es agradable para todos, porque despierta la conciencia de las personas. Es una labor que estorba a muchos; y para terminar con ella, había que liquidar a su promotor. En nuestro caso al Padre Rutilio Grande.”

División en el seno de la Iglesia
No todas las voces de la iglesia salvadoreña eran unánimes. Hacía poco que Óscar Romero había sido elegido arzobispo de San Salvador, apoyado por los sectores más conservadores. De hecho Romero se había manifestado en contra de las conclusiones del Episcopado Latinoamericano en Medellín.

Sin embargo el contacto con la realidad había comenzado a producir un proceso de “conversión” en el arzobispo. El asesinato del P. Rutilio será el acontecimiento que desencadene su pública adhesión a la línea liberadora de Medellín.

El Secretario de la Conferencia Episcopal salvadoreña, Mons. Freddy Delgado aprovecha para difundir un “informe reservado” acusando al P. Rutilio y a los jesuitas de promover una “rebelión comunista”.

Amigo de Mons. Romero
Amigo íntimo de Mons. Óscar Romero, Rutilio era un sacerdote muy respetado por sus propios compañeros, que lo tenían como coordinador de su equipo pastoral.

Hombre tímido, muchas veces escrupuloso en su fidelidad religiosa y sacerdotal, estaba totalmente dedicado al pueblo.

Un tanto reservado en el trato personal, no obstante su timidez, se transformaba en valentía para denunciar cualquier injusticia que le sucediera al pueblo. Captó y respetó la religiosidad del pueblo, pero rompió con una religión conformista que aceptaba la opresión y las injusticias en nombre de los consuelos de la vida eterna.

Trabajó con Comunidades Eclesiales de Base (CEB’s). Su parroquia fue cercada por el ejército y más de 14 miembros de las CEB’s fueron asesinados.

Rutilio Grande reclamaba así en sus homilías: "Queremos ser la voz de los que no tienen voz para gritar contra tanto atropello contra los derechos humanos. Que se haga justicia, que no queden impunes tantos crímenes manchando a la patria, al ejército. Que se reconozca quiénes son los criminales y que se dé justa indemnización a las familias que quedan desamparadas".

La despedida
El 14 de marzo se celebraba en la catedral de San Salvador el funeral de Rutilio, Manuel y Nelson. En la homilía de despedida, Mons. Romero señalaba:

“Si fuera un funeral sencillo hablaría aquí -queridos hermanos- de unas relaciones humanas y personales con el Padre Rutilio Grande, a quien siento como un hermano. En momentos muy culminantes de mi vida él estuvo muy cerca de mí y esos gestos jamás se olvidan; pero el momento no es para pensar en lo personal, sino para recoger de ese cadáver un mensaje para todos nosotros que seguimos peregrinando.

El mensaje, que quiero tomarlo de las palabras mismas del Papa cuando nos habla de la evangelización, nos da la pauta para comprender a Rutilio Grande: ‘¿Qué aporta la Iglesia a esta lucha universal por la liberación de tanta miseria?’ Y el Papa recuerda que en el Sínodo de 1974 las voces de los obispos de todo el mundo, representadas principalmente en aquellos obispos del Tercer Mundo, clamaban: ‘La angustia de estos pueblos con hambre, en miseria, marginados’. Y la Iglesia no puede estar ausente en esa lucha de liberación; pero su presencia en esa lucha por levantar, por dignificar al hombre, tiene que ser un mensaje, una presencia muy original, una presencia que el mundo no podrá comprender, pero que lleva el germen, la potencia de la victoria, del éxito.

El amor verdadero es el que trae a Rutilio Grande en su muerte, con dos campesinos de la mano. Así ama la Iglesia; muere con ellos y con ellos se presenta a la trascendencia del cielo. Los ama, y es significativo que mientras el Padre Grande caminaba para su pueblo, a llevar el mensaje de la Misa y de la salvación, allí fue donde cayó acribillado. Un sacerdote con sus campesinos, camino a su pueblo para identificarse con ellos, para vivir con ellos, no una inspiración revolucionaria, sino una inspiración de amor y precisamente porque es amor lo que nos inspira, hermanos. ¿Quién sabe si las manos criminales que cayeron ya en la excomunión están escuchando en un radio allá en su escondrijo, en su conciencia, esta palabra? Queremos decirles, hermanos criminales, que los amamos y que le pedimos a Dios el arrepentimiento para sus corazones, porque la Iglesia no es capaz de odiar, no tiene enemigos. Solamente son enemigos, los que se le quieren declarar; pero ella los ama y muere como Cristo: ‘Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen’".
Last modified on Thursday, 05 February 2015 16:55

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