Una mirada al Instituto en Colombia Ecuador-región andina y amazónica desde la vida

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"La vida se encoge o se expande en proporción a nuestro valor" Anais Nin

El mensaje de nuestra X Conferencia fue claro: "60 años con Jesús por el camino y en la mesa" y creo que estuvimos en sintonía con Aparecida "La Iglesia está llamada a hacer de todos sus miembros discípulos y misioneros de Cristo, Camino, Verdad y Vida, para que nuestros pueblos tengan vida en Él (DA 1)

Tanto nuestra Asamblea Regional como Aparecida nos invitan a vivir una experiencia de configurar nuestras vidas con el Señor a partir de nuestro bautismo (Rm 6,1ss).

Esta experiencia nos debe llevar a testimoniar con nuestra vida personal, comunitaria y nuestras obras, la misma vida de Jesús. Por eso fuimos llamados para seguir a Jesús, configurarnos con Él, anunciar el Evangelio del Reino de la vida, animados por el Espíritu Santo.


Al mirar con ojos de fe a nuestro Instituto, descubrimos que en la X Conferencia Regional, en sus dos etapas, celebramos "la gratitud y la comunión con el Dios de la misión" (X Conf. Regional p. 4) a través de los 60 años de historia del IMC en este bello rincón de América Latina. En esta asamblea nos hemos encontrado como hermanos, unidos por un mismo carisma, un mismo ideal, una variada y conflictiva realidad y una misma misión: llegar al corazón (cor gentium) de las culturas de nuestro tiempo (cfr. DA 41).

Decía el Papa Juan Pablo II: "Una fe que no se hace cultura no es una fe totalmente pensada, ni completamente aceptada, ni fielmente vivida" (X Conf. Regional p.15), por eso como discípulos misioneros de Jesús estamos hoy llamados a ser protagonistas de una vida nueva para nuestros pueblos y comunidades que nos acogen y que esperan de nosotros una luz de esperanza (cfr. DA 11) para que lleguen a "la auténtica liberación cristiana" (cfr. DA 26). Y para que esta liberación se dé, es necesario que sea auténtica, cristiana e integral (cfr. DA 32)

Nuestra X Conferencia Regional es 'un nuevo paso' en el caminar del Instituto no solo en Colombia-Ecuador, sino en este Continente Americano. Nuestra conferencia no fue un acontecimiento aislado en la historia del Instituto y de la Iglesia, sino que fue un acontecimiento eclesial en el que está plasmada la tradición de nuestros 107 años de fundación y de la tradición de los últimos 61 años de vida en Colombia-Ecuador, "recorridos…con los pueblos y comunidades en Colombia-Ecuador", desde donde "traemos sabiduría y experiencia, lágrimas y sonrisas, frustraciones y esperanzas, logros y fracasos, desafíos y utopías" (X Conf. Regional p.3)

Al evocar nuestra historia recordamos con alegría el mérito de nuestros primeros misioneros que evangelizaron el Magdalena Medio, el Caquetá, Barrio el Vergel en la periferia de la Bogotá del 1947, y luego en diferentes regiones del país y hoy en Ecuador con proyección hacia la amazonia, el Perú y dentro de poco en México, siempre con el mismo entusiasmo que nos ha caracterizado, aunque de una manera diferente y nueva con relación al pasado.

En nuestra corta historia en este continente vivimos el gran Pentecostés del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965), que desató un gran movimiento de renovación eclesial, con el fin de "retornar a las fuentes". También nosotros, motivados por este acontecimiento eclesial, hemos entrado en un proceso de renovación.
Un mañana, quizás no muy lejano, podrán nuestros misioneros valorar todo este camino de renovación, de búsqueda de nuevas maneras de ser misioneros y misioneras en un contexto cada día más complicado, más tecnológico y más sensible a lo ético, lo social, lo ecológico, los derechos humanos, la VIDA. La vida es un don, pero es un don frágil, que es preciso cuidar, conservar y hacerlo crecer. Pero la vida también es un derecho fundamental de toda persona.

Juan XXIII puso su mirada en Jesucristo. También, hoy, debemos poner nuestra mirada en Jesucristo, quien es "el Camino, la Verdad y la VIDA" (Jn 14,6). Nos toca entonces "recomenzar desde Cristo" (DA 12). Una de las dimensiones de la misión ad gentes es precisamente el de la opción por la vida (cfr. DA 417). Y en eso siempre se han distinguido tantos de nuestros misioneros que lo arriesgaron todo hasta su propia vida por defender la vida en todos sus estados, como hoy lo hacemos nosotros. "Hoy se plantea entre caminos que conducen a la vida o caminos que conducen a la muerte (cfr. Dt 30,15)" (DA 13). ¿Qué caminos de muerte existen en nuestra comunidad que nos llevan a dilapidar los bienes recibidos de Dios  por medio de nuestro Fundador? ¿Qué caminos nos están abriendo cada día más a la fraternidad, a la comunión, a la participación, a la unidad?

Aparecida nos dice que debemos volvernos servidores de la vida (DA 353). Creo que esta es una característica típica nuestra, porque desde siempre se nos ha formado en esta dimensión, en la opción preferencial por los pobres, la promoción y defensa de la familia y la vida, la construcción de una cultura de la vida en medio de nuestras comunidades y pueblos. Por eso fuimos llamados, formados y enviados.
 
Cuando Jesús se encontró con el cortejo fúnebre que acompañaba a la viuda de Naín que iba a enterrar a su hijo único, iban en procesión hacia la muerte, pero Jesús va caminando en procesión hacia la vida. En ese encuentro triunfa la vida (Lc 7, 11-17). Ésa es nuestra tarea, ayudar para que todos hagamos la opción por la vida y ése es precisamente el espíritu de nuestra X Conferencia Regional: "Como personas provenientes de diferentes latitudes, pueblos y culturas, nos reunimos… en torno a la Consolata para vivir, testimoniar, anunciar y promover las Bienaventuranzas del Reino de Dios ad gentes a partir de los pobres y los afligidos de la tierra" (X Conf. Regional No. 43b p. 28) a quienes el Evangelio les llegó "en medio de un dramático y desigual encuentro de pueblos y culturas" (DA 4)

Esta mirada desde la vida nos interpela a responder al llamamiento a la santidad, entendida como seguimiento de Jesús para ser configurados con él, ser enviados a anunciar el Evangelio del Reino de la vida, aprender a vivir y comunicar la vida nueva en Cristo a nuestros pueblos (cfr. Aparecida capítulo 7), en otras palabras, la santidad es volvernos canal de la misericordia del Padre en el Hijo por la fuerza del Espíritu Santo.

Para ello es necesario que vivamos estas tres cualidades que son propias del verdadero discípulo de Jesús:

·La gratitud: viene de GRATIS. Cuando se está en estado de gracia, uno se asombra de las maravillas que el Señor nos da, completamente gratis, sin pedir nada a cambio (cfr. Ef 1,3). "Agradecemos a Dios por habernos hecho sus colaboradores para que seamos solidarios con su creación de la cual somos responsables" (DA 24).  Lo que no se valora se vuelve cotidiano, insignificante, sin valor. "Demos gracias a Dios que nos ha dado el don de la palabra, con la cual nos podemos comunicar con Él por medio de su Hijo, que es su Palabra (cfr. Jn 1,1), y entre nosotros. Damos gracias a Él que por su gran amor nos ha hablado como amigos (cfr. Jn 15,14-15)" (DA 25).
 
Seamos como el leproso agradecido que "al verse curado, regresó alabando a Dios en alta voz, y se postró a los pies de Jesús dándole gracias. Era un samaritano" (Lc 17, 15-16). La base del agradecimiento es el amor y por eso como proviene del amor conduce al amor. Si realmente somos una familia misionera, que realiza acciones conjuntas y agradece todo lo que recibe es la mejor obra evangelizadora.
 
Toda la vida es un don, un don global compuesto de muchos dones parciales. Lo bello de agradecer reside en su desprendimiento y se siente cuando se acepta el sentido de lo valioso. La gratitud nos une, sea cual fuere nuestra condición, crea relaciones reversibles, que son el tejido de la vida humana y permite alcanzar el valor de la unidad.
 
·La alegría: Hay personas a quienes nada les gusta, todo lo critican, nada es bueno ni positivo, viven inconformes con todo, son las personas del eterno: pero… (cfr. Lc 9, 52-54). En nuestra Conferencia dijimos: "Percibimos, entonces, la necesidad de conversión, de Pascua: pasar del aislamiento… a la alegría del "proyecto común"… al Proyecto misionero de la Región" (X Conf. Regional No. 43c p. 29). Todo ello con el fin de contemplar y celebrar "el presente con alegría y gratuidad, en sintonía con las iglesias locales y con el Beato José Allamano, "Vogliamo metterci anche noi como compagni di viaggio in questo cammino di comunione e missione" (X Conf. Regional p. 5)
 
Esta alegría brota precisamente del encuentro con Jesús a través de su Palabra en la 'lectio divina', que es "proceso de discipulado, de comunión con los hermanos y de compromiso con la sociedad" (DA 249).
 
"La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio. La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús  es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo" (DA 29) (cfr. Lc 10, 17). La enfermedad de hoy es el miedo al mañana.
 
·Enviados: ser "portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras" (DA 30). "… Ese Paráclito… habita en cada uno de nosotros y nos hace vitalmente espirituales: capaces de hermanarnos con tantos otros Jesús del mundo para anunciar la gloria de Dios entre los pueblos" (X Conf. Regional No. 2 p.10). "Nuestra razón de ser es compartir la verdadera Consolación, Jesucristo: Profeta, Sacerdote y Rey con la humanidad… mediante el acompañamiento para transformar la vida de las personas, de la sociedad y de los pueblos donde trabajamos, por la fuerza y la vivencia de la caridad (justicia-paz y cuidado de la creación)" (X Conf. Regional  5.1. p.26 -27)

Este descubrirnos enviados nos lleva a comprender que "La vida en Cristo incluye la alegría de comer juntos, el entusiasmo por progresar, el gusto de trabajar y de aprender, el gozo de servir a quien nos necesite, el contacto con la naturaleza, el entusiasmo de los proyectos comunitarios, el placer de una sexualidad vivida según el Evangelio, y todas las cosas que el Padre nos regala como signos de su amor sincero.

Podemos encontrar al Señor en medio de las alegrías de nuestra limitada existencia y, así, brota una gratitud sincera" (DA 356). "Pero, las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor, contradicen este proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida" (DA 358). "…la vida sólo se desarrolla plenamente en la comunión fraterna y justa" (DA 359).

Descubrimos, entonces, que la "vida se acrecienta dándola y se debilita en el asilamiento y la comodidad… que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión… se trata de salir de nuestra conciencia aislada y de lanzarnos, con valentía y confianza (parresía), a la misión de toda la Iglesia" (DA 360. 363)

En esta misión evangelizadora juega un papel fundamental la presencia de María Consolata. María es la imagen perfecta de la discípula misionera, pues "sólo así seremos lo que debemos ser: Misioneros de la Consolata inspirados y guiados por María de Nazaret, discípula consolada, madre de la Consolación, misionera consoladora" (X Conf. Regional p. 5; cfr. ibídem numeral 5.3 p. 12). María "nos exhorta a hacer lo que Jesús nos diga (cfr. Jn 2,5) para que Él pueda derramar su vida en América Latina y El Caribe… y en torno a ella, volvemos a recibir con estremecimiento el mandato misionero de su Hijo: 'Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos' – Mt 28,19 –" (DA 364)

Por eso, en la espiritualidad que inspira nuestro proyecto misionero, dijimos: "Compartimos con los crucificados/as de la historia la bienaventuranza de la 'verdadera consolación' y trabajamos 'junto-a-ellos/as' la misión del Reino: proyecto histórico del Padre-madre para la humanidad y toda la creación; proyecto de justicia, paz y cuidado de la creación, que comenzó ya en esta tierra y culminará en el banquete final" (X Conf. Regional No. 3 p. 10)

Entonces nuestra misión brota del ser "familia de Jesús" (cfr. Mc 3,31-35), "animada por el carisma misionero ad gentes, acogido y cultivado por el Beato José Allamano y confiado a nosotros en el Instituto con el nombre y bajo la protección y guía de La Consolata. Con dicho carisma en el corazón, la cabeza, las manos y los pies, fieles a los signos de los tiempos, queremos servir a los más pobres y afligidos de esta tierra, en comunión con la Iglesia Católica colombiana y ecuatoriana y con todos los grupos y personas de buena voluntad, para que la justicia y la paz se abracen y venga el Reino de Dios, que es vida plena y de calidad" (X Conf. Regional No. 40, p. 26)

"La cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vivir contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano" (DA 387), de ahí que el desafío que tenemos es el de ser signos creíbles entregando nuestra vida como testigos de la vida plena en el Señor y así ser fieles a nuestro carisma y al Evangelio que "nos exige proclamar en todos los areópagos públicos y privados del mundo de hoy, y desde todas las instancias de la vida y misión de la Iglesia, la verdad sobre el ser humano y la dignidad de toda persona humana" (DA 390), de tal modo que "el influjo de Cristo llegue hasta los confines de la tierra" (DA 374), y siempre "dispuestos a ir 'a la otra orilla', aquella en la que Cristo no es aún reconocido como Dios y Señor y la Iglesia no está todavía presente" (DA 376).

Sólo así podremos decir que nuestro Instituto es realmente un defensor de la vida. Esta defensa de la vida no se da individualmente sino en comunidad (cfr. DA 156). De ahí que inspirados en el XI Capítulo General dijimos en nuestra X Conferencia "que se nos pide vivir con intensidad la hora presente… la intuición tan latinoamericana de la opción por los pobres no nos permite descuentos. Son los últimos, los excluidos, los condenados a muerte de José Cafasso que se multiplican en los condenados a muerte de hoy: sin comida, sin trabajo, sin dignidad, sin casa… los que nos juzgarán en el último día" (X Conf. Regional 9.3-9.4. p. 15-16)

Entonces "sentimos la interpelación que nos desafía a responder, con autenticidad, apertura y eficacia a las exigencias actuales de la realidad colombo-ecuatoriana, de las Iglesias Locales y de nuestra vocación- misión" (X Conf. Regional No. 37. P. 25). "Pero, analizando nuestra propia realidad humana, espiritual, económica e institucional, experimentamos la multiplicidad de visiones y actuaciones de la misión y tomamos conciencia de la poca tensión hacia la santidad  que ha debilitado el 'sentido de pertenencia al Instituto', mermado nuestra corresponsabilidad y el 'espíritu de cuerpo', afectando nuestro desempeño en la misión. Esto opaca la presentación de nuestro carisma como 'signo e instrumento' de la Consolación de Dios en la sociedad y de la misión ad gentes en las Iglesias Locales; al mismo tiempo que repercute negativamente en el 'espíritu de familia' y afecta nuestras relaciones humanas e interculturales, dando lugar a un clima de cansancio, insatisfacción, aislamiento y desconfianza" (X Conf. Regional No. 38-39 p. 25)
 
 Hoy nuevamente el Señor nos llama para que estemos con Él y para "hablarnos al corazón" (cfr. DA 154) con el fin de que hagamos su misma experiencia, ser signos de la libertad y defensa de la vida para los desdichados, los sin tierra, los olvidados, los excluidos, los perseguidos, los desplazados, los enfermos terminales (cfr. Puebla 402, DA 65)

Ser misioneros de la Consolata en el hoy del hombre y de la sociedad del relativismo, de la globalización, de la interculturalidad e interracialidad significa ser testigos de la Resurrección del Señor y de su vida, del Reino de Dios que Jesús anuncia (cfr. Iglesia en Colombia pp106-110) para que todos los pueblos "tengan vida en Él". Recordemos que "Nuestra acción misionera, a partir de los pobres-otros y afligidos de estas tierras y según nuestras opciones, está dirigida a todos los seres humanos y al cuidado de la creación en general. La misión nos interpela, en primer lugar, a nosotros mismos y nos coloca en el horizonte propuesto por el Fundador José Allamano: primero santos y después misioneros" (X Conf. Regional No. 5.3-5.4 p 27)
Last modified on Thursday, 05 February 2015 16:56

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