Ayer recibí un wasap. Hoy, la vida misionera es así. Yo ya estoy en un pequeño rancho del Estado de Jalisco en México, pero los jóvenes con los que estuve trabajando durante quince años en Costa de Marfil me siguen confiando sus dificultades. Esta vez se trata de Laure (el nombre es inventado pero la historia es real), que vive en la periferia de Abidjan. El asfalto está a unos tres kilómetros y donde vive su familia no hay agua corriente ni luz. Ella es la mayor de cuatro hermanos. El año pasado terminó la selectividad y ahora ha salido la convocatoria para entrar en el Servicio de Aduanas.