Cuando acabe la pandemia, no volvamos a restaurar la Iglesia sacramentalista del pasado, salgamos a la calle a evangelizar, sin proselitismos, para anunciar con alegría la buena noticia de Jesús a quienes no entran en el templo. Así tendrá sentido pleno celebrar en la comunidad cristiana la fracción del pan y los demás sacramentos.
Unas de las consecuencias de la pandemia ha sido el cierre de todos los lugares de culto, de todas las iglesias y templos. También las bendiciones Urbi et Orbi de Francisco fueron ante una Plaza y una basílica de San Pedro vacías. Muchos auguraban una cuaresma y una Semana Santa muy pobre, sin celebraciones litúrgicas, sin Via crucis, ni pasos de procesiones.