El lema programático “Evangelización y promoción humana integral del pueblo afrodescendiente” define y caracteriza la identidad de la labor que la delegación de pastoral de negritudes se propone llevar adelante en la iglesia caleña. De por si esto no significa ninguna novedad pues no es otra cosa que el programa de Jesús el cual “viendo las multitudes desorientadas y vagando como ovejas sin pastor” (Mc.6, 34) les reparte el pan de la palabra al tiempo que les ayuda a saciar el hambre material invitando e implicando a los apóstoles para que repartan lo que tienen. Esto, con el aval de su bendición, no solo será suficiente para la multitud si no que sobrará abundantemente (Mc 6, 42-44).
En Cali un riesgo podría haber si, insistiendo en una “pastoral afrocolombiana” con rostro propio, fuera esto entendido de una manera alternativa a una pastoral de comunión que obviamente debe considerar y abarcar todo la gama de un conjunto pluriétnico y multicultural como es el que caracteriza la población del Valle del Cauca. Por otro lado y eso sí, en manera muy clara y decidida, ha de ser una pastoral de inclusión y abiertamente ecuménico.
Me refiero ante todo a un cambio de paradigma en la praxis evangelizadora acompañado de una maduración de mentalidad pastoral en los agentes de la misma, donde la disminución de paternalismo asistencialista ha de ser directamente proporcional al aumento del amor evangélico que trabaja y se desvela par buscar el bien del otro.
1ª) - Esto pide ante todo una mirada a la historia
Esto nos permite conocer el camino hecho por estas comunidades en los últimos cien años. Ahora bien la trayectoria por la que andaron las comunidades afro a las que nos referimos y su contacto con la misión evangelizadora de nuestra Iglesia, en los últimos cien años, pasó por tres grandes etapas:
A) - Primera etapa: de 1899 a 1964, Concilio Vaticano II:
Después de la manumisión, que en Colombia y en gran parte de America Latina se dio hacia la mitad del siglo pasado, los “nuevos ciudadanos” se desplazaron especialmente hacia las costas del Pacifico buscando tierras baldías para cultivar.
Aparecen entonces unas figuras que los siguen: los misioneros, aunque en todas partes son considerados escasos. La mayoría de ellos es extranjera y su objetivo consistía en extender la presencia de la Iglesia, pero encuentran la dificultad de comprensión de la mentalidad, costumbres y cultura de la gente negra.
Sin embargo la palabra de Dios se transmitía oralmente con una fuerza especial, que se expresaba en muchas formas de religiosidad popular. Después de un esfuerzo evangelizador, llegaron largas épocas de abandono y la gente tuvo que organizar sus manifestaciones religiosas según su inspiración y al margen de sacerdotes y de la autoridad de la iglesia
B) - Segunda etapa:(1964–1980) Afirmación de la identidad afroamericana.
Es esta una época de mucha vitalidad. Los evangelizadores van cambiando mentalidad y actitudes influenciados por el Concilio Vaticano II, Medellin, Puebla y muchos encuentros misioneros
La pastoral se va organizando en torno a comunidades cristianas negras de fe culto y amor. La formación bíblica da más convicción a los lideres de las comunidades.
En estos años, entre los agentes de pastoral y los miembros de las comunidades negras aumenta el interés y la aceptación de su identidad afroamericana.
La Iglesia en Medellin y Puebla ha encontrado en si misma las energías para volverse cada día más latinoamericana, asumiendo su rostro indígena, mestizo, afroamericano.
C) -Tercera etapa (1980 – 2007): Afroamericanos, evangelización e intercambio.
El Papa en santo Domingo (1992) en el mensaje a los afroamericanos afirmó que la iglesia no sólo respeta, sino que favorece y quiere potenciar la pastoral afro y Aparecida (2007) retoma y exhorta con energía a seguir con inteligencia y creatividad estos derroteros.
(cfr. Savoia Rafael: Los últimos cien años de Evangelización en America Latina, Pontificia Commissio pro America Latina, pp. 1309 ss.)
2ª) La Iglesia de Cali y su relación y sensibilidad pastoral con los “afroamericanos”
La década de los 80 fue para el conjunto de las comunidades negras de Colombia, como un faro que continua iluminando la conciencia de este pueblo históricamente sometido pero en pie de lucha, todavía “invisibilizado” – (todavía no había aparecido el articulo transitorio 055 de la Constitución Nacional de 1991 ni la Ley 70 de 1993) – pero rompiendo esa pared divisoria que no lo deja avanzar: la del racismo y la exclusión estatal.
Fue también en esta misma década cuando el Episcopado Colombiano a través de su departamento de “etnias” hizo las primeras convocatorias a las culturas negras e indígenas para su estudio y conocimiento y así poder ofrecer una mayor atención pastoral a estas comunidades étnicas.
En el caso específico de la Arquidiócesis de Cali, - a raíz de las decisiones tomadas en la Conferencia Episcopal de 1994, - ésta abre oficialmente su espacio de atención a la pastoral afro fortaleciendo su labor pastoral especifica sobre todo en el sector de Aguablanca y crea la oficina de atención a la población negra, nombrando como director al P. Willam Riascos, ofm. (cfr.: Willam Riascos: Centro de Pastoral Afrocolombiana, una experiencia liberadora en Raíces Afro Clar 2006, pag 175)
3) Toma de conciencia de la presencia afro y sus implicaciones en el contexto urbano de la ciudad de Cali
En el caso especifico de Cali y refiriéndome en modo particular al sector urbano de Aguablanca y a su desmesurado hacinamiento – fruto en gran parte del desplazamiento masivo desde la zona del Pacifico a causa de la violencia guerrillera y narcotraficante y de la ausencia efectiva del estado- nos encontramos con un sector humano prevalentemente afro muy arraigado en su cultura ancestral y muy desprotegido y desubicado y en conflicto con una cultura urbana diferente que lo desorienta y envilece.
Es un sector humano poseedor de un sentido profundamente religioso y cristiano -(no digo católico)- que, en su medio ancestral alimentaba, a su manera pero en profundidad y en intima comunión con la naturaleza y con Dios, una robusta espiritualidad razón de su existencia
La recuperación de la memoria se torna para ellos una cuestión vital, pues no puede tener futuro un pueblo que olvida su pasado y solo conociendo el pasado se puede entender el presente, y enfrentarse a él con esperanza creadora.
Todo esto interpela y reta la pastoral responsable de este sector del pueblo de Dios, que es también parte del Reino y pertenece a una iglesia en la cual él se siente extraño, cuya pastoral, prevalentemente de conservación, no entiende ni lo toca.
Bajo esa perspectiva, es importante ampliar y consolidar la dimensión étnica en la participación política y los espacios públicos a diferentes niveles de la vida en la ciudad. Además no se puede olvidar que la evangelización hoy también en Colombia debe pasar por el camino ecuménico, pues el compromiso ecuménico ya es irreversible.
Hablando de tal dimensión no entiendo en este momento referirme al binario teológico y doctrinal que requiere sin duda una atención vigilante para todos. Me refiero a otro binario que pide – a mi modo de ver – ser recorrido con mayor fuerza y empuje: el ecumenismo del amor evangélico. Este binario no es menos fuerte y robusto que el de la verdad teológica, tal vez es aún más profundo y sin duda prepara y acompaña el binario de la verdad.
El ecumenismo del amor pide el compromiso de todos y no solo de los teólogos, es el ecumenismo que debe empapar la vida de todas nuestras comunidades y a todos los niveles. No se trata, de hecho, de resolver problemas teológicos, si no de vivir momentos comunes de oración y de reflexión. Esto acorta distancia y abre puertas y corazones. Ya el gran Juan XXIII invitaba “a buscar lo que nos une antes que insistir en lo que nos separa”.
En este tiempo de globalización universal donde todo se quiere nivelar y uniformar parece que las culturas particulares tiendan a ser consideradas como un bien superfluo, de poca importancia y no digno de ser tomado en consideración. Sin embargo defender la cultura significa defender nuestra identidad y reconocer nuestra historia como seres humanos. Todas las sociedades, en todos los tiempos necesitaron de espacios, de ideales, de representaciones artísticas que les ayudaran a ser ciudadanos más concientes y responsables en la comunidad a la que pertenecen.
Mantener viva la cultura en tiempos de crisis es el signo de una sociedad que no se rinde a un embrutecimiento, que cultiva la relación entre ciudadanos, que ofrece a todos instrumentos para comprender el presente y proyectar el futuro. Y esto, creemos, hace parte de la tarea evangelizadora de la pastoral afro la cual además de evangelizar se propone la promoción humana integral del pueblo afrodescendiente.
P. Vicente Pellegrino imc
Delegado arquidiocesano para la pastoral afro