Es, en esta misma dinámica de confianza, como desde la cruz Jesús al igual que a sus discípulos, nos ofrece su cuerpo partido, ejemplo de la justicia, entregado como signo del trabajo, colaboración, en una sola palabra servicio: ”tomad y comed este es mi cuerpo”.
No bastándole esta entrega nos da su esencia, su vitalidad que está en su sangre Divina. Ella representa los esfuerzos, los sufrimientos, en una sola palabra: el sacrificio. “Tomen y beban esta es mi sangre”. Esta sangre que sella esta nueva alianza que se traduce en la confianza entregada a los amigos. Sí, nosotros, sus amigos.
Esto no termina aquí. El nos confía este camino de salvación, que a su vez se traduce en un proceso de construcción del Reino en los otros, por los otros, para los otros y sobre todo con los otros. En otras palabras: "hagan esto en memoria mía", como lo propone el apóstol al afirmar que esta comunión nos pude llevar a la salvación o condenación.
Es Jesús quien más allá de condenarnos o salvarnos, confía en la respuesta que nosotros le demos a su amistad, que se concretiza en hacer lo mismo con el prójimo, en especial aquel que nos necesita, que nos invita a convertirnos de manera práctica en un enviado de su amistad, su consolación, su liberación… todo aquello que ustedes y yo hemos escuchado desde las lecturas y homilías en la cuaresma.
Si nos encontráramos con Jesús y nos preguntara: ¿de qué manera han dado respuesta a sus siete plegarias en la cruz? ¿qué haríamos? O mejor ¿que diríamos?.
Y si nos añadiera "¿dónde está tu prójimo?", podríamos pretender no entender de que nos habla, diciéndole ¿quién es mi prójimo? Palabras más o palabras menos, nos colocaría en las pisadas de Pedro en el momento cuando negó conocer a Jesús.
Es desde aquí donde se descubre el misterio de la amistad de Jesús, cuando se sirve y se sacrifica, sin esperar nada a cambio.
El ser amigos de Jesús nos debe impulsar a identificarlo en el excluido, el empobrecido, el marginado, el perseguido, el injuriado, la viuda, el huérfano, el hambriento... todos aquellos por quien nuestro amigo Jesús clama desde la cruz.
Solo pedimos poderencarnar esa respuesta de amistad, en la que cada uno de nosotros asuma el envío de Jesús, hecho a sus discípulos en la última cena y a nosotros en cada Eucaristía cuando cuando nos dice: “hagan esto en memoria mía”. Solo así sabremos que todo está consumado y que nosotros hacemos propio ese ultimo aliento encomendado al Padre, quien al igual que su Hijo confía en cada uno de nosotros.
Esta preguntas nos llevarían automáticamente a pensar "¿qué he hecho en esta cuaresma como respuesta a este voto de confianza?.
Hermanos y hermanas no olvidemos que para llegar al domingo de la resurrección es necesario atravesar el camino cuaresmal.
Que tal si caminamos por la ruta trazada en el monte donde Jesús anuncia las bienaventuranzas? Éste será el camino más seguro y confiable, no solo para llegar al domingo de resurrección, sino a dar repuesta a la confianza depositada en nosotros por nuestro amigo Jesús.
Víctor Ernesto Ochoa Flores
Novicio