Cuando todo había quedado atrancado en estos dos casos y parecía que se solucionaba nada, uno dijo, “bueno, preguntamos al Padre que es la autoridad máxima del pueblo, para ver qué solución nos da”.
Encontrado en esta situación, inmediatamente me vino a la mente: aquí es donde me serviría toda aquella teoría que había escrito en mi tesis teológica titulada “el advenimiento de la justicia es el advenimiento del Reino de Dios”.
De una vez comencé por aclarar que, siempre, en cualquier discurso de seres humanos, y más aún para un pueblo cristiano, el valor de la persona está por encima de todo lo material. La dignidad del ser humano tiene siempre el primer lugar.
Con esto me permití elaborar lo que había comentado la mamá del muchacho: "el joven quiere estudiar y se ha metido en aquel vicio por no tener nada que hacer, nada que le ayudaría a valorar la vida. Así que, si queremos hacerlo valiente y reforzar su dignidad, habría que mandarle a estudiar". Además, en lugar de proponerle un castigo que lo marcaría para siempre psicológicamente, siendo que es menor de edad, se propone algo que le quedaría para siempre en la memoria: que su gente en lugar de castigarlo, le dio el regalo de la educación.
Para los dos elefantes que se habían puesto a pelear para desventaja del pasto sobre el que luchaban - los niños de la escuela cuyos futuro debe ser su preocupación y búsqueda de la sociedad nueva - se logró hacerle entender que lo que está en juego es la vida, el valor y el futuro de aquellos niños, el futuro nuestro pueblo. En fin, sin necesidad de decirle nada, la otra persona optó por renunciar su cargo en el comité directiva para que siguiera la directora y así quedaron resueltos los casos.
Este realmente fue un momento providencial para vivir una aplicación de una teoría adquirida en un aula académica, en un contexto real de conflicto. Fue una profundización teológica desde un hecho de hincapié en un valor fundamental – la vida y dignidad del ser humano – desde una valoración del pueblo de lo que pueda aportar la Iglesia en una visión distinta del otro o la otra.
Es un verdadero análisis de la realidad, examinada desde una postura evangélica, con su exigencia comprendida en el mandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo, y en la justicia – con los problemas que surgen en la vida cotidiana de la sociedad.
Ciertamente por algo estamos en medio del conflicto que se respira en estas zonas. Puede ser que no se llegue a resolver ni a aportar grandes elementos para la solución de esta situación social tan complicada y preocupante. Pero sí, construyendo desde la base, infundiendo los valores que por siglos han sido mencionados en los textos pero han quedado en las manos de los estudiosos; se puede soñar con una visión distinta de Colombia dentro de pocos años como fruto de aquellos niños que ven problemas resueltos a partir de valores fundamentalmente humanos y evangélicos.
En la misión pensamos y soñamos globalmente (nivel macro) y aplicamos localmente (nivel micro). Soñamos con proyectos grandes y visibles pero vivimos con proyectos pequeños. Esto es lo que desde la interdisciplinariedad teológica nos permitiríamos llamar “ingeniería social”.
Seminario Teológico de Bogotá