2 Escuela: la mayoría han tenido la oportunidad de estudiar hasta el bachillerato, pero ven en el estudio algo aburridor y pesado, que en vez de hacerles soñar, mata sus sueños. Según algunos, lo único bueno de la escuela es la posibilidad que brinda este espacio para conocer personas y hacer amistades, noviazgos, etc., (aunque estas muchas veces sean superficiales y por conveniencia), además algunas actividades recreativas y laborales que brinda.
3 Minitecas: No es un espacio frecuentado diariamente, pero si es uno de los que más les fascina. En el que se sienten libres y felices al ritmo del reggaeton, el cual no solo es ritmo, sino mensaje con el que se identifican los jóvenes. Allí además de bailar, fuman cigarrillos y toman licor, lo cual complementa el desahogo. Vale decir además, que no todos estos lugares son legales, ni brindan las condiciones necesarias para una recreación sana, lo cual hace peligrosa la experiencia y la ubica en un plano de mucho riesgo, pues no garantiza ninguna seguridad.
4 Centros de Internet: De estos espacios hay pocos en los barrios populares y son pocos los jóvenes que acuden a ellos, pero es un espacio económico y cómodo en el que pueden investigar tareas de la escuela y comunicarse con sus amistades, pero además pueden pasar varias horas concentrados en algún juego del computador o leyendo cualquier tipo de información sin orientación de nadie.
5 Espacios Intersticiales (no tradicionales): Entre estos espacios tenemos: los parques, donde muchas veces juegan microfutbol y se divierten sanamente, pero también donde se hacen enemigos; locales, como ellos les llaman, de maquinitas, donde acuden muchos jóvenes y pasan días completos jugando frente a una pantalla; esquinas donde comparten la vida en grupos, pero también donde consumen sustancias psicoactivas (drogas).
Todo esto nos hace preguntar por nuestro estilo de vida, por nuestras prácticas pastorales y evangelizadoras con los jóvenes en este momento. ¿Cuál es el camino apropiado para el quehacer pastoral con los jóvenes hoy? Según Eduardo Solís (estudiante de teología, PUJ), llegar a la historia de los jóvenes, acercarnos a sus biografías, subjetividades y escenarios, es decir el contacto directo, es uno de los pasos más importantes desde el que les podríamos hablar de Dios.
Más que de organizar de antemano un proyecto, ante todo se trata de la actitud con la que nos paramos frente a los jóvenes, la manera como llegamos a ellos, la cuál muchas veces es despersonalizada y desde posturas ajenas a la verdadera realidad que viven.
Jesús todo lo que hizo fue desde el acercamiento, desde el contacto con las personas y sus situaciones, y en ese acercamiento iba conociendo a sus interlocutores. En el diálogo con la Samaritana Jesús le dice a la mujer: “Has tenido cinco maridos y el que tienes ahora no es tu marido, en eso has dicho la verdad” Jn 4, 18. Se trata pues en primera instancia de conocer la persona (su biografía, sus sentimientos, pensamientos y creencias), los escenarios en los que habitan, conviven y se mueven los jóvenes, en los que nacen y se desarrollan sus subjetividades, se trata de entrar en contacto con ellos haciéndonos partícipes de su vida.