{mosimage} El martes comenzaron a llegar los jóvenes, cada un trayendo el deseo de vivir ese momento tan esperado. Los jóvenes que participan son elegidos por los Delegados de Misiones de cada diócesis. No se pueden atender todos los pedidos por distintos motivos como, por ejemplo, la cantidad de jóvenes y el espacio que permitan vivir en profundidad la semana santa. Los jóvenes fueron divididos en tribus (Judá, Levi, Simeón, Dan, Zabulón, José, Ruben y Benjamín) y cada coordinador acompañaba una de ellas. Este mismo día, un poco más tarde, fuimos hasta la parroquia Santiago para la misa de apertura de la Pascua celebrada por el Delegado de Misión de Mérida.
El miércoles, primer día de nuestra pascua, preparamos nuestra vida interior para lograr ser conscientes de la importancia que tiene para nosotros el vivir con verdadero espíritu de entrega la pascua de Cristo que ha de renovar y transformar nuestras vidas. A través de talleres de oración, invitamos a los jóvenes a dar este gran paso en la propia vida: dejar atrás una historia llena de pecado y buscar con nuevos bríos la posibilidad de vivir una vida nueva; la vida de los hijos de Dios. Así, dedicamos este día a las confesiones.
El jueves nos reunimos para estar con Jesús en esta hora de su "paso", y para comenzar con Él nuestro Triduo Pascual. Empezamos con talleres sobre la Hora Santa, la eucaristía y la cena Judía. En este día la iglesia repite los mismos gestos de su maestro: el lavatorio de los pies y la cena familiar solemne, actualizando entre nosotros el Espíritu que animó a Cristo aquel atardecer: Espíritu de amor, de fraternidad y de servicio.
El viernes invitamos a los jóvenes contemplar el amor misterioso e inefable de Dios que se revela en la cruz, para que a ejemplo de Jesucristo que dio la vida por sus amigos, nos motivemos a vivir con alegría la cruz de Cristo. Caminar con Cristo que va hacia la muerte con actitud de perdón y amor. Tratamos la memoria de la muerte como fuente de esperanza y de victoria para estos jóvenes. El taller sobre “la vida y la muerte” fue vivido intensamente por los jóvenes.
El misterio esencial del sábado santo fue marcado por la ausencia del Señor. La Iglesia se encuentra en espera de la resurrección del esposo. El Señor ha ocultado su rostro, ha sustraído su presencia, está ausente, está misteriosamente muerto. Esto es lo que le distingue de cualquier otro momento de la vida terrestre y celeste de Jesús. Después de la oración de la mañana tratamos de vivir un desierto en preparación a la gran fiesta que es la resurrección del Señor y nuestra también. Por la tarde los jóvenes se dedicaron a la preparación de la Vigilia donde demostraron los dones que el Señor les había regalado.
{mosimage}El domingo iniciamos con la Eucaristía de clausura en la cual el secretario nacional de Joven Misión dijo a los a los jóvenes que Dios necesita de una juventud que se arriesgue a soñar, jóvenes que sean capaces de dar testimonio de que hoy Jesús está vivo, y que quiere que le ayuden a renovar su iglesia. Al final de la celebración fue realizado el envío de los jóvenes por cada coordinador de la tribu en que estaban organizados desde la llegada. Después del desayuno se hizo la evaluación general y luego del almuerzo les fue regalado un paseo. Por la tarde cada uno siguió viaje hacia su casa lleno de nostalgia por cada momento vivido y compartido en esta Pascua Juvenil Misionera de 2007.