Inspirados en el apóstol Pablo, los exhortamos a caminar unidos en el seguimiento de Jesús, como pueblo de Dios y a asumir los desafíos de la hora presente, cargada de muchos sufrimientos y al mismo tiempo de mucha esperanza: “Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes, y siempre que rezo por todos ustedes, lo hago con alegría. No puedo olvidar la colaboración que me han prestado en el servicio del Evangelio, desde el primer día hasta ahora”. ( Fil.1,3).
Con las comunidades indígenas, los afro descendientes, los colonos, los campesinos, los desplazados en las ciudades y en los campos formamos una familia intercultural extensa, unida como miembros del mismo cuerpo que es Cristo. En estos días de reflexión y decisiones, los hemos tenido y sentido muy presentes.
Al cumplir 60 años de misión en Colombia y 20 en Ecuador, estuvimos preparando, en un clima de oración e iluminados por la Palabra de Dios, un Proyecto misionero “nuevo”, porque creemos firmemente que en esta “nueva hora” de la historia que vivimos “otro mundo es posible”.
Queremos compartir con ustedes algunas de las opciones fundamentales de este nuevo proyecto misionero:
2. Renovamos nuestra opción por los pobres, y también optamos por la justicia, la paz y el cuidado de la madre tierra, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Estas opciones nos llevan a denunciar, sin ninguna reserva, la guerra que se está desarrollando y agudizando en el territorio de nuestras comunidades y en el país.
”Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”, dice el Señor... La vida no es del Cesar, ¡de ningún Cesar!, la vida es de Dios. Ninguno puede dar la orden de matar. Ninguna bendición para las armas.
Nuestra tierra grita, como cuando se derramó la sangre de Abel : “ya es escasa la comida, se cosechan abrojos y espinas , se siembran coca, amapola, hambre, bombas, gente asesinada, fosas comunes...”
La guerra multiplica las víctimas: dolientes, secuestrados, desaparecidos, desplazados, menores reclutados, vengadores de la sangre derramada. ¿Hasta cuando este exterminio?
Como misioneros, hacemos un llamado a los responsables del conflicto armado para que detengan este camino de muerte y de dolor. Anhelamos que un pronto acuerdo humanitario abra el camino para la mesa de negociaciones, redescubriendo el sentido de la fraternidad, la reconciliación y el perdón.
Sin embargo, el conflicto armado no es el único que sufrimos. Hay un conflicto social que se vive en el corazón mismo de la sociedad que es la familia con formas graves de atropello y violencia. Este conflicto no terminará, si no hay un cambio del corazón, de las estructuras y de las relaciones sociales, con base en la justicia y la igualdad.
Queridas comunidades, el Señor nos dice: “animo, soy yo, no tengan miedo” (Mc. 6,50)
La virgen Consolata y el Beato José Allamano, nuestro fundador, nos acompañen con el don cotidiano de la consolación y de la liberación.