Estamos plenamente identificados con la afirmación bíblica
“no es bueno que el ser humano esté solo” y existencialmente convencidos de la necesidad de
“compañía adecuada” (Gen 2,18).
El ser humano es, entonces, alguien necesidad
de compañía – relacionalidad – amor y capacitado para acompañar – relacionarse
– amar. Tanto para satisfacer su necesidad como para ofrecer su capacidad, el ser humano, tiene que salir de
sí y abrirse para acoger e ir al encuentro del otro (diferente) para dar. Es ésta interacción la que
construye permanentemente la humanidad, tejiendo relaciones saludables, al servicio de la vida con calidad y en
plenitud.
Así, el ser humano, misionero por naturaleza, abierto para acoger y dispuesto a salir e
ir al encuentro para hacerse “compañía adecuada”, es permanentemente llamado y enviado a
mantener o reestablecer las relaciones al servicio de la vida con calidad, sin dejar que la muerte la invada.
La formula del amor “amarse a sí mismo igual que al prójimo”, ya ensayada por
muchas generaciones, conduce a la justicia y la felicidad. El mal nace de amarse a sí mismo menos que al
prójimo o de amarse a sí mismo más que al prójimo.
“Si existe un denominador común entre todas las religiones, éste es la afirmación de Dios como amor, sinónimo de relación: utopía de la interdependencia entre los seres humanos”[1].
En el caso del Cristianismo ese amor tiene un nombre: “Padre”. Así nos lo reveló Jesucristo.
Claro que con ese nombre Jesús no pretendía nombrar una persona, ni simplemente darle un nombre, sino revelar unas relaciones de paternidad y filiación y, entonces, también de fraternidad.
Jesús, Hijo enviado (misionero) del Padre por amor [2], que se encarnó e inculturó, haciéndose “compañía adecuada” (Emmanuel = Dios con nosotros) [3], nos revela la filiación como don (gracia) y nos deja la fraternidad como misión (tarea) [4]. Es precisamente aquí en donde entra a jugar un papel importante la Iglesia, lugar donde El se esconde, se manifiesta y se comunica. Es Iglesia misterio (Jesús presente), Iglesia comunión (Jesús en medio de los hermanos) es Iglesia misión (comunidad enviada y portadora de Jesús) [5]
Fueron precisamente esas relaciones las que
Jesús cultivó, enseñó, vivió y dejó como memorial en el banquete del pan
y el vino repartidos como sacramento de la vida entregada: “porque no hay amor más grande que éste:
dar la vida por los amigos” (Jn 15, 13) [6]. Esto no lo entendieron
así las autoridades de su tiempo y por eso, precisamente, lo persiguieron, acusaron, condenaron a muerte y lo
mataron.
Pero el Padre que está en el Hijo, como el Hijo está en el Padre, gracias a esa
relacionalidad llamada amor (Espíritu de los dos), no muere, pues el mal o la muerte no tienen poder sobre el amor,
de ahí la resurrección o triunfo de la vida.
Esa misma misión de Jesús viene
confiada a los discípulos después de la Pascua: “Así como el Padre me envío a mi,
así los envío a ustedes. Dicho esto sopló sobre ellos: “Reciban el Espíritu Santo; a
quienes ustedes perdonen queden perdonados, y a quienes no libren de sus pecados, queden atados” (Jn 20, 21-23).
En esto consiste el verdadero amor, y entonces también la verdadera misión: reconciliar al
mundo, perdonar los pecados, vivir y trabajar al servicio de la pascua, pasaje permanente de a muerte a la vida, del
pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz. Trasformar todas las relaciones humanas, socio-políticas,
económicas y religiosas, en una palabra la cultura, a la luz de esas relaciones de parentesco (paternidad –
filiación – fraternidad) reveladas, vividas y propuestas por Jesucristo.
“La misión, si no está orientada por la caridad, es decir, si no brota de un profundo acto de amor divino, corre el riego de reducirse a mera actividad filantrópica y social” [7]
Pero, claro está, la caridad tiene sus dimensiones o niveles de vivencia y aplicación: una es la asistencial, otra la promocional y otra la socio-transformadora.[8] Al mismo tiempo se mueve permanentemente entre lo personal-individual y lo social-ciudadano.
El amor, en su operatividad, se articula como en
dos grandes polos: “la caridad y la justicia. La caridad como “servicio que presta la Iglesia para atender
constantemente los sufrimientos y las necesidades, incluso materiales de los hombres” (Cfr. Benedicto XVI
Encíclica “Dios es amor” Diciembre 2005 n. 19). Caridad organizada “como presupuesto para un
servicio comunitario ordenado” (Benedicto XVI o.c. n. 20). “La iglesia no puede renunciar al servicio de la
caridad, como no puede omitir los sacramentos y la palabra” (n. 22). El servicio de caridad (diakonía)
“pertenece a la misma naturaleza de la Iglesia y es manifestación irrenunciable de su propia esencia (n.25)
¿Hacia donde apunta el servicio de caridad? El papa lo especifica “en la comunidad de creyentes no debe haber
una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida decorosa” (n. 20). “Que
nadie sufra por falta de lo necesario” (n. 25). Aquí se empiezan a complicar las cosas. ¿Que
será lo necesario para un Colombiano o Colombiana del 2006? Si hablamos de necesidades básicas insatisfechas
¿Cuántos colombianos están por debajo de ese índice? ¿Cuántos pertenecen a
nuestra comunidad cristiana? Necesariamente aquí pasamos al ámbito de la justicia y mientras más
organicemos nuestro servicio nacional, diocesano o parroquial de caridad, más vamos a tocar el ámbito de la
justicia entendida como orden justo de la sociedad y del Estado y por lo tanto, como tarea principal de la
política. Estamos en una línea fronteriza que debemos saber limitar muy bien. La justicia dice Benedicto XVI
“es el objeto, y por tanto también la medida intrínseca de toda política. La política es
más que una simple técnica para determinar los ordenamientos públicos: su origen y su meta
están precisamente en la justicia, es ésta su naturaleza ética” (n. 28 resaltado es
propio) [9].
La misión de los discípulos de Jesucristo está
impregnada, a lo largo de la historia y la geografía, de acciones e iniciativas altamente significativas y
hasta heroicas de ésta asistencia humanitaria que toca la persona en sus necesidades básicas.
Para nuestra reflexión traigo aquí un testimonio de alto valor moral y espiritual de Ana Maria
Olmedo Ramos, laica franciscana misionera en Guatemala, presentado en Ginebra en Julio de 2003, en nombre de la
Conferencia de la Familia Franciscana Internacional (CFF): “Desde tiempos inmemorables entidades en Europa
incluyendo la Iglesia Católica se han sentido llamados a ser solidarios con los países subdesarrollados de
América y generosamente nos han venido ayudando con el animo de mitigar los problemas de alimentación
vivienda y vestido de los miles de pobres que existen en estos países, esta ayuda ha sido oportuna en momentos
difíciles, sin embargo debemos reconocer que únicamente ha solventado los problemas temporalmente, pero no
en definitiva por lo cual esta forma de Caridad asistencial nos ha hecho dependientes, pues nos dan el pescado,
pero no hemos aprendido a pescar”
3.2. Caridad en su nivel de promoción humana - cultural y ambiental
Los misioneros y misioneras del
Señor Jesús siempre pensaron que la caridad asistencial, aunque necesaria, no era suficiente y por eso
dedicaron ingentes esfuerzos y recursos humanos y materiales a la educación de las personas y las comunidades, a la
promoción humana relacionada con la organización de grupos, la formación de la conciencia social, la
preparación política, económica, cultural, etc. La evangelización de lo social.
Aquí nuevamente nos puede iluminar muy bien el testimonio de la misionera laica de Guatemala, quien nos
habla desde su país luego de diez años de una sangrienta guerra de guerrillas, que ha atravesado todos los
sistemas y estructuras de la cultura guatemalteca de violencia y muerte: “En algún momento al darse cuenta
que esta Caridad Asistencial no erradicaba la pobreza si no que en cierta forma la mantenía, algunas entidades
sobre todo ONG se dieron a la tarea de promover el desarrollo y se empezó a especializar la mano de obra, a
enseñar a pescar. Se creo la competencia a través de la eficiencia, surgiendo lo que podríamos llamar
la Caridad Promocional esto despertó en alguna forma la consciencia sobre el auto desarrollo de los pueblos
sin tener que depender de los demás.
El problema surgió cuando los poderosos vieron
amenazados sus intereses.
Esto generó una persecución sin precedentes y ya no hubo lagos en
donde pescar pues los poderosos se encargaron de que los pobres no tuvieran acceso a ellos.
Aquí
la Caridad Promocional adquirió algunas características negativas:
- Responsabiliza a otros pues repite que la pobreza es culpa de los ricos por lo cual se actúa desde la heridas siendo confrontativa, pues lleva a luchar contra los que secaron los lagos.
- El desencanto lleva a atacar a los que considera contrarios y pierde el Sentido Evangélico de ir a favor del desarrollo de todos, pues a veces desgasta fuerzas en reclamos y señalamientos que no llevan a nada.
- Desde algunas ONG se nos trata como adolescentes que aun no somos capaces de valernos por nosotros mismos y muchas veces también nos condicionan pues nos obligan a entrar en otra cultura a través de una ideología propia, algunas veces ajena al Evangelio.
- En vez de reclamar a los culpables de secar
los lagos no sería mejor ¿Renovar las estructuras para que el lago no sea secado y se conserve para todos?
”
3.3. La caridad en su nivel socio- transformador o liberador
Este tercer nivel de
la caridad es el “nivel de liberación que toca la
transformación de las estructuras de acuerdo con los principios evangélicos y las exigencias cristianas de
la justicia”.Algunos teólogos, pastoralistas y misionólogos, en otras latitudes, les ha dado por
llamarla también "caridad política" [10].
Se trata de entender la misión como participación activa en la organización de la sociedad
para que nadie pase hambre, ni de Dios, ni de tierra, ni de pan, ni de educación, ni de trabajo, ni de libertad, ni
de compañía o fraternidad, ni de casa, ni de paz, ni de amor. Es un ponerle remedio a las injusticias y con
ellas a las causas por las que el ser humano sufre, inspirados en la practica del Misionero enviado del Padre, para que
todos podamos vivir las bienaventuranzas del Reino de Dios [11].
También en este nivel liberador
de la caridad nos viene muy bien el testimonio, casi un grito, de nuestra misionera guatemalteca: “Necesitamos apoyo
y recursos que nos permitan, insertos en nuestra realidad y desde el Evangelio, llevar la formación hacía
una cultura de fraternidad, justicia y paz. Por esta razón podríamos llamarla Caridad Estructural
Jurídica o Política, pues se trata de transformar las estructuras injustas que no favorecen el
desarrollo humano, promoviendo una organización que nos lleve a vivir la solidaridad uniendo fuerzas.
Las características que debe tener esta ayuda:
- Antes que nada desde el Evangelio debe sanar las heridas causadas hasta ahora por las injustas estructuras existentes, recuperando la memoria histórica y llevando a cabo el justo resarcimiento, económico, moral y espiritual de las víctimas de los sistemas opresores.
- Debe ofrecer ayuda en salud mental a los ex combatientes de la guerra y garantizar los juicios a los genocidas autores intelectuales de tantas masacres.
- Debe renovar las estructuras para la promoción a través del dialogo y la reconciliación de una profunda y radical transformación de las actitudes de todos en miras al bien común para que el lago no desaparezca.
- Nos debe llevar a adquirir la madurez plena que nos permita comprender que somos pobres porque no hemos asumido nuestra responsabilidad ante las injustas estructuras; fomentando la corresponsabilidad y acrecentando los valores a favor de la dignidad.
- Debe fomentar la tolerancia mutua respetando las culturas, teniendo una visión universal y actuando desde el Amor de Dios, el cual no condiciona; solo así es posible crear para todos y con todos la vida sostenible.
3.4. La Globalización del amor: más allá de las fronteras
En este tiempo de globalización y movilidad humana aparecen mil motivos y hasta oportunidades para salir e ir al mundo del otro diferente de mi y de nosotros o, sin necesidad de salir e ir, de comunicarnos, solidarizarnos y hacernos prójimos de nuestros hermanos en esta “aldea global”.
Es aquí en donde aparece la oportunidad, para no decir la exigencia, de la vocación misionera ad gentes y más allá de las fronteras de cada persona y comunidad cristiana, de cada Iglesia Particular y de toda la Iglesia Católica, de de cada familia cristiana y de toda institución de Vida Consagrada.
Todos estamos convocados a participar en la
misión universal de la Familia Nueva de Jesús (Mc 3, 31-35), globalizando el amor. Cada uno con sus
recursos, vocación y ministerio al servicio de la gran “familia humana”, cuidando con cariño y
responsabilidad de la “casa común”, el planeta con todos sus ecosistemas, y de los hermanos más
pobres y afligidos, para que la vida no muera sino que se multiplique y plenifique.
4. El misionero del amor: "No hay mayor amor que el de dar la vida"
En nombre del mártir Jesús de Nazaret y en comunión con todos los hombres y mujeres, cristianos y no cristianos, que han ofrecido su vida al servicio de la vida, reconozcamos el valor eucarístico de la sangre derramada por amor y rindamos un sentido y agradecido homenaje a quienes hicieron del “amor el alma de la misión”.
Como Misionero de la Consolata quiero compartir con Ustedes el testimonio de la Hermana Leonella Sgorbati, Misionera de la Consolata, asesinada en Mogadiscio, capital de Somalia - África, el pasado 17 de Septiembre. Ella fue alguien que hizo del “amor el alma de la misión”, tal como lo reconoce y proclama el Papa Benedicto XVI cuando dice que su sacrificio fue un buen ejemplo del testimonio cristiano.
"Esta monja, que sirvió a los pobres y a los niños en Somalia durante muchos años, murió con la palabra "perdón" en sus labios", dijo Benedicto a peregrinos y turistas durante su homilía dominical en su casa de descanso al sur de Roma.
"Es lo más auténtico del testimonio cristiano, un signo pacífico de contradicción que demuestra la victoria del amor sobre el odio y el demonio'. [13]
[1] VILLEGAS Juan, El Dios no conocido:
una visión más allá de las religiones, Norma, Bogotá, 2003, p. X
[2] “En esto se manifestó el
amor que Dios nos tiene: en que Dios envío al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de
él” (1 Jn 4,9).
[3] Cfr. Mt 1, 23
[4] “Lo que os mando es que os améis los unos a los otros” (Jn 15, 17). El amor fraterno que
el Señor pide a sus “amigos” tiene su manantial en el amor paterno de Dios. (cf. Benedicto XVI, La
caridad, alma de la misión, Domingo 22 de Octubre de 2006).
[5] Cf. Juan Esquerda Bidet, La misión al estilo de los
Apóstoles, BAC, Madrid, 2004, p. 102 – 115.
[6] Se trata de la misma caridad del Buen Pastor que llega hasta “dar la
vida” (Jn 10,11) “en rescate por todos” (Mc 10, 45).
[7] Benedicto XVI, La caridad, alma de la misión,
Domingo 22 de Octubre de 2006.
[8] Estos tres niveles de la caridad son propuestos en la Exhortación apostólica Ecclesia in
America n. 58.
[9]
Monseñor JAIME Prieto Amaya (Obispo de Barrancabermeja), Compromiso Solidaricen la lucha contra la pobreza
en Colombia. Esta Ponencia, pronunciada con ocasión de los Cincuenta años de Caritas Colombiana, nos ha
servido de inspiración en esta reflexión sobre la Caridad el alma de la misión.
[10] Para profundizar en ésta
reflexión me parece muy iluminadora la Cuarta Parte: Fe – Política – Justicia del libro escrito
en homenaje a Julio Lois Fernández: El grito de los excluidos: seguimiento de Jesús y
Teología, publicado por la Editorial Verbo Divino, Navarra, 2006
[11] Cf. Mt 5, 1-12; Lc 6, 17-26
[12] Fuente del testimonio de Ana Maria: en
http://www.ciofs.org/per/2004/lca4es11.htm, Boletín del
CIOFS, 2003, N. 3. Para aquellos que quieran contactar a Ana Maria, su e-mail es:
Questo indirizzo email è protetto dagli spambots. È necessario abilitare JavaScript per vederlo.
[13] Papa Benedicto XVI: La Hermana
Leonella Sgorbati ejemplo de auténtico testimonio cristiano, Castel Gandolfo, 24 de Septiembre de
2006, (AsiaNews).